Enciclopedia de la Literatura en México

A ninguna de las tres. Comedia de costumbres, en dos actos

mostrar Introducción

A ninguna de las tres es una comedia en dos actos y en verso escrita por el dramaturgo Fernando Calderón. De acuerdo con Manuel Payno, la obra fue compuesta durante el destierro del autor, de Zacatecas a la capital de México, en 1837. Probablemente, la obra se estrenó en Zacatecas en 1839. En la Ciudad de México fue representada por primera vez a finales de 1841 en el Teatro Principal. A ninguna de las tres vio la luz en la edición de las Obras poéticas de Fernando Calderón (México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1844). No obstante, como ha sugerido Jonathan Rico, la comedia pudo haber sido incorporada en la edición de Obras amatorias y descriptivas (Zacatecas, 1837),[1] de acuerdo con un aviso del propio Calderón: “[...] dividiré mi obra en cuatro tomos: los dos primeros comprenden las poesías líricas, y el tercero y cuarto las dramáticas”. Empero, estos dos últimos tomos no han sido localizados en acervos nacionales e internacionales.

En la obra, don Timoteo ha decidido desposar a una de sus hijas. Don Juan, hijo de su antiguo amigo, debe tomar una decisión y elegir a una de las tres. El carácter de ellas se expresa en cada momento y es, a los ojos de don Juan, no una serie de virtudes, como asegura don Timoteo, sino una gama de vicios que se comprueban en el sentimentalismo de Leonor, en la falsa erudición de Clara y en la vanidad de María. Debido a estos defectos, don Juan expresa su decisión final: “por ahora, a ninguna de las tres”. No obstante, es el propio don Juan quien da la posibilidad de contraer nupcias con Leonor, siempre y cuando ésta corrija sus vicios.

En esta comedia, Leonor, Clara y María personifican las asimilaciones excesivas de la cultura clásica y romántica como frívolas; la obra subraya la exacerbada y ridícula fascinación por lo extranjero frente a lo nacional mediante el personaje de don Carlos. Por tal motivo, esta obra, como tradicionalmente se ha dicho, deja de lado la corriente romántica, lo que permite mirarla incluso como una obra antiromántica. No obstante, estudios más recientes la han analizado desde otros puntos de vista. Por ejemplo, Jonathan Rico asevera que la comedia, además de develar y ridiculizar algunos defectos del comportamiento social de su época, tiene un propósito de formación: educar a la nación mexicana recientemente independizada.[2]

mostrar El exilio y la creación

Fernando Calderón participó como coronel de la milicia zacatecana en la Batalla de Guadalupe (1835) como parte del bando liberal, para impedir el ingreso de Santa Anna a la región. Luego de que Zacatecas fuera tomada por las fuerzas santannistas, el autor fue exiliado y buscó refugio en la Ciudad de México en 1837.

Durante este tiempo formó parte de la Academia de Letrán, fundada por José María Lacunza, Guillermo Prieto, Juan Nepomuceno y Manuel Tossiat Ferrer en 1836. En esta asociación literaria tuvo contacto con diversos autores como Manuel Payno, José Joaquín Pesado, Manuel Carpio, Ignacio Ramírez, Andrés Quintana Roo e Ignacio Rodríguez Galván; con este último tuvo una estrecha amistad.

Su estancia en México y su contacto con la Academia de Letrán resultaron significativos, pues en esta sociedad literaria se realizaban sesiones semanales, en las que era posible la convivencia entre las escuelas clásica, neoclásica y romántica. Cabe subrayar que, a diferencia del modelo romántico francés, adoptado por los autores mexicanos, el Romanticismo mexicano no tenía una lucha antagónica con el movimiento neoclásico. Prueba de ello era que en la Academia de Letrán, tanto liberales como conservadores, se reunían para expresar sin reservas sus preferencias literarias. Tradicionalmente, se ha dicho que los autores de la escuela clásica y neoclásica se inclinaban por ideas políticas conservadoras y los autores de la escuela romántica eran de ideas liberales. Sin embargo, de acuerdo con intereses políticos y económicos, hubo autores decimonónicos que en su estilo literario eran conservadores, pero en su quehacer social simpatizaron con ideas liberales.

