Enciclopedia de la Literatura en México

Azulejos. Revista mensual mexicana

Jonathan Rico Alonso
01 sep 2018 / 20 nov 2018 11:34

mostrar Introducción

Tras el asesinato de Venustiano Carranza en mayo de 1920, Adolfo de la Huerta fue elegido por el Congreso para ocupar la silla presidencial de junio a noviembre de ese año. La mayoría de los historiadores reconoce su labor para pacificar la nación. Era urgente tranquilizarla, debido a los estragos ocasionados por la Revolución (1910-1917) y la tensión global generada por la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Con el nombramiento de Álvaro Obregón como jefe de Estado en diciembre de 1920, la atmósfera bélica en México comenzó a transformarse en una época de reconstrucción.

A grandes rasgos, se llevaron a cabo trabajos de restauración y mantenimiento de las vías férreas, que habían sido destruidas durante la Revolución; empezaron las tareas de construcción de carreteras y, poco a poco, sobre todo en la Ciudad de México desde tiempos de Porfirio Díaz, se cambió el transporte de tiro por el automotor. Asimismo, nuestro país llegó a convertirse en el tercer productor mundial de petróleo.[1]

En 1921, el entonces primer mandatario ordenó que se realizara el Censo General de Población. El conteo arrojó poco más de 14 millones de mexicanos. También durante el primer año de gobierno de Obregón, se creó la Secretaría de Educación Pública y se celebró el centenario de la consumación de la Independencia. En el campo cultural, José Vasconcelos cumplía su primer aniversario al frente de la rectoría de la Universidad Nacional; Manuel M. Ponce y Julián Carrillo eran reconocidos como los grandes exponentes de la música nacional; el muralismo alzaba su bandera victoriosa por encima de otras expresiones pictóricas; veía la luz la Exposición de Arte Popular, por iniciativa de Roberto Montenegro, y las butacas y los palcos de los teatros se vaciaban para llenar los asientos de los cines.

A la par de la circulación de las revistas y publicaciones periódicas México Moderno (1920-1923), La Falange (1922-1923), Orto (1922), Número (1922), El Libro y el Pueblo (1922-1935) y El Maestro (1921-1923), apareció en agosto de 1921 Azulejos. Revista Mensual Mexicana –de acuerdo con su subtítulo–, editada por Ramón Riveroll y los hermanos Pablo y Antonio Prida Santacilia. Salió irregularmente de agosto de 1921 a diciembre de 1923 de los “talleres de Jesús Rico, Tipógrafo”, ubicados en el número 54 de la 3ª de Guerrero (México, Distrito Federal) y fue registrada como artículo de segunda clase, como solía hacerse con otros materiales hemerográficos de la época, el 5 de septiembre de 1921 en la Administración de Correos de la capital.[2] Hasta donde conozco, constó de nueve números –cada uno de 44 páginas más portadas–[3] repartidos en dos tomos: el primero incluye 7 números dados a conocer mensualmente de agosto de 1921 a mayo de 1922, con interrupciones en los meses de diciembre, marzo y abril. El segundo, únicamente abarca los números uno y dos correspondientes a julio y diciembre de 1923.[4]

En cuanto al precio, los sueltos del primer tomo costaron 50 centavos en la Ciudad de México mientras que los del segundo y último tomo duplicaron su valor. Para el resto de las entidades federativas, el importe era fijado por los agentes y en el extranjero se pagaba un peso por número (tomo i) y, posteriormente, un peso con cincuenta centavos (tomo ii). Las suscripciones debían solicitarse en la librería “La Editorial Hispano-Mexicana”, con sede en la 1ª de Bolívar, núm. 15 en el Centro Histórico.[5] A un par de calles de allí se encontraba la redacción o las “oficinas provisionales” de la revista: Motolinia núm. 2, despacho 42.[6]

El tamaño de Azulejos era de 32 cm x 23.5 cm, sus estereotipias o clichés estaban supervisados por el fotograbador mexicano Agustín Buznego y, al decir de Francisco Monterde, fue poseedora de una “elegante presentación –papel cuché, buenas portadas– [que] superó a las [revistas] anteriores”;[7] es decir, a Faros (1916), Tricolor (ca. 1916-1918), Álbum Salón (1918-1919) y Plus Ultra (1919). Sus cubiertas fueron ilustradas por diferentes artistas y arquitectos con gran prestigio, a saber: Andrés Audiffred, Carlos H. Tarditi, José López Moctezuma, Roberto Montenegro, Jorge Enciso, Agustín Lazo, Diego Rivera y Carlos Obregón Santicilia; este último, familiar por el lado materno de los hermanos Pablo y Antonio.

