Este
libro rico, sugestivo, atrayente, se inscribe en lo más audaz de la poesía
latinoamericana actual.
Su
permanente inventiva, su rigor estilístico, disimulado deliberadamente en
metáforas tan desaliñadas como provocativas, nos golpea emotivamente en una
primera lectura y nos estimula intelectualmente en una segunda incursión a la
que nos vemos necesariamente obligados y mágicamente atraídos.
Eduardo
Langagne es un poeta que se juega en cada imagen, en cada verso, en cada
posibilidad múltiple que nos ofrece su lenguaje y todo el sistema referencial
que éste implica.
No
sería legítimo encasillar a este poeta en categorías demasiado estrictas ni
embanderarlo en escuelas o Ismos más o menos posibles. Como tampoco sería
legítimo verlo como un poeta fuera de su circunstancia y de su tiempo.
Mejor
sería precisar que Donde habita el
cangrejo recoge lo más deslumbrante de la poesía de nuestra lengua y
asienta un precedente primordial hacia los caminos nuevos que éste debe
recorrer.
Lo
metafísico, lo cotidiano, el amor y la muerte resaltan en este poemario una
perspectiva que se proyecta, deforme y desdobla en un onírico juego de espejos.
Langagne
es un creador de climas, de sugerencias y el libro nos refleja la presencia de
una voz y un mundo propios.
No
está exento de ese mundo una cierta connotación lúdica que está en la esencia
de todo arte y de la cual muchos poetas se han olvidado. De convertir a la
literatura en algo más que un ejercicio.
Premio
Casa de las Américas 1980.