Como ya se ha dicho, Manuel Payno aseveró que Fernando Calderón compuso durante su estancia en la capital de México, A ninguna de las tres (1841, Teatro Principal) y los dramas El torneo (18 de junio de 1839, Teatro de Zacatecas), Ana Bolena (9 de enero de 1842, Teatro Principal) y Hermán o la vuelta del cruzado (12 de enero de 1842, Teatro Principal). En A ninguna de las tres, contrario a los otros dramas mencionados, Calderón parte de un contexto nacional y una referencia contemporánea: la obra del dramaturgo español Manuel Bretón de los Herreros, Marcela, ¿o cuál de los tres? (30 de diciembre de 1831, Teatro del Príncipe, Madrid), según han afirmado críticos desde la centuria antepasada hasta nuestros días. En contraste con esta propuesta de filiación, Jonathan Rico propone una nueva lectura en la que se discuten formal y semánticamente los contenidos de ambas comedias y que da luces sobre la autonomía de la comedia de Calderón.[3]

A decir de Jonathan Rico, uno de los valores de A ninguna de las tres radica en que Fernando Calderón fue capaz de escribir, amén de los dramas caballerescos y medievales, una comedia que: “fue pensada para un público nacional, con fines educativos y de formación para la juventud mexicana y con el propósito de que los padres de familia instruyeran a sus hijos a partir de los consejos de sus mayores para que aquéllos fueran servidores útiles a la patria”.[4]

mostrar A ninguna de las tres: un mapa de caracteres

A ninguna de las tres plantea un desarrollo anecdótico sencillo: don Juan, hijo del antiguo amigo de don Timoteo, tiene la posibilidad de elegir a una de las tres hijas de éste para casarse. Este mecanismo de anécdota mínima permitió que en la comedia se desarrollara el comportamiento de los personajes a partir de las relaciones que estos sostienen en cada escena. Debido a que la acción está sustentada en la posible respuesta de don Juan, la construcción narrativa profundiza en exponer el carácter de cada una de las hijas de don Timoteo: Leonor, Clara y María, asimismo resalta los aspectos más ridículos que hay en ellas y que tienen su fuente en la mala educación impartida por sus padres.

Dividida en dos actos, la obra de Calderón comienza por situarnos temporal y espacialmente por medio de una acotación: “La escena pasa en México, 183..., en la casa de don Timoteo”.[5] Información que es relevante en tanto que la comedia nos da una clave para entender que, si bien, los personajes de la obra no están enmarcados en una fecha definida, sí lo están en un siglo específico: el xix. También se da noticia de que la trama se desarrolla en un día concreto: el santo de don Timoteo, 26 de enero. No obstante, Jonathan Rico ubica el tiempo de la comedia en 1837 de acuerdo con datos incluidos en voz de algunos personajes de la obra teatral: la aprobación de una pauta de comisos para el comercio interior, ratificada el 29 de marzo de 1837 y la presencia de tres eclipses, según lo señalado por el Calendario de Galván de ese año.[6]

Los diálogos entre doña Serapia y don Timoteo, al comienzo de la obra, nos permiten comprender cuál es el punto de vista de los personajes con respecto al tiempo en el que viven y las costumbres que en el transcurso de éste se han modificado:

DOÑA SERAPIA
                       ¡Cabal! Ahora
todo es más pronto.

DON TIMOTEO
                          Se han hecho
muchos progresos en todo
[...] Por fortuna, en estos días,
hace todo el mundo versos.

DOÑA SERAPIA
Pero no en latín.

DON TIMOTEO
                           ¿Latín?
¡Pues estás fresca! yo apuesto
que no saben declinar
a musa musæ.

DOÑA SERAPIA
                          Ya, pero…

DON TIMOTEO
Pero saben italiano,
francés, inglés.