Imagen 1. Primera de forros de Azulejos, núm. 1, agosto de 1921. Fondo General de la Hemeroteca Nacional de México.

mostrar Los editores

Quizá Pablo Prida (1886-1973) haya sido el personaje más destacado de los tres miembros que integraron en un principio la mesa editorial de Azulejos. Al igual que su hermano Antonio, fue descendiente de Benito Juárez y vástago de Ramón Prida, empresario teatral e historiador. A lo largo de su longeva vida, se destacó como abogado, diputado, juez de Registro Civil y principalmente como dramaturgo de obras o géneros menores (zarzuelas, sainetes, revistas musicales, etc.). Además de en la Ciudad de México, vivió en La Habana y Nueva York; ciudades en las que fundó una compañía teatral y colaboró para varios periódicos. Escribió guiones para cine, radio y televisión. Propietario del Cine Rex, socio fundador de la Sociedad Mexicana de Periodistas y accionista del Frontón Colón, Pablo Prida presentó obras en los teatros Garibaldi, Ideal, Regis, Principal y Lírico; amén de realizar giras por varios estados de la República y en las capitales de Guatemala y Cuba. Se sabe que por sus ideas y algunas de sus revistas de corte político, el empresario tuvo que exiliarse en varias ocasiones.

Poco se conoce sobre Ramón Riveroll; tal vez el dato más relevante para estas líneas sea el que junto con Pablo Prida haya editado, antes y después de Azulejos, las publicaciones Thalía, La Gaceta de Policía y La Tarántula.[8] A este equipo de trabajo, se le unió Felipe de J. Haro como gerente a partir del segundo tomo (julio de 1923). Haro pasó a la historia del cine nacional por su papel como el cura Hidalgo en la primera película mexicana con argumento: El Grito de Dolores, filmada en octubre de 1910.

Finalmente, para completar la plantilla de los hombres que dirigieron o que colaboraron asiduamente en Azulejos, hay que mencionar a Carlos Obregón Santacilia (1896-1961) y a Roberto Montenegro (1885-1968). Al primero se le recuerda por ser precursor de la arquitectura mexicana moderna y por su estilo art decó, el cual alcanzó su cúspide con la construcción del Monumento a la Revolución (1938). Este arquitecto y su colega Carlos H. Tarditi –quien es autor de la portada del mes de octubre de 1921 de Azulejos–, durante el tiempo en que se vendió la revista de sus familiares, ganaron el concurso para diseñar el Pabellón de México en la Exposición Mundial de Río de Janeiro (1922) y, de manera individual, Carlos Obregón remodeló el hoy desaparecido edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores (1923) en la Avenida Juárez.

Acerca de Roberto Montenegro bastaría con recordar que perteneció a la generación de los grandes pintores: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Carlos Mérida; vivió en París y Madrid durante las primeras décadas del siglo pasado, donde se dio a conocer en las revistas Le Témoin, Blanco y Negro y Revista Mundial; estudió en la Academia de San Carlos y regresó a México en 1920 para montar, en junio de ese año, su primera exposición individual en la institución que lo matriculó.

mostrar Título

Al finalizar las páginas del primer número de la revista, los editores, además de agradecer de manera general a todas aquellas personas que colaboraron para que se imprimiera por primera vez su publicación, dieron las gracias a sus “queridos amigos Carlos M. Ortega y Manuel Castro Padilla [alias ‘El güero Castro’], propietarios del nombre de «Azulejos» que galantemente [se] lo han cedido”.[9]

Si bien es cierto que los señores Ortega y Castro fueron amigos de Pablo Prida, también fueron sus socios y compañeros de trabajo en las piezas de teatro de revista como La tierra de los volcanes (1915), El país de los cartones (1915), El calendario del año (1921), El último impuesto (1923), entre muchas otras estrenadas en recintos nacionales como el Teatro Lírico, en septiembre de 1919 salió a la luz lo que podría ser denominada como la primera época de Azulejos.[10]

En esta primera etapa –que va del 12 de septiembre al 26 de diciembre de 1919– la revista nació con el mismo nombre que la de 1921, pero en lugar de imprimirse cada mes, se hacía todos los viernes. Carlos M. Ortega fue su director y Manuel Castro Padilla su director musical. Asimismo, Guillermo Castillo se desempeñó como el jefe de redacción y Francisco Mendiola como el dibujante principal y creador de las portadas coloreadas de los 16 números que constó la publicación. Al parecer, Pablo Prida no figuró dentro de la redacción debido a que por aquellos días vivía en la Gran Manzana. De ello dan fe sus “Crónicas de New York. Las excentricidades yankees: una herencia que nos conviene”, fechadas el 3 de octubre de 1919 e incluidas en la revista una semana después.

