Enciclopedia de la Literatura en México

Monterrey. Correo Literario de Alfonso Reyes

Mientras Alfonso Reyes fungió como embajador de México en Brasil y en Argentina, publicó catorce números de este Correo literario, como una forma de comunicarse con escritores e intelectuales de distintos países. El primer número, aparecido en Río de Janeiro en el mes de junio, se abre con un texto titulado “Propósito”, donde el autor establece las diferencias entre una revista y un periódico literario. Con entregas de 8 a 16 páginas a cuatro columnas, Reyes no considera su publicación ni como revista ni como periódico. Un periódico literario de un solo autor –afirma– sería como un “museo privado, para exhibir en él esas notas o curiosidades que todos gustamos de juntar, aun cuando dudemos que nos sirvan de nada. Hará de él un órgano de relación, de relación social, con el mundo de los escritores: un boletín de noticias del trabajo, casi una carta curricular. En suma: un correo literario”.

A partir del número 4 (abril de 1931), el Correo cambia de domicilio a Rua das Laranjeiras, 397. Los números 2 y 13 tuvieron dos ediciones. El número 2, de agosto de 1930, se quemó, así que salió otro con algunos cambios en el material, pero con la misma fecha. El número 13 apareció en Río de Janeiro en junio de 1936, y luego, sin cambios, en agosto del mismo año, pero en Buenos Aires.

El número 10 (marzo de 1933) contiene una “Nota final” en la que Reyes se lamenta de la entrega y considera que acusa una falta de arquitectura debida a un viaje proyectado y fracasado, pues el número fue suspendido, deshecho, rehecho y al fin compuesto “a la diabla” para no dejar pasar más tiempo. La siguiente entrega, de septiembre de 1934, contiene cuatro páginas y media a renglón cerrado de “Publicaciones recibidas” y se cierra con estas palabras: “Durante muchos meses debí interrumpir la salida de este Correo por razones ajenas a mi voluntad. Pero, si la vida me deja, he de continuarlo a lo largo de los años, a pesar de las posibles interrupciones futuras. El presente número cierra una época. El próximo, si tengo tiempo como espero, lo publicaré en la ciudad de México, donde me ofrezco a las órdenes de mis amigos en la 5ª calle del ciprés no. 150”.

Sin embargo, el número 12 aparece en Río de Janeiro, en agosto de 1935. En el número 13, de junio de 1936, se anuncia un “cambio de ciudad”: “El número siguiente de este Correo Literario aparecerá en Buenos Aires (dirección: Arroyo, 820). Monterrey dice adiós al Brasil, que lo vio nacer, con un sentimiento de melancolía y gratitud”.

Entre las secciones de esta publicación, cabe mencionar: “Boletín gongorino”, que se refiere siempre a Góngora; “Guardias de la pluma”, con cartas y anécdotas sobre escritores; “Publicaciones recibidas”; “Estafeta”, con material diverso; “Noticia mexicana”, sobre novedades de México en materia de revistas, libros, servicios públicos, entre otras cosas; “Epistolario”; “Vida Literaria”, con noticias y notas; “Jitanjáforas”; “Investigaciones”, de temática básicamente literaria e histórica; “Miscelánea”, con notas literarias, y “Cuaderno de apuntes”, con textos de crítica literaria.

Esta publicación llegó a tener gran importancia entre los intelectuales mexicanos de su época. No obstante, uno de ellos, Héctor Pérez Martínez, (véase Agorismo) pide a Alfonso Reyes que en su revista Monterrey se dedique a las letras mexicanas: “Notas sobre Góngora –dice Pérez Martínez–, charadas bibliográficas, la eterna cuestión de las aclaraciones al Cementerio Marino, de Valéry, y una evidente desvinculación de México”. Alfonso Reyes le contesta con su artículo “A vuelta de correo”, donde aclara que en todos sus libros aparece la preocupación, el recuerdo o la discusión directa del tema mexicano, y que su labor directa sobre asuntos mexicanos viene desde los comienzos de su vida literaria; es decir, desde poco antes de pertenecer al Ateneo de la Juventud. Advierte también que en Monterrey se ha impuesto la regla de estar siempre llamando la atención sobre las publicaciones mexicanas, “por oscuras que fueren”. Pero quizá lo más importante de esta breve polémica fue la confesión de universalismo profesada por Reyes: “nada puede sernos ajeno sino lo que ignoramos. La única forma de ser provechosamente nacional consiste en ser generosamente universal, pues nunca la parte se entendió sin el todo”. Sobre esta polémica, escribió Alfonso Reyes en 1952 “por suerte el tono de esta controversia nunca rebasó los límites de la caballerosidad, y nadie agravió a nadie. Siempre lo reconoció así Pérez Martínez, cuyo segundo artículo (El Nacional, México, 26-VI-1932) –rectificación espontánea– es prenda de su nobleza”.

Por último, cabe señalar que una revista reciente, el Correo Literario de Monterrey, se inspiró en el Correo de Reyes para la elaboración de su título.


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