DOÑA SERAPIA
Mas no griego
como en mis días.[7]

Posteriormente, es en medio de la nostalgia por el pasado y el contraste de dos generaciones enmarcado en la primera escena, que el autor nos presenta a don Timoteo y a doña Serapia. El primero como un hombre ingenuo, incapaz de mirar con ojos críticos a sus hijas y la segunda, como una mujer ignorante que secunda las decisiones erradas de su esposo.

La inclusión de don Antonio es sustancial para observar esto; a partir de su integración a las primeras escenas es posible saber que las hijas no realizan actividades referentes al hogar, como se esperaba en la época, puesto que “el Cielo les ha dado inclinaciones más altas”, y que a los ojos de don Timoteo, sus hijas son muchachas que cultivan grandes virtudes.

De esta forma, la narración de la comedia establece de manera indirecta, y a través de la mirada generosa de don Timoteo, los motivos por los que más adelante ha de ridiculizar a las tres mujeres: la vanidad de María, la falsa erudición de Clara y la actitud en exceso sentimental de Leonor. Esta crítica comienza a darse en voz de don Antonio quien no duda en tratar de advertir desde un principio a don Timoteo lo siguiente:

DON ANTONIO
[...]
Sabe usted, don Timoteo,
la franqueza con que siempre
he hablado a usted; yo no apruebo
ese modo con que educa
a sus hijas.[8]

Una vez planteado este punto, y tras la completa negación de don Timoteo a lo dicho por don Antonio, la trama comienza a dibujarse. A lo largo de la comedia observamos que el padre debe comprender los errores que comete al fomentar tales actitudes en sus hijas; lección que se construye en forma circular para don Timoteo: si años antes fue don Pedro –padre de don Juan– quien le enseñó la mejor forma de conducirse en la vida, ahora es don Juan quien debe aleccionar a don Timoteo por la manera en que instruye a sus hijas.

La obra dramática se vale tanto de don Juan como de don Antonio para hacer contrastes dentro de la obra; ellos son los únicos capaces de mirar su entorno objetivamente y de realizar juicios mesurados respecto al comportamiento de los demás. A decir de Jonathan Rico:

don Antonio, como hombre de su época, cree que las mujeres deben velar por su hogar, cultivar sus talentos, dedicar algún tiempo a la lectura, pero no quieran pasar por sabias, que tampoco ocupen su tiempo en fruslerías ni en gemidos y llantos; es decir, que no sean a la manera de Clara, Leonor y María.[9]

A pesar de que, en principio, podría considerarse como un personaje secundario, don Carlos es parte fundamental en tanto que, gracias a él, las escenas adquieren mayor dinamismo. Su personalidad parte de una actitud completamente antinacionalista y un deslumbramiento ridículo por la cultura francesa. En palabras de Francisco Monterde, don Carlos representa “el pesimismo de aquel sector, orientado entonces hacia Europa, cuyo desencanto se acentuó al liquidarse el Imperio de Iturbide”,[10] mas no decayó completamente, pues a fin de siglo hubo quienes aún tenían su mirada en países como Francia, capital de la modernidad. En síntesis, don Carlos es charlatán, apátrida, oportunista, vanidoso y afrancesado. Características contrarias a las de su amigo don Juan: callado pero elocuente, prudente, sincero, inteligente y permite ser guiado por sus mayores. Las estrategias que la comedia utiliza para vapulear este tipo de ideas que refleja don Carlos no se reducen únicamente a exponer el pensamiento de forma clara en el diálogo, sino que también apelan a distintos mecanismos de comicidad. Como ejemplo, basta recordar la escena vi del primer acto, en la que don Carlos crea una serie de mentiras para que don Timoteo decida ir a Francia y lo lleve consigo. Después de inútiles convencimientos, recibe la respuesta de que quizás en veinte años lo hará. Tras esto, lo único que queda, es la figura ridícula de don Carlos expuesta a los ojos del espectador.

Leonor es el otro personaje en quien se recarga la mayor crítica dentro de la obra, si consideramos el número de escenas en que aparece y se alude a su carácter. De Leonor sabemos que es una joven hipersensible, cuya actitud deviene de sus lecturas y su afición por los personajes románticos. Son las historias de Julia o la nueva Eloísa (1761), Werther (1774) y Clara de Alba (1799), las causantes de una conducta en extremo sensible y de un exorbitante gusto por el sufrimiento de personajes ficticios. En conclusión, a semejanza de Don Quijote, Leonor quedó enajenada por sus lecturas.