A semejanza de su descendiente, Azulejos (1919) tuvo por colaboradores a Andrés Audiffred, Luis Tornel Olvera, José F. Elizondo, el Dr. Atl y al mencionado Pablo Prida; también perseguía un fin nacionalista o patriótico, pues tenía “el propósito de ser un periódico muy mexicano”,[11] y utilizó la misma tipografía y el mismo diseño de azulejos para el título de la publicación que se colocaba en la primera hoja. De igual modo, las primeras hojas de los dos primeros números de ambos materiales salieron impresas con tinta azul (septiembre de 1919 y agosto de 1921). Como diferencias principales cabe mencionar el tipo de papel (el de la segunda época superó en calidad al de la primera) y el público lector: la primera estaba dirigida a “literatos, poetas, pintores y enamorados del encanto de todo lo nuestro”, según se lee en su preludio, mientras que la segunda tenía como objetivo llegar a un sector más homogéneo y de poder adquisitivo superior: la clase alta o burguesa. El precio y el tamaño de las dos Azulejos también fueron distintos: las dimensiones de la de 1919 fueron menores a los 32 cm x 23.5 cm de la segunda, y su costo se mantuvo en 25 centavos por suelto en la Ciudad de México a lo largo de sus cuatro meses de vida.

Con la voz ‘azulejo’ se alude al tono azulado o al color azul que puede tener algún objeto común o cuerpos grandes: el cielo y el mar, por ejemplo. En la tradición literaria hispanoamericana, el azul remite al Modernismo. Este movimiento que nació en el último tercio de la centuria decimonónica y tuvo vigencia hasta los primeros años de la Revolución, en el caso de México. No obstante, al revisar las páginas de Azulejos aún se encuentran ecos y dejos del modernismo najeriano (véase el número dedicado al Duque Job) y se leen versos y uno que otro fragmento en prosa de los decadentistas y modernistas José Juan Tablada y Carlos Díaz Dufoo.

Imagen 2. Primera de forros de Azulejos, agosto de 1921. Fondo General de la Hemeroteca Nacional de México.

En el amplio espectro que abarcan las artes decorativas, el azulejo ha sido utilizado y valorado como un elemento ornamental que reviste comúnmente suelos y paredes. No tiene una función de soporte como otros materiales duros y ásperos; es sólo un ente estético fabricado desde la Edad Media por los árabes y que llegó a nuestro país durante el virreinato para ser trabajado con preciso cuidado por los artesanos poblanos, principalmente, hasta darle nombre y significado propios: azulejo de talavera poblana. De esta manera, se “nacionalizó” al grado de formar parte de la identidad mexicana, que fue buscada y luego exaltada por Riveroll y los Prida entre 1921 y 1923.

Máxima expresión arquitectónica vestida con ladrillos vidriados, la Casa de los Azulejos ha sido residencia de condes novohispanos, domicilio del Jockey Club cuando gobernaba Porfirio Díaz y, para la época de vida de la publicación de los hermanos Prida Santacilia, el primer Sanborns de México (1920) que se consolidó, desde sus inicios, como un lugar de prestigio social; como el restaurante al que asistía la clase alta, que era el público lector de Azulejos.

Visualmente las portadas de los números uno y siete fueron ilustradas o decoradas, si se recuerda el atractivo colorido del azulejo, con motivos azulados por el arquitecto Carlos Obregón Santacilia y el pintor Jorge Enciso; este último, Inspector General de Monumentos Artísticos durante el gobierno de Carranza. Ambas portadas, que señalan el mes, el precio y el título de la revue, proponen azulejos típicamente mexicanos; aquéllos que hoy en día son reconocidos a lo largo del orbe porque se convirtieron en prototipos y que aún adornan las casas de pueblos mágicos, de barrios coloniales y de provincias.

mostrar Géneros y secciones

Con excepción de la novela, Azulejos dio cabida a todos los géneros literarios y expresiones artísticas canónicas y modernas para la época: biografías, poemas, prosas poéticas, cuentos, críticas, reseñas, crónicas teatrales y de ópera, ensayos-artículos de opinión, fotografías, retratos, caricaturas, cuadros, ilustraciones, dibujos, noticias varias y piezas musicales. Algunas de estas creaciones fueron compuestas ex profeso para la revista (verbi gratia, el poema “El alba” de Bernardo Ortiz de Montellano) y se aclaró, desde el primer número y hasta el cinco, que: “Todos los artículos que aparecen en esta revista son inéditos”.[12] Empero, dicha sentencia no fue del todo verdadera, ya que el poema “Nueva España” de Alfonso Cravioto fue tomado del libro El alma nueva de las cosas viejas, que fue publicado a principios de 1921.

