Enciclopedia de la Literatura en México

José Tomás de Cuéllar

Ángel Muñoz Fernández
1995 / 28 nov 2017 10:24

Nació en 1830 y murió en 1894 en la Ciudad de México. Novelista y dramaturgo. Uno de los más destacados costumbristas mexicanos. Fue también pintor, periodista y diplomático. Participó en la defensa del Castillo de Chapultepec contra los norteamericanos. De 1889 a 1892 se edita en Barcelona y Santander, en 24 volúmenes, la serie completa de la Linterna mágica, con prólogo de Guillermo Prieto

Notas: La primera edición de Ensalada de pollos se publicó en la Ilustración Potosina.

 

(“Facundo”) Cadete de la heroica guardia que defendió el Colegio de Chapultepec contra la invasión norteamericana, pintor, periodista, diplomático, alto funcionario, cultivó la novela histórica de ambiente dieciochesco en el Pecado del siglo, pero pronto encontró su verdadera senda en los veinticuatro volúmenes de La linterna mágica, novelas encadenadas que vienen a ser nuestra modesta “Comedia Humana”, novelas acogidas a los procedimientos del costumbrismo realista, que ha resultado tan pegajoso para nuestra literatura. Hay algo de moraleja, sí, pero no estorbosa ni insistente; algo de retrato teofrastiano, y mayor deseo de divertir con la caricatura que no de castigar o sermonear con malos ejemplos.

 

José Luis Martínez
1993 / 28 ago 2018 19:36

Escritor muy prolífico fue José Tomás de Cuéllar (1830-1894) que alcanzara amplia popularidad bajo el seudónimo de Facundo. Luego de cortas incursiones en la carrera militar y en la pintura y la fotografía –actividades estas últimas que marcarán huella en su obra novelística– se inicia a los dieciocho años en las letras como prosista, poeta y dramaturgo. Algunos de sus artículos, publicados inicialmente en revistas literarias, los reunió posteriormente en cinco tomos (ix, x, xx, xxi y xxii) de la segunda época de La linterna mágica –la publicada en Barcelona y Santander–. Con sus incoloros versos Cumplido le edita un volumen de Obras poéticas (México, 1856) y luego forma dos tomos más de la serie española de La linterna: el viii, Poesías (Santander, 1890) y el xv, Versos (Santander, 1891). De su teatro, en cambio, aunque llegó a ver representadas con éxito nueve comedias y dramas y una pastorela, sólo corre impreso el drama Deberes y sacrificios (México, 1855).

Cuéllar participó activamente en la vida literaria de su tiempo. Además de sus colaboraciones en la mayor parte de los periódicos y revistas entonces existentes, fundó en unión de José María Flores Verdad, en San Luis Potosí, la revista La Ilustración Potosina (1869), adornada con dibujos de Villasana, y, a su regreso a México, reunió en su casa una animada tertulia literaria y organizó la agrupación denominada Bohemia Literaria que publicó su propio órgano con el nombre que llevaría su famosa colección novelesca.

Recordando sus viejas aficiones, Cuéllar llamó La linterna mágica a la dilatada y bibliográficamente confusa serie de novelas que lo harían famoso. Con anterioridad, había publicado en San Luis Potosí (1869), una novela histórica sobre la época del virrey Revillagigedo, El pecado del siglo; pero con un competidor tan bien armado como Riva Palacio, que desde el año anterior había comenzado a publicar sus novelas coloniales, Cuéllar no insistió en cultivar el gé­nero y se entregó, desde entonces, a la elaboración de su amplia galería costumbrista.