Una de las características de la comedia se centra en la forma de asimilar el Romanticismo. La joven Leonor parece asumir los aspectos menos importantes del movimiento y, por tal motivo, queda enmarcada cual si fuese una caricatura de los ideales románticos más inmediatos: el sufrimiento ante la vida, la idea del suicidio y la extrema sensibilidad.

Para lograr la exposición de los demás personajes, menos detallada, pero igual de contundente, se inserta a don Carlos. Éste se encarga de crear la interacción con los demás personajes y descubrir los defectos de María y de Clara. María, joven ufana, frívola, pero no ingenua y lectora de revistas de modas, expone frente al espejo y sin reparos toda su vanidad, habla en voz alta y se enorgullece de sus varios amantes hasta que se descubre en presencia de don Carlos y repara en su conducta disculpándose.

Es importante resaltar el hecho de que la comedia no se apoya en la creación de situaciones o enredos, sino en los comportamientos y exposiciones de ideas por medio de los personajes, aunque en ocasiones se hace valer de pequeños objetivos para exhibir el temperamento de los personajes y cerrar las escenas. Por ejemplo, en el primer acto, don Carlos, a partir de su interacción con María, logra quitarle un anillo de oro; situación que será reproducida en el segundo acto con Leonor.

Por su parte, Clara es una lectora asidua de periódicos políticos y económicos, conocedora de los clásicos griegos y romanos, a quienes prefiere por encima de las banalidades de su época. Desde Manuel Payno hasta la crítica de este siglo, Clara ha sido vista como una falsa erudita que cita por citar a los clásicos y se interesa en la política, materia exclusiva de los varones decimonónicos. En opiniones más recientes, este personaje:

puede parecernos como una mujer atenta a los hechos y acontecimientos políticos, económicos y sociales de su época, que lee fervientemente a los autores griegos y romanos quienes han ilustrado su pensamiento y que tiene gran interés por la vida gubernamental de su nación. En síntesis, Clara no tiene cabida en una sociedad patriarcal, en la que las órdenes estaban dictadas por los varones, quienes tenían el derecho a votar y a postularse para cargos públicos.[11]

En la presentación y el desarrollo de María, Leonor y Clara puede observarse que el interés de ellas no radica en agradar a don Juan, ni su comportamiento se ve afectado por la posible decisión que él llegue a tomar. La actitud de don Timoteo al ver a sus hijas es la que nos permite inferir que es en el padre en quien recae el mayor error: aplaudir en todo momento el proceder de sus hijas e incluso justificarlo.

De esta forma, podemos notar que uno de los grandes méritos de Fernando Calderón en A ninguna de las tres radica en la manera en que ensaya las ideas por medio de sus personajes. Ninguno de ellos sobra en la comedia, pues cada uno representa un punto en el que Calderón quiso reparar para someterlo a una mirada que en principio generó risa y, más tarde, reflexión al verse ahí personificadas algunas de las costumbres de la época en que el autor vivió.

mostrar Fernando Calderón y la crítica

En la edición facsimilar (Zacatecas, 1986) del libro Obras poéticas (Parnaso Mexicano, 1844), Fernando Tola de Habich señala que cada representación de las obras teatrales de Calderón “se veía inmediatamente rodeada de un clamoroso triunfo literario y de una casi inagotable ola de aplausos de los espectadores”.[12] En 2014, Jonathan Rico dató el estreno de la comedia a finales de 1841 en el Teatro Principal de la Ciudad de México. Este aviso, a pesar de haber sido consignado por Manuel Mañón en su Historia del Teatro Principal de México (México, 1932), no había sido documentado por otro investigador. La búsqueda de materiales para los estudios de recepción de la comedia de Fernando Calderón habría que realizarse en fuentes hemerográficas, las cuales aportarían información de primera mano y confiable, según advierte Jonathan Rico.[13]