En el sumario se dejan ver las secciones de teatros, ópera, cine, sociedad y modas. De este ramillete, me interesa únicamente hablar, para dar una idea acerca del tipo de público lector que perseguía Azulejos, de modas y de sociedad. La primera de este dúo sólo estuvo vigente los primeros tres meses del tomo i (agosto, septiembre y octubre de 1921). Durante este lapso se dieron a conocer creaciones de “El Nuevo Mundo”, almacén de ropa que aún continúa en servicio entre las calles de Venustiano Carranza y 16 de Septiembre, de El Palacio de Hierro e importaciones de la “Maison de Luxe”, primera casa de modas en México ubicada en la primera de Francisco I. Madero en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Mientras que de las importaciones (pieles, sombreros, abrigos, vestidos traídos de la Rue de la Paix y de la Place Vendôme) sólo se tomaron tres fotografías, de las creaciones, que eran abrigos y vestidos de sastre, de noche y de diner, se hicieron tanto dibujos como fotos.

Después del contenido artístico (literatura y expresiones pictóricas), la sección de sociedad es la que más ocupa espacio en la revista de Riveroll y los hermanos Prida. No hay número en el que no se hable o se haya colocado la fotografía de alguna mujer que provenga de una estirpe con renombre y altos recursos pecuniarios. Como ejemplo de ello, véase la nota sobre el cumpleaños de la señorita Consuelo, hija de Concepción Asúnsolo de Luján, celebrado en la residencia de la distinguida señora el día tres de septiembre de 1921, según las palabras del redactor. Al principio de esta noticia también se dijo que:

Dada la acogida que Azulejos ha tenido en nuestra buena sociedad, nos proponemos dar en esta revista una información social lo más amplia posible; labor que nos es fácil, ya que contamos con la amable colaboración de algunas de las más preciadas miembros de la “élite” capitalina.[13]

Este tipo de sección fue acompañado por el de “De nuestra buena sociedad. Trivialidades trascendentales”, especie de entrevista que se enviaba por escrito a las señoritas mexicanas de familias de abolengo, por ejemplo, a la joven Concepción Rincón Gallardo.[14] Este cuestionario estaba conformado por preguntas sencillas como cuál es su libro favorito, canción predilecta, artista que más le convence, el deporte que más le gusta, la pieza que prefiere bailar, el actor que más le satisface, el muchacho que baila mejor o el más feo; duda que Concepción respondió con un: “no contesto preguntas indiscretas”.

Aunque no tengo la certeza de que las mujeres entrevistadas estuvieran solteras, es probable que fuera así, por lo que podría sugerirse que los cuestionarios publicados mensualmente funcionaran como una suerte de catálogo de mujeres mexicanas en edad de casarse.[15]

mostrar Colaboradores

Aunque Azulejos no alcanzó la decena de números impresos en sus dos años interrumpidos, la nómina de sus colaboradores, tanto escritores como ilustradores y fotógrafos, puede calificarse de abundante y de excelente calidad. Por una parte, la revista pudo reunir entre sus páginas a artistas mexicanos y extranjeros con gran popularidad, y, por otra, a las voces incipientes o más jóvenes que en pocos años se convertirían en el nuevo parnaso nacional. Como podrá verse en la lista de autores que presento, varios de los escritores, pese a la fama que lograron en los años 20 del siglo pasado, actualmente están considerados como figuras aisladas o poco conocidas y sus obras han dejado de ser editadas y estudiadas. Tomo de ejemplo al poeta Alfonso Cravioto que formó parte de los ateneístas, pero de aquéllos con una producción escasa u olvidada en revistas y periódicos; no de los otros como Alfonso Reyes, José Vasconcelos y Julio Torri, que hoy en día gozan de buenas ediciones y de un vasto linaje de estudiosos de sus obras.

Imagen 3. Índice del núm. 1 de Azulejos, t. ii, julio de 1923. Fondo General de la Hemeroteca Nacional de México.

De los modernistas mexicanos, unos muertos y otros aún vivos, Azulejos publicó textos en verso y prosa de Federico Gamboa, Carlos Díaz Dufoo, Manuel Gutiérrez Nájera, Salvador Díaz Mirón, a la par de los decadentistas José Peón del Valle, José Juan Tablada y algunos dibujos de Julio Ruelas. Del bando que agrupó a los primeros Contemporáneos o al nuevo Ateneo de la Juventud (1919) se incluyeron trabajos de Carlos Pellicer, José Gorostiza, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortiz de Montellano, Enrique González Rojo y Agustín Lazo. Algunos integrantes del movimiento denominado colonialismo, de acuerdo con la terminología de José Luis Martínez, que colaboraron en la revista, destacan: Julio Jiménez Rueda, Artemio de Valle-Arizpe y Alfonso Cravioto.[16] A este último poeta habría también que situarlo, como se mencionó, al lado de otros ateneístas como Julio Torri, Luis Castillo Ledón y Ricardo Gómez Robelo, que entregaron parte de su producción literaria a Azulejos.