La linterna mágica está constituida por diez novelas que apare­cieron originalmente como sigue: Ensalada de pollos se publicó por primera vez en el folletín de La Ilustración Potosina (1869) y luego ampliada en México, 1871 (1a. época, i); Historia de Chucho el Ninfo, Isolina la ex-figurante y Las jamonas. Secretos íntimos del tocador y del confidente en México, 1871 (1a. época, ii, iii y iv); Las gentes que "son así" y Gabriel el cerrajero o las hijas de mi papá en México, 1872 (1a. época, v, vi y vii); Baile y cochino en México, 1886 (fuera de las series) y luego en Barcelona, 1889 (2a. época, i); Los mariditos en Barcelona, 1890 (2a. época, iv) y Los fuereños y La Noche Buena en Santander, 1890 (2a. época, vii). Formaron la primera época siete volúmenes impresos en México por Cumplido en 1871 y 1872; la segunda, veinticuatro volúmenes –de los cuales diecisiete contienen novelas– impresos por Miralles y Blanchard, respectivamente, en Barcelona y Santander de 1889 a 1892. En esta última colección se reprodujeron las novelas publicadas por Cumplido y Baile y cochino, que había impreso por primera vez Filomeno Mata en México, y se dieron a conocer las tres novelas mencionadas en último lugar. Los volúmenes restantes, como se ha indicado, con­tienen artículos misceláneos y versos del mismo autor que añaden un apéndice innecesario a la serie novelesca.

La galería de "cuadros de costumbres" que integran La linterna mágica constituye el último y más evolucionado fruto de este género producido en las letras mexicanas. Después de Lizardi, precursor y maestro, el primero en haber escrito en México "cuadros de cos­tumbres", según los modelos impuestos por Mesonero Romanos y Estébanez Calderón –cuyos artículos comienzan a reproducirse en las revistas mexicanas desde 1836–, fue Guillermo Prieto, Fidel, que a partir de 1840 y hasta fines del siglo está presente en casi todas las publicaciones con sus diversas series costumbristas. Después de Prieto, aunque continúa cultivándose el "cuadro de costumbres" –como lo hacen Payno y Zarco, por ejemplo–, el género se inserta y diluye en la novela, volviendo en cierta manera al procedimiento original de Lizardi. En La linterna mágica de Cuéllar –modalidad sin descendencia literaria–, se introduce una acción esquemática en la inmovilidad acostumbrada en los "cuadros", con lo que aparece un género de transición entre éstos y la novela de costumbres. Y así como el autor del Periquillo fue el cronista de la vida mexicana en la época de Independencia, y Prieto, Inclán y Payno trazaron estam­pas de diferentes aspectos de las costumbres nacionales en la primera mitad del siglo xix, José Tomás de Cuéllar, continuando la obra de aquéllos, describe, con rasgos muy personales, la sociedad mexi­cana de la época de don Benito Juárez.

A pesar de las afinidades que ligaban a Cuéllar con esta tradición, mucho era lo que diferenciaba su obra. Si coincidía con sus antece­sores en su exclusiva atención a lo nacional, en su preocupación por el realismo de sus cuadros y, con algunos de ellos, en los propósitos morales que lo animaban, distinguíase por haberse detenido en la observación de la clase media de la capital y de sus personajes más característicos. Su realismo, por otra parte, recordaba al pintor y al incipiente fotógrafo que, si acertaba a reproducir con exactitud sus imágenes, manteníalas fijas y sin trasmitirles aquella cordialidad y simpatía que otros novelistas habían infundido en sus creaciones. La linterna mágica, como decía el mismo Cuéllar, le hacía más percep­tibles los defectos de sus personajes y, antes que verlos con bene­volencia o tratar de descubrir sus cualidades, se dio a la tarea de "corregir los perfiles del vicio y la virtud". Incapaz de alternar en su ánimo las simpatías con las diferencias, imprimió en su serie novelesca el tono acre de la caricatura que nos fatiga pronto con su constante deformación de la realidad, en lugar de aquel temperamento jovial, imaginativo y burlón que tan deliciosos hace los escritos de Prieto, Inclán y Payno. Su arte, como ha hecho notar Castro Leal, había aprendido no poco del trazo intencionado y rápido de Larra. Pero la intensa ironía de Fígaro no encontró eco en el sen­tido más bien humorista y satírico de Facundo.