En 1850, cinco años después de la muerte de Fernando Calderón, el editor Ignacio Cumplido retomó la tarea de continuar su colección el Parnaso Mexicano. Para llevarla a cabo, presentó la reedición “corregida y aumentada” de las Obras poéticas (México, 1850), del autor de El torneo y Ana Bolena. Esta nueva edición fue prologada por el escritor José Joaquín Pesado, quien comentó acerca de A ninguna de las tres lo siguiente:

La primera es una comedia, escrita a imitación de la Marcela, de don Manuel Bretón de los Herreros; tres muchachas, de caracteres exagerados, desagradan a un amante juicioso, así como en la Marcela tres amantes con defectos semejantes no merecen el amor de una viuda rica. El plan de esta obra es sencillo, los versos armoniosos, las escenas divertidas. Falta en ella un gran interés, como falta también en la que le sirvió de original. Por otra parte, está un poco cargada de mejicanismo, o sea de cierta propensión a defender los defectos de nuestro país. Ridículo es el carácter de don Carlos, que afecta imitar constantemente las costumbres francesas y deprimir las del país; pero no lo es a veces menos el de sus antagonistas. Calderón con más edad habría conocido que hay otros caracteres infinitamente más viciosos que corregir en nuestra sociedad.

Este lacónico comentario proviene directamente de lo ya expuesto por Manuel Payno en su prólogo a la edición de 1844, en el cual se dijo:

La comedia es el reverso de la Marcela, de don Manuel Bretón de los Herreros. Calderón pintó tres caracteres exagerados en tres muchachas, y por cuya causa ninguno agradó a un amante juicioso; Bretón pintó tres caracteres exagerados en tres jóvenes, y por cuya causa no agradaron a una viuda de talento.[14]

En 1852, dos años después de la reedición de Ignacio Cumplido, Villaseñor escribió en defensa de la comparación entre la obra de Manuel de los Herreros y Fernando Calderón:

Las suspicacias hallarán semejanza en el título de la comedia y acaso en el planteamiento principal, pero no en lo demás como pasamos a demostrarlo. ¿Qué semejanzas se encuentran entre Marcela y Juanito? ¿Cuál entre don Martín, don Amadeo, don Agapito y Leonor, Clara y María? ¿Será lo mismo un almibarado regalador de pastillas que la romántica Leonor? ¿Qué tiene que ver el carácter rasgado de don Martín o el poético de Amadeo, con los que pintó Calderón?

En 1885, Francisco Pimentel utilizó el volumen publicado en 1850 por Ignacio Cumplido para realizar un análisis de las obras líricas y dramáticas de Calderón, en el cual señaló que Marcos Arróniz, en los comentarios realizados en Manual de biografía mejicana (1859), había entendido mejor a Fernando Calderón que José Joaquín Pesado. También señaló que:

No es cierto, como dice Arróniz, que falte intención moral a las composiciones dramáticas de Calderón; ya hemos explicado en qué consiste la moralidad de las cuatro piezas que nos son conocidas únicas que también conoció Arróniz porque son las que se han publicado. [...] Relativamente a que falte enredo complicado con los dramas de nuestro autor, como en los de Calderón de la Barca, en lugar de ser un defecto es una cualidad: el enredo de las antiguas comedias españolas ha sido condenado no sólo por críticos extranjeros, como Diderot en Francia y Lessing en Alemania, sino por españoles juiciosos como Hermosilla y Moratín.

A principios del siglo xx, en sus Memorias de mis tiempos. 1828 a 1840 (México, 1906), Guillermo Prieto criticó la ligereza con la que Calderón tomaba modelos para su creación, aunque resaltó:

Calderón era medianamente instruido y poco estudioso: los asuntos de sus dramas los sacaba de la primera novela que caía en sus manos. // De A ninguna de las tres tomó el canevá para bordarlo a su manera con los caracteres de la sociedad en que vivía, porque era singularísimo en él la sutileza de observación, la rectitud de juicio y la penetración de resortes del gran mundo, en su carácter bondadoso y aparentemente insustancial.

