Enciclopedia de la Literatura en México

Juan Pérez Ramírez

Según un informe arzobispal de 1575, citado por José María Vigil y Méndez Plancarte,[1] Pérez Ramírez era “natural de México”, “hijo de conquistador”, hablaba náhuatl y conocía bien el latín; “hombre de buena habilidad y buen poeta”. De él sólo conocemos una obra, el Desposorio espiritual entre el Pastor Pedro y la Iglesia mexicana,[2] representada el domingo 5 de diciembre de 1574, con motivo de la consagración como arzobispo de don Pedro Moya de Contreras.[3] Se trata de una comedia pastoril y alegórica, cuyo asunto es el desposorio místico entre el Pastor Pedro (el arzobispo festejado) y su Iglesia. Aparecen las virtudes teologales y cardinales bajo figuras de pastores y pastoras. El amor divino hace de cura y celebra el matrimonio en la forma acostumbrada. Hay un coro de cantores que entonan motetes latinos. La comedia enmarca, como bien señala Méndez Plancarte,[4] “varios lindos cantarcillos”. Para Vigil “en esta composición se manifiesta la facilidad del autor para versificar en un leguaje correcto, manteniéndose a una altura digna del asunto, tocando con discreción las alusiones bíblicas y usando gran parsimonia en las chocarrerías que solían prodigar los antiguos en composiciones de esta clase”.[5] Amado Alonso lo elogia como poeta (no como dramaturgo): en su opinión, durante su estancia en Nueva España, Juan de la Cueva debió aprender algo de la versificación de Pérez Ramírez.[6] Pedro Henríquez Ureña dice que “muestra sorprendentes dotes de construcción y estilo en sus piezas breves”.[7] Finalmente, también Alfonso Reyes señala el talento literario de Pérez Ramírez y su muy pulcra versificación.[8]

Era mexicano por los cuatro costados, hijo de conquistador, hablaba el náhuatl y conocía el latín. Es el primer escritor teatral oriundo de América cuya personalidad sea ya discernible. De él sólo conocemos una obra. Fernán González de Eslava, que era amigo de Francisco de Terrazas, con toda la deferencia que corresponde al hombre modesto, y que se dirige a él con manifiesta admiración, no revela en cambio simpatía alguna para Ramírez —su menor en ocho años— y ni parece considerarse su amigo, aunque sin duda se encontraron en ensayos y fiestas, y juntos se vieron mezclados en la lucha de virrey y arzobispo.

En el Desposorio espiritual entre el Pastor Pedro y la Iglesia Mexicana, muestra Ramírez más talento literario general —su versificación es muy pulcra, y ya citamos al respecto la opinión de don Amado Alonso— que no talento especial para el teatro. El drama no suelta aún sus andaderas, y queda medio embarrado en el papel. Verdad es que estamos ante una obra de circunstancias, destinada a la recitación de salón. Comedia pastoril y alegórica, en ella hablan la Iglesia y el Pastor Pedro (el arzobispo festejado), las virtudes bajo figura de pastores de ambos sexos, y el Amor Divino, cura que celebra las nupcias. Hay un coro de cantores que entonan motetes latinos. El “bobo” de la escena hispánica, aquí como en nuestro teatro ulterior, se ve bastante juicioso, aunque todavía muy deslucido, y desde este punto y hora comienza a mostrarse comedido y urbano. Acaso su verdadera gracia estaba en sus suertes de cirquero:

Yo daré mil castañetas
y saltos en derredor.
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