Todo comienza como un relato bellísimo sobre la vida de provincia en un pueblo atemporal, y desemboca en uno de los acercamientos más delirantes sobre la esencia mítica de la literatura italiana. La piedra lunar es la primera novela de Tomaso Landolfi -uno de los autores predilectos de Octavio Paz-, considerada su obra maestra de juventud, y con ella deslumbró al mundo literario de su tiempo. Pocas veces podemos toparnos con una prosa parecida a la de Landolfi: precisa y a la vez evocadora de la esencia misma de lo etéreo. Parece que estuviésemos suspendidos en un tejido onírico que se adentra más y más en la realidad, ese sueño que ha perdido la conciencia de sí mismo. Los personajes van pasando de una cotidianidad que jamás se acepta del todo, hasta estallar en un espacio luminoso de sombras que se mueven al compás de la luna: luz tenue que deja adivinar los deseos y la idiosincrasia de seres que viven entre nosotros pero que no han perdido su vínculo con las potencias primigenias. Landolfi nos muestra el punto de inflexión que une y separa el mundo habitado por seres solares, de vigilia, del mundo lunar, nocturno, y lo hace de tal forma que lo único que el lector obtiene al final de la lectura, es un sabor indefinible de que acaba de presenciar un suceso extraordinario: adentrarse en la esencia misma de la literatura y perderse en ella.