Anteriormente, en 1868, Ignacio Manuel Altamirano escribió en Revistas literarias de México a propósito de Calderón y otros de sus contemporáneos, como Rodríguez Galván, Carpio, Pesado y Payno: “Aquel grupo de entusiastas obreros fue dispersado por el huracán de la política, no sin dejar preciosos trabajos que son hoy como la base de nuestros edificios literarios”.[15] Y, más adelante, agregó con respecto al afán de los autores mexicanos por tomar como base de sus obras la historia y la geografía extranjeras:

Este mal es antiguo y digno de llamar la atención de nuestros jóvenes escritores, para procurar acabar con él a fuerza del ingenio. Ya él fue causa de que los dramas de Fernando Calderón, muy bellos por cierto, fuesen preferidos a los de Rodríguez Galván, que eran, en nuestro concepto, mejores. Calderón, con su feliz imaginación y su sentimentalismo pudo haber ayudado al segundo a crear el teatro nacional; y no que fue a emplear sus dotes en resucitar asuntos caballerescos de la Edad Media, que ninguna utilidad podrían traer, sino un fútil entretenimiento y un extravío de gusto, o bien fue a buscar en la historia de Inglaterra un episodio, que mejor inspirados habían ya trasladado al teatro algunos poetas europeos.[16]

Sobre este comentario, Francisco Monterde –investigador asiduo de Fernando Calderón– concluyó en su “nota preliminar” a la edición de 1944 de A ninguna de las tres que el autor no podría haber abordado ciertos temas de su tiempo, dadas las condiciones políticas de ese momento.[17] Idea que desarrolló más adelante en su ensayo “Una evasión romántica de Fernando Calderón”.[18] Empero, a pesar de las críticas negativas que Calderón Beltrán recibió por su “antinacionalismo” y por las pésimas condiciones de un país en continuas batallas, Jonathan Rico apunta que el autor de A ninguna de las tres, para componer esta comedia:

dejó de lado su gusto por los dramas caballerescos e históricos y se sentó a escribir para la sociedad mexicana que necesitaba formar correctamente a las generaciones venideras y, con ello, fomentar valores nacionales que tanto necesitaba México después de haberse convertido en una nación independiente.[19]

Actualmente, entre el material más completo que existe sobre la obra Fernando Calderón se encuentra la edición realizada por Fernando Tola de Habich en 1986, quien además de compilar los textos poéticos y dramáticos calderonianos, se encargó de reunir comentarios críticos en torno al autor bajo el título Obras poéticas (Parnaso mexicano 1844). Esta edición facsimilar, que proviene de la edición de 1844 (México, Ignacio Cumplido), contó con el apoyo conjunto del Gobierno de Zacatecas y la Universidad Autónoma de Zacatecas. Para 1999, Fernando Tola de Habich presentó íntegro su antes mencionado trabajo a la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual lo aceptó y publicó en la colección “Al Siglo xix. Ida y Regreso” (México, unam, 1999). Sin embargo, Jonathan Rico señala que esta edición, a pesar de que se anuncia como facsimilar, no puede ser considerada como tal debido a que suprimió los siguientes elementos:

1) la acotación “(Se va)” del último verso del acto ii, escena iv; 2) la marca de los dobleces de las hojas que en la edición del “Parnaso Mexicano” aparecen con el número 20, 21, 22 etc; 3) la litografía de Fernando Calderón, que servía como frontis, elaborada en los talleres litográficos del callejón de Santa Clara, número 8; 4) el índice de las materias contenidas, el cual ocupa las páginas 389 y 390 y 5) los errores de numeración de las páginas 171 a 175 y 175 a 178, que se eliminaron, quedando dichas páginas sin numerar.[20]

Finalmente, cabe mencionar que, en 2014, Jonathan Rico dio a conocer la primera edición crítica de A ninguna de las tres, la cual contó con un estudio preliminar en el que se presentó una biografía crítica de Fernando Calderón y un panorama general de la vida teatral de los años treinta y cuarenta del siglo xix. Asimismo, se cuestionó la crítica postcalderoniana que habla de la comedia de Calderón como el revés de la comedia Marcela o ¿a cuál de los tres?, de Bretón de los Herreros. También el estudio preliminar contó con un apartado que abre la discusión ante la pregunta: ¿cómo editar obras dramáticas decimonónicas? Tarea pendiente para los estudios filológicos y ecdóticos nacionales y extranjeros.

mostrar Bibliografía

Altamirano, Ignacio ManuelRevistas Literarias, México, D. F., F. Díaz de León y S. White, Impresores, 1868, (consultado el 26 de abril de 2014).