Hubo quienes como Joaquín Méndez Rivas, Eduardo Colín y José de Jesús Núñez y Domínguez (director del semanario Revista de Revistas, 1915) cultivaron la poesía, la crítica y la investigación literaria. Del primer oficio dan cuenta algunos poemas suyos insertos en los meses de agosto, septiembre y octubre de la revista. Hubo otros como José F. Elizondo y Carlos M. Ortega que utilizaron los seudónimos de Pingüino y Crispín, respectivamente, para dar a conocer crónicas teatrales y cuentos. Al igual que el editor Pablo Prida, Elizondo y Ortega dedicaron buena parte de su vida al teatro de revista.

Entre los escritores “incasillables”, de escasa producción o que no pertenecieron propiamente a un grupo o corriente particular en el campo literario, nombro a la poeta y pintora Carmen Mondragón que, con el alias de Nahuin Olin, participó en un par números, al periodista de El Universal (1918), Luis Tornel Olvera, a la incipiente escritora Luz Prieto Souza y a Francisco Ortiz Monasterio, que fungió como diplomático en la Legación de México en Perú.

Frente a la nómina de colaboradores mexicanos, la presencia de extranjeros se reduce a un quinteto de autores: la poeta chilena Gabriela Mistral, el crítico dominicano Pedro Henríquez Ureña, el embajador chileno en México (1927), Carlos Nieto del Río, el historiador y poeta hondureño Rafael Heliodoro Valle y el poeta brasileño Ronald Carvalho. La poca atención hacia los escritores no nacidos en nuestro país quizá se deba a la tendencia nacionalista de los propietarios de Azulejos, debido a que, como ellos mismos señalan, “pretend[ían] exaltar todo lo mexicano digno de ello” y esperaban hallar en los lectores “un propagandismo de esta noble tarea”.[17]

A un lado de los creadores con pluma y lápiz, estarían los pintores, ilustradores, dibujantes, artistas plásticos y arquitectos: Roberto Montenegro, Agustín Lazo, Diego Rivera, Carlos Obregón Santacilia, López Méndez, Fernando Leal, Carlos Mérida, el Dr. Atl, Carlos H. Tarditi, el joven Miguel Covarrubias con una caricatura burlona sobre la gordura de Rivera, Agustín Buznego, Luis Zecqua o Zeckua, José López Moctezuma, Jorge Enciso y el pionero de la historieta en México, Andrés Audiffred. Todos ellos dieron un aire ecléctico a la revista, no sólo por sus diversos estilos, escuelas y expresiones (muralismo y caricatura, por ejemplo), sino por las diferencias de edades entre ellos.

Imagen 4. Primera de forros de Azulejos, septiembre de 1921. Fondo General de la Hemeroteca Nacional de México.

mostrar Publicidad

En su mejor momento, la revista logró incluir 17 anuncios publicitarios al inicio, a la mitad y al final de sus más de 20 hojas.[18] Algunos de ellos ocuparon una página completa y otros se limitaron a compartir espacio con dos o tres más. Junto con la sección de sociedad, la publicidad de Azulejos se pensó para la clase alta o la élite mexicana que nació o sobrevivió a la Revolución. Este público lector sibarita tenía el poder de comprar autos, residencias, pieles, viajar, ser socio o tener cuentas en bancos, adquirir buenos instrumentos musicales y comer en establecimientos exclusivos.

A tenor de ello, los propietarios de la revista tuvieron que colocar anuncios publicitarios de instituciones, compañías, empresas y tiendas como El Banco Nacional de México, Famous Players Lasky S.A., Tequila Cuervo, panaderías Parisiense y Francesa, Compañía Automotriz Mexicana S.A., Mexico Motor Company, “La Palestina” (tienda de petacas, artículos de viaje y novedades), Lotería Nacional, Tardan Hermanos (sombrería que sigue vigente a un costado de Plaza de la Constitución), Cigarrería El Buen Tono, Fábricas de Harina “La Esperanza”, Café Colón, El Palacio de Hierro, Agencia de Inhumaciones Eusebio Gayosso, El Portal de Liverpool, A. Wagner y Levien Sucs., S.A. (fábrica de pianos) y el comedor familiar Abel, “el restaurante de la gente bien” –a decir de su eslogan–, que se reservaba el derecho de admisión.

mostrar A modo de conclusión

De la revista en cuestión poco se sabe, sólo he encontrado un par de menciones. Es por eso que este ensayo tuvo como propósito ser monográfico, divulgativo, expositivo y presentarse a sí mismo como el primer trabajo que diera a conocer tanto aspectos formales como de contenido de Azulejos (1921-1923). No obstante, no pretende ser exhaustivo; por el contrario, es únicamente un primer acercamiento a dicho material hemerográfico, que se pensó para un público particular (clase mexicana acomodada o clase alta) con intereses culturales, específicamente literarios y artísticos.

