Enciclopedia de la Literatura en México

Literatura del exilio español

Bajo este rubro de agrupa la producción literaria que se dio en México con motivo del exilio ocasionado por la Guerra Civil Española. Gracias a la política exterior de Lázaro Cárdenas, los refugiados españoles encontraron aquí las condiciones adecuadas para continuar su labor artística y literaria.

En México, desembarcaron seis generaciones literarias. La mayoría de los españoles que llegaron a partir de julio de 1938 eran escritores e intelectuales de excelente nivel. Alguno publicaron en México lo más sobresaliente de su producción; otros dieron a conocer en nuestro país sus primeras obras. Existen muchos textos literarios pertenecientes a los más diversos géneros, escritos por exiliados en las publicaciones literarias del momento: España peregrina, Las Españas, Romance, Letras de México, Taller, y El hijo pródigo.

Los transterrados se enfrentaban con la diversidad que ofrecía México: los paisajes, las costumbres y formas de vida. Se trataba de una cultura nueva. Por esto, algunos críticos afirman que sus producciones, en un principio, estuvieron matizadas por anécdotas que referían aspectos de la cotidianeidad, incidentes que les dieron nueva luz sobre México. El hecho de estar lejos de España les proporcionaba la oportunidad de juzgar lo que en ella sucedía desde una perspectiva exterior. En la medida en que se fueron incorporando a la vida cultural de México, se involucraron con los fenómenos educativos y de difusión cultural propios del país.

Es importante hacer notar el gran trabajo de traducción que realizaron los transterrados: obras de muchos géneros e idiomas fueron dadas a conocer en breve gracias a su intermediación.

Al inicio de la inmigración, la mayoría pretendía continuar, en tierras mexicanas, la línea de trabajo que había iniciado en España.

Con el transcurso del tiempo, se fueron asimilando a México y comenzaron a defender los postulados de libertad y justicia no sólo para España, sino para la cultura en general.

Dentro de la temática poética del exilio se encuentra una preocupación auténtica por descubrir a México desde sus distintos puntos: el histórico, el literario, el social, el humano.

En la poesía existe una profunda nostalgia por la tierra perdida y curiosidad por la tierra encontrada. En muchas ocasiones, la visión que se proyecta de España es una evocación. Se trató de una poesía de gran fuerza, sobria e intensa a la vez. Temas de inspiración fueron la orfandad, el paso del tiempo y la muerte. La religión sirvió de tema a León Felipe y a Ernestina Champourcin, entre otros.

Entre los poetas transterrados más sobresalientes destacan: Enrique Diez-Canedo (El desterrado, 1940); Josep Cerner (Nabí, 1940); León Felipe (Español del éxodo y del llanto, 1939), José Moreno Villa (Noche del verbo, 1944), Juan José Domenchina (Tres elegías jubilares, 1946), Juan Larrea (Versión celeste, 1970), Pedro Garfias (Río de aguas amargas, 1948), Luis Cernuda (La realidad y el deseo, 1940), Juan Rejano (Alas de tierra, 1975), Manuel Altolaguirre (Más poemas de las islas invitadas, 1944).

Hacia 1950 surge una nueva generación: hijos de refugiados, nacidos o formados en México: Manuel Durán (El lago de los signos, 1978), José Pascual Buxó (Lugar del tiempo, 1974), Tomás Segovia (Anagnórisis, 1967), Luis Rius (Canciones de amor y sombra, 1965), Angelina Muñiz (Morada interior, 1972).

La narrativa transterrada comenzó de cero en México. La situación de la prosa en España antes del estallido de la guerra civil no era prometedora. Se seguían sólo dos rutas: las huellas de Unamuno y las de la generación del 27. Sin embargo, una de las características que dieron inicio a esta etapa fue el redescubrimiento de la vida y obra de Benito Pérez Galdós. Este escritor fue el más leído, retomado y citado por los exiliados, de tal suerte que se reviven escenas, personajes, monólogos, atmósferas a la manera de Galdós. De acuerdo con Arturo Souto, pueden distinguirse tres características principales de la narrativa transterrada:

1) La vuelta al realismo, aunque ya no como en el siglo xix, sino con un enfoque nuevo, acorde a las exigencias de la época. Se cuida mucho el ambiente psicológico, el lenguaje, el estilo y la interioridad de los personajes.

2) La escritura es personal. son novelas a la manera de confesión, un intento de explicarse a sí mismo la tragedia de la guerra.

3) México como motivo de inspiración. La narrativa del exilio representa la visión de los españoles como pueblo, como exiliados, y la de la vida mexicana a través de los ojos de un extranjero. Entre los narradores destacan: José de la Colina (La lucha con la pantera, 1962), Manuel Andújar (Partiendo de la angustia, 1943), José Ramón Arana (El cura de Amuniaced, 1950), Max Aub (Yo vivo, 1953), Simón Otaola (Los tordos en el pirul, 1953) y Roberto Ruiz (Los jueces implacables, 1970).

Es frecuente encontrar un tono de homenaje y agradecimientos en las obras de los exiliados españoles.

El ensayo, medio de expresión idóneo para las inquietudes de los transterrados, proliferó enormemente. Los exiliados encontraron allí, además, del medio para sobrevivir, colaborando en periódicos y revistas.

Entre los ensayistas más destacados se hallan: Américo Castro (La realidad histórica de España, 1954), Antonio Sánchez Barbudo (Una pregunta sobre España, 1954), Ramón Xirau (Octavio Paz: el sentido de la palabras, 1970), José Moreno Villa (Cornucopia de México, 1940), Juan Rejano (La esfinge mestiza, 1945). También figuraron José Gaos, Eduardo Nicol, Adolfo Sánchez Vázquez y Ramón Iglesias.

Gracias a la influencia de los transterrados se dio un mayor impulso a la empresa editorial mexicana. Es el caso de editoriales como Séneca, Editorial Grijalbo y Distribución Iberoamericana de Publicaciones (ediapsa) y Editorial Joaquín Mortiz. Lo mismo sucedió en las instituciones culturales: La Casa de España en México, El Colegio de México, el Ateneo Español de México y muchas otras.

El exilio aportó a través de su literatura una comprensión más profunda de los procesos históricos y culturales, además de significar una apertura decidida a las corrientes del pensamiento universal.


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