Calderón, FernandoA ninguna de las tres, 3ª ed., México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 47), 1993.

Enríquez Álvarez, Reyna Elizabeth, El teatro mexicano en la obra de Fernando Calderón, Tesis de licenciatura, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1995.

Monterde, Francisco, Estudio preliminar de “A ninguna de las tres”, 3ª ed., México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 47), 1993.

----, “Evasión romántica de Fernando Calderón”, en Figuras y generaciones literarias, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 127), 1999, pp. 93-108.

Pérez Leyva, María de los Ángeles, "Fernando Calderón y su teatro", Tesis de maestría, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 1950.

Rico Alonso, JonathanEstudio y Edición crítica de A ninguna de las tres (1844), de Fernando Calderón, Tesis de licenciatura, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México, 2014.

Salinas Berenguer, María Paz, "`Un acercamiento a Marcela o ¿a cuál de los tres?´ de Manuel Bretón de los Herreros", Berceo, núm. 154, 2008, pp. 7-45.

Teatro mexicano. Historia y dramaturgia xiv. Dramas románticos (1830-1886), est. introd. y notas de José Francisco Conde Ortega, México, D. F., Dirección General de Publicaciones del CONACULTA, 1994.

Tola de Habich, Fernando (ed.), Obras poéticas (Parnaso mexicano 1844) Fernando Calderón, pres. y apéndices de Fernando Tola de Habich, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México (Al Siglo xix. Ida y Regreso), 1999.

mostrar Enlaces externos

Crítica a la obra A ninguna de las tres de Fernando Calderón dirigida por Germán Castillo, (consultado el 26 de febrero de 2014).

La vida de Fernando Calderón se conoce aún imperfectamente, por los errores y lagunas que aparecen en todas sus biografías escritas en el presente siglo. Fué el primero de los románticos mexicanos que estrenó sus obras con positivo éxito , en los teatros de la capital y de algunos de los Estados.

Varias de esas obras sobrevivieron al autor, pues han seguido representándolas, casi hasta nuestros días, en México y en varias poblaciones del vecino país del Norte. Dentro de una producción que fué preferentemente dramática, la comedia A ninguna de las tres resulta excepcional, por breve y ligera, en nuestro romanticismo. Por eso se reimprime en este tomo de la Biblioteca del Estudiante Universitario.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1944. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


La vida de Fernando Calderón se conoce aún imperfectamente, por los errores y lagunas que aparecen en todas sus biografías escritas en el presente siglo. Fué el primero de los románticos mexicanos que estrenó sus obras con positivo éxito , en los teatros de la capital y de algunos de los Estados.

Varias de esas obras sobrevivieron al autor, pues han seguido representándolas, casi hasta nuestros días, en México y en varias poblaciones del vecino país del Norte. Dentro de una producción que fué preferentemente dramática, la comedia A ninguna de las tres resulta excepcional, por breve y ligera, en nuestro romanticismo. Por eso se reimprime en este tomo de la Biblioteca del Estudiante Universitario.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1978. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


Fernando Calderón (1809-1845), escritor y abogado oriundo de la ciudad de Guadalajara, inició su trayectoria de dramaturgo en 1827, cuando estrenó en su ciudad natal la obra Reinaldo y Elina, a la que siguieron otras muchas, que fueron representadas pero no publicadas, tal es el caso de Zeila o la esclava indiana, Armandina, Ifigenia y Hersila y Virginia. Pasado 1840, los dramas y comedias de Calderón empezaron a ser representados en los escenarios de la ciudad de México, destacando aquellos de temas históricos, como Ana Bolena, El torneo y Herman o la vuelta del cruzado.