Imagen 5. Portada de Azulejos, febrero de 1922. Fondo General de la Hemeroteca Nacional de México.

Es importante también destacar que, a diferencia de otras publicaciones de la época, Azulejos dio cabida en el mismo nivel al mundo de la socialité y al campo literario entre sus páginas. Hoy en día, resultaría poco común ver en revistas nacionales como Caras o Quién colaboraciones de jóvenes creadores o de voces consagradas. Aunque en ediciones internacionales, Vogue ha puesto en sus números textos de Tryno Maldonado y, tiempo atrás, le solicitó a Elena Garro algún texto suyo.

Queda, así pues, el camino para recopilar, editar y estudiar los textos literarios, de los que a continuación doy cuenta en un índice.

Contenido literario

Tomo i, núm. 1 (agosto de 1921):

  1. Alfonso Cravioto, “El platero”, p. 11. Poema dedicado a Ricardo Gómez Robelo e ilustrado por Francisco Mendiola. Se anuncia como inédito.
  2. Carlos Pellicer, “Opinión”, p. 12. Comentario crítico al libro El alma nueva de las cosas viejas, de Alfonso Cravioto.
  3. Pingüino [José F. Elizondo], “Caruso”, pp. 16 y 33. Datos biográficos y anecdóticos sobre Enrique Caruso. Texto acompañado de caricaturas y una fotografía de Caruso y Elizondo.
  4. Crispín [Carlos M. Ortega], “De la vida teatral. Los últimos sucesos. Manuel Castro Padilla”, p. 20. Caricaturas de Cabral.
  5. Federico Gamboa, “Días habaneros”, pp. 24-25. Relato de viajes o “Excursión automovilística a Artemisa” el 19 de junio de 1917. Ilustraciones de Audiffred.
  6. Alfonso Cravito, “Nueva España”, p. 31. Poema sacado del libro El alma nueva de las cosas viejas.

Tomo i, núm. 2 (septiembre de 1921):

  1. Joaquín Méndez Rivas, “Lamento del ideal trunco” (De Las tristezas humildes), p. 13. Poema ilustrado por Francisco Mendiola.
  2. Ricardo Gómez Robelo, “‘Los poemas estudiantiles’ de Joaquín Méndez Rivas”, p. 14. Crítica al poemario anunciado.
  3. José Peón del Valle, “Después del asesinato”, pp.- 24-25. Relato-cuento ilustrado por Audiffred.
  4. José F. Elizondo, “Neptuno, que hay visitas”, p. 26. Ensayo ilustrado por Luis Zecqua.[19]
  5. Sin firma, “Teatros. Información teatral”, pp. 31 y 36. Fotografías de Schlattman y Ocón.

Tomo i, núm. 3 (octubre de 1921):

  1. Jaime Torres Bodet, “A la señorita Hortensia Calles, reina de los Juegos Florales de la Universidad Nacional de México”, p. 14. Se trata de 5 sonetos escritos ex profeso para Azulejos. Fotografía de Bodet y Calles en la página 15.
  2. Eduardo Colín, “Una mujer” (poema “Del libro Mujeres que está en preparación”), p. 18.
  3. Carlos Obregón Santacilia, “Armas y cruces de la Nueva España”, p. 19. Prosa poética acompañada por ilustraciones del propio autor.
  4. Crispín [Carlos M. Ortega], “Teatros”, pp. 32-34.
  5. José F. Elizondo, “¡Yo, Colón!”, p. 36. Cuento con ilustraciones de Luis Zeckua.

Tomo i, núm. 4 (noviembre de 1921):

  1. José de J[esús]. Núñez y Domínguez, “Las palomitas de San Juan”, p. 17. Poema ilustrado por Diego Rivera y anunciado como inédito.
  2. “La Bárbara y La Tapia o las mudanzas provocativas e inhonestas de su ‘Cosecha’ del Diablo, según parecer de un adusto Señor Corregidor. Lo transcribe Eduardo Macedo y Arbeu y lo ilustra Diego Rivera”, pp. 18-19 y 71. Relato ambientado en el siglo xviii.
  3. Jesús Zavala, “José de Jesús Núñez y Domínguez”, p. 20. Crítica a su obra fechada en “México, D.F., 1921”.
  4. Juan López Moctezuma, “Contrastes”, pp. 29 y 37. Dos escenas de teatro fechas en “México, mayo 12 de 1921”. Ilustraciones de Islas Allende.
  5. Sin firma, “Teatros. La Argentinita”, p. 30. Caricatura de Arteche.
  6. José F. Elizondo, “El piadoso Pantaleón”, p. 32. Cuento-relato ilustrado por A. César Bernáldez.
  7. Luis Tornel Olvera, “Yo telo sel general. Concurso infantil”, p. 36. Ensayo dedicado “A mi estimado amigo Justino Martínez, director de la Escuela N[acional]. de Agricultura”.

Tomo i, núm. 5 (enero de 1922):

  1. Pedro Henríquez Ureña, “De la prosa castellana”, pp. 12 y 41. Ensayo.
  2. Alfonso Cravioto, “El barro de Guadalajara”, p. 13. Poema fechado el 14 de diciembre de 1921 y dedicado a Prida y Riveroll. Ilustración de Roberto Montenegro.
  3. Luis Tornel Olvera, “Encomio del ‘chale’”, p. 16. Texto sobre dicho tipo mexicano.
  4. Alfonso Cravioto, “German Gedovius” (La del mamón, óleo de German Gedovius), p. 18. Biografía y comentario crítico sobre la obra del pintor mexicano.
  5. Igor, “Teatros. Retratos de Isabelita Faure, Elisa Asperó y Gloria Torrea”, pp. 28-29.[20]
  6. Luz Prieto Souza, “Horas non numero nissi serenas”, pp. 30-31. Ensayo de corte intimista escrito ex profeso para Azulejos.

Tomo i, núm. 6 (febrero de 1922):[21]

  1. Carlos Díaz Dufoo, “El fundador de la ‘Revista Azul’. La muerte del Duque Job”, pp. 12 y 38. Fechado el 4 de febrero de 1895.
  2. Julio Torri, “Noche mexicana. Las imperfecciones de los fusilamientos”, p. 14. Ilustración de Diego Rivera en la página 15 con el título “La imperfección de los fusilamientos”.
  3. Manuel Gutiérrez Nájera, “Tragedias de actualidad. El alquiler de una casa”, pp. 16-41. Relato que fue incluido en el único libro del Duque Job: Cuentos frágiles (1883) y calificado de cuadro por Alicia Bustos Trejo porque “está escrito en forma de diálogos alrededor de un motivo único sin antecedentes, y porque carece de acción y de anécdota”.[22]
  4. Sin firma, “Sí hay teatro mexicano. La temporada en el Teatro Lírico”, pp. 20 y 25. Ilustraciones de Higinio Núñez y Salvador Escalante.
  5. Nahui-Olin [Carmen Mondragón], “Óptica cerebral (poemas dinámicos)”, pp. 26-27. Ilustraciones de Roberto Montenegro.
  6. Manuel Gutiérrez Nájera, “Mis enlutadas”, p. 28. Poema.
  7. Manuel Gutiérrez Nájera, “En el hipódromo”, pp. 30-31 y 40. Ensayo.
  8. Bernardo Ortiz de Montellano, “El alba. ‘Para Azulejos’”, p. 33. Poema con ilustraciones de C. Islas Allende.

Tomo i, núm. 7 (mayo de 1922):

  1. Pedro Henríquez Ureña, “Miniaturas mexicanas”, pp. 12 y 34. Se trata de 9 miniaturas o poemas breves en prosa.
  2. José Gorostiza, “Rabindranath Tagore”, p. 15. Reseña del libro de cuento de Rabindranath Tagore publicado por la Editorial Cvltvra. Dibujos de Roberto Montenegro.
  3. Dr. Atl, “Las olas, el hombre y el perro”, p. 16. (Relato extraído de Cuentos bárbaros).
  4. Rafael Heliodoro Valle, “Casona de mi infancia”, p. 17. Poema compuesto para Azulejos e ilustrado por López Moctezuma. La presentación de los versos da la impresión de ser una fotografía del manuscrito.
  5. Luis Castillo Ledón, “Visiones de Orizaba. Las montañas”, p. 18. Ensayo incompleto debido a una mutilación de la revista: de la página se salta a la 27 en el ejemplar que resguarda la Hemeroteca Nacional de México. Entre las hojas faltantes apareció el texto “San Pedro y San Pablo”, con fotografías del original, de Julio Torri.
  6. Roberto Helmont, “‘Electra’ al aire libre”, p. 31. Al parecer se trata de una crónica sobre la actuación de Margarita Xirgú en el Bosque de Chapultepec en mayo de 1922.
  7. José Juan Tablada, “Un recuerdo a Valenzuela”, p. 32. Ilustraciones de Julio Ruelas. Dentro de este texto se incluye el poema “En la noche” de Jesús E. Valenzuela, con dedicatoria a Salvador Díaz Mirón.
  8. Sin firma, “Alexander Block y Los Doce”, p. 36. Comentario crítico al poeta y a su composición “Los Doce”. Se asienta al final del texto: “Primicias de un futuro libro de la Editorial Cvltvra”.
  9. Francis Jammes, “Obertura de primavera. Nocturno. (A mademoiselle Jacqueline Fontaine)”, pp. 39-40.