La Biblioteca del Estudiante Universitario presenta la comedia A ninguna de las tres, obra con la que Calderón replicó a la popular Marcela, o ¿a cuál de las tres?, de Bretón de los Herreros. En ella critica la deficiente educación femenina, el afrancesamiento y otros rasgos de la sociedad de su tiempo. El estudio preliminar corrió a cargo de don Francisco Monterde.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 1993. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.


 

Otras obras de la colección (Biblioteca del Estudiante Universitario):

Obras por número o año

Obras por género literario

El Libro del Consejo (Popol Vuh)
Prólogo de Francisco Monterde. Traducción y notas de Miguel Ángel Asturias, J. M . González de Mendoza 126969. Traducción y notas de Georges Raynaud. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 1) / Imprenta Universitaria.

Crónicas de la Conquista
Introducción, selección y notas de Agustín Yáñez. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 2) / Imprenta Universitaria.

México en 1554 : tres diálogos latinos
Traducción al español de Joaquín García Icazbalceta. Nota preliminar de Julio Jiménez Rueda. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 3) / Imprenta Universitaria.

Autos y coloquios del siglo XVI
Prólogo y notas de José Rojas Garcidueñas. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 4) / Imprenta Universitaria / Coordinación de Humanidades (UNAM).

Los pechos privilegiados
Estudio preliminar de Julio Jiménez Rueda. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 5) / Imprenta Universitaria.

Las paredes oyen
Estudio preliminar de Julio Jiménez Rueda. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 6) / Imprenta Universitaria.

Poesías profanas
Prólogo y selección de Francisco Monterde. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 7) / Imprenta Universitaria.

Semblanzas e ideario
Prólogo y selección de Arturo Arnáiz y Freg. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 8) / Imprenta Universitaria.

Pueblo y canto
Prólogo y selección de Mauricio Magdaleno. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 9) / Imprenta Universitaria.

Prosas
Prólogo y selección de Antonio Caso. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 10) / Imprenta Universitaria.

Poesía indígena de la altiplanicie
Introducción de Ángel María Garibay. Selección, versión y notas de Ángel María Garibay. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 11) / Imprenta Universitaria.

Crónicas de Michoacán
Selección, introducción y notas de Federico Gómez de Orozco. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 12) / Imprenta Universitaria.

Relaciones históricas
Selección, prólogo y notas de Manuel Romero de Terreros y Vinent. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 13) / Imprenta Universitaria.

Los empeños de una casa
Prólogo de Julio Jiménez Rueda. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 14) / Imprenta Universitaria.

El pensador mexicano
Estudio preliminar, selección y notas de Agustín Yáñez. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 15) / Imprenta Universitaria.

El Gallo Pitagórico
Estudio preliminar y selección de Mauricio Magdaleno. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 16) / Imprenta Universitaria.

Musa callejera
Prólogo y selección de Francisco Monterde. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 17) / Imprenta Universitaria.

Aires de México
Prólogo y selección de Antonio Acevedo Escobedo. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 18) / Imprenta Universitaria.

Selva y mármoles : antología histórica
Selección, introducción y notas de Gabriel Méndez Plancarte. México, D. F. : Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 19) / Imprenta Universitaria.

Cuentos, crónicas y ensayos
Selección y prólogo de Alfredo Maillefert. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 20) / Imprenta Universitaria.

Libro de Chilam Balam de Chumayel
Traducción y prólogo de Antonio Mediz Bolio Contarrel. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 21) / Imprenta Universitaria.

Doctrina
Prólogo y selección de Agustín Yáñez. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 22) / Imprenta Universitaria.

Grandeza mexicana ; Fragmentos del Siglo de Oro ; El Bernardo
Introducción de Francisco Monterde. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 23) / Imprenta Universitaria.

Humanistas del siglo XVIII
Introducción y selección de Gabriel Méndez Plancarte. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 24) / Imprenta Universitaria.

Estudios
compilación y prólogo de José Fuentes Mares. México, D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México (Biblioteca del Estudiante Universitario; 26) / Imprenta Universitaria.