Tomo ii, núm. 1 (julio de 1923):

  1. Roberto Henckel, “Allá en el rancho”, pp. 4 a 7? Se trata de un fox trot. Fue extraído completamente del ejemplar que posee la Hemeroteca Nacional.
  2. Luis Castillo Ledón, “Rafael Delgado”, pp. 12, 34 y 39. Comentarios sobre la obra del escritor veracruzano.
  3. Gómez Robelo, “Nirvana”, p. 14. Poema con ilustraciones de García Cahero.
  4. Joaquín Méndez Rivas, “Geórgica mística”, pp. 16-17. Versos o poema dividido en nueve apartados enumerados. Ilustraciones de Agustín Lazo.
  5. Nahuin Olin [Carmen Mondragón], “Electricidad. Éter”, p. 20. Poema con fotografía de Ocón, fotógrafo que tenía su despacho en el núm. 7 de la calle de Gante (Centro Histórico de la Ciudad de México).
  6. Bernardo Ortiz de Montellano, “Flirt. La derrota del fox”, p. 21. Relato dialogado.
  7. Anónimo, “El sitio de Sacualpan”, pp. 22-23. Corrido acompañado por un grabado en madera de Fernando Leal.[23]
  8. Gabriela Mistral, “Caperucita Roja. Poema”, pp. 24-25. Ilustraciones-pinturas de Carlos Mérida tomadas de la decoración mural de la Biblioteca Infantil de la Secretaría de Educación Pública.
  9. Francisco Ortiz Monasterio, “Fiesta de primavera”, pp. 26-27. Crónica de un espectáculo presentado en el Teatro Virginia Fábregas. Fotografías de Tinoco.
  10. Miguel O. de Mendizábal, “El sitio de Zacualpan”, p. 32. (“Sección de folklore a cargo de Miguel O. de Mendizábal”).
  11. Jaime Torres Bodet, “‘Las Geórgicas’ de Joaquín Méndez Rivas”, p. 38. Comentario y reseña del poemario de Méndez Rivas.

Tomo ii, núm. 2 (diciembre de 1923):

  1. Ronald de Carvalho, “Oración dedicada a las madres mexicanas”, p. 12.
  2. Julio Jiménez Rueda, “La verdadera historia de Don Juan”, p. 16. Relato.
  3. Bernardo Ortiz de Montellano, “Flirt. El arte nuevo”, p. 18. Relato-ensayo sobre el cine y las novelas. Ilustración de López Méndez.
  4. Jaime Torres Bodet, “Un hombre”, p. 19. Poema acompañado por un grabado en madera de Fernando Leal.
  5. Carlos Pellicer Cámara, “El pintor Diego Rivera”, pp. 20-25. Opinión crítica y semblanza breve fechada en “México, D. F., agosto de 1923”. Se dice en el sumario: “Fotografías de los muros, de Díaz Ordaz”.
  6. Carlos Nieto del Río, “La sed eterna. Cuento trágico”, pp. 27, 32 y 37-38. Ilustración de Carlos Mérida.
  7. Enrique González Rojo, “La casa. (Poema de Jaime Torres Bodet)”, p. 28. Comentario crítico. Dibujo de Carlos Mérida.
  8. Ronald de Carvalho, “Berceuse para Guadalajara”, p. 30. Poema dedicado a Roberto Montenegro e ilustrado.
  9. Artemio de Valle-Arizpe, “‘Bernal Díaz del Castillo’. (Del libro La muy noble y leal Ciudad de México editado por la Editorial Cvltvra)”, pp. 34 y 40.

mostrar Bibliografía

Azulejos. Revista Semanal Ilustrada (1919).

Azulejos. Revista Mensual Mexicana (1921-1923).

Diccionario Porrúa. Historia, biografía y geografía de México, 6ª ed. corregida y aumentada, México, Porrúa, 1995.

Martínez, José Luis, Literatura mexicana. Siglo XX: 1910-1949. Primera parte, México, Antigua Librería Robredo (Clásicos y Modernos. Creación y Crítica Literaria, 3),1949.

Matute, Álvaro, “Los años revolucionarios (1910-1934)”, en Historia de México, coord. Gisela von Wobeser, Fondo de Cultura Económica, Secretaría de Educación Pública, México, Academia Mexicana de Historia, 2010, pp. 227-247.

Monterde, Francisco, “Savia Moderna, Multicolor, Nosotros, México Moderno, La Nave, El Maestro, La Falange, Ulises, El Libro y el Pueblo, Antena, etcétera”, en Las revistas literarias de México, 1ª serie, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1963, pp. 111-143.