Escritor tan abundante como Cuéllar no pudo crear siempre obras notables aun dentro de sus propias limitaciones. En la segunda de sus novelas, Historia de Chucho el Ninfo, llegó acaso a la madurez de su expresión literaria que sólo logrará otra creación afortunada en Baile y cochino, una de las últimas. En todas, sin embargo, si no consiguió aquella aspiración tan frecuente en nuestros novelistas de realizar la comedia humana de las costumbres nacionales, sí describió con animación aunque sin profundidad un abundante repertorio mo­ralista y pintoresco de la vida mexicana de su tiempo.

José Tomás de Cuéllar nació el 18 de septiembre de 1830 en el núcleo de una familia acomodada en la Ciudad de México, en la que falleció el 11 de febrero de 1894. Realizó sus primeros estudios en los Colegios de San Gregorio y de San Ildefonso; posteriormente, ingresó al Colegio Militar para completar su formación académica. El 13 de septiembre de 1847, a los 17 años, tomó parte como cabo de cadete en la defensa del Castillo de Chapultepec contra la Intervención Norteamericana, participación que le valió ser condecorado con la Cruz de Honor por decreto presidencial, el 23 de diciembre de ese año. Este trágico suceso lo llevó a abandonar el camino de las armas para dedicarse a la literatura, publicando su obra en múltiples periódicos y revistas de la época. En 1872, fue nombrado secretario de la Legación Mexicana en Washington, donde permaneció hasta 1882. A su regreso al país, siguió colaborando con la Secretaría de Relaciones Exteriores y, finalmente, en 1892 se le nombró miembro de la Academia Mexicana correspondiente de la Real Academia Española.

A lo largo de su prolífica carrera literaria, Cuéllar escribió para una gran cantidad de publicaciones periódicas nacionales, entre las que destacan El Siglo Diez y Nueve (1850- 1851, 1854-1855, 1869, 1871, 1877, 1885), La Ilustración Mexicana (1851-1855), La Semana (1853), El Año Nuevo (1865), El Boletín Republicano (1867), El Correo de México (1867), La Iberia (1867), Boletín de la 3era. División (1868), La Orquesta (1869), El Renacimiento (1869), La Ilustración Potosina (1869-1870), El Domingo (1871-1873), El Eco de Ambos Mundos (1871, 1873-1876), El Federalista (1871-1875, 1877), La Linterna Mágica. Periódico de la Bohemia Literaria (1872), El Socialista (1872, 1880), El Artista (1875), La Producción Nacional (1876), El Monitor Republicano (1877, 1881, 1887, 1892), La República (1880-1882, 1884), El Diario del Hogar (1882-1884, 1886), La Libertad (1882-1884), El Álbum de la Mujer (1883-1884), La Época (1884-1885), La Época Ilustrada (1884-1885), El Correo de las Señoras (1886, 1890), La Juventud Literaria (1888) y La Patria Ilustrada (1894).

Además de su intensa labor escrituraria, desde sus inicios como escritor participó y presidió diversas asociaciones literarias en las que se rodeó de importantes literatos con quienes discutió tanto sus obras, como el estado de las letras nacionales durante la segunda mitad del siglo xix. Fue secretario del Liceo Hidalgo en sus primera y tercera etapas (1850-1851 y 1884-1888, respectivamente); asimismo, formó parte del Liceo Artístico y Literario (1851-1852), establecido por José María Lacunza. Intervino en los concursos anuales de la Asociación Gregoriana. En 1867 fundó el Liceo Mexicano con el propósito de discutir y mejorar la calidad del teatro nacional. Ese mismo año, promovió la realización de las Veladas Literarias (1867-1868), a las cuales asistieron reconocidas plumas de la época, tales como Ignacio Manuel Altamirano, Vicente Riva Palacio y Guillermo Prieto, entre otros. Más tarde, este grupo de veladistas cambió su nombre por el de La Bohemia Literaria y siguió reuniéndose en la casa de Altamirano. En 1871, como homenaje a sus compañeros caídos durante la Intervención Norteamericana, estableció la Asociación del Colegio Militar; al mismo tiempo, fue socio honorario de la Sociedad Literaria La Concordia en 1872.

Como muchos escritores de su época, Facundo, seudónimo más conocido del autor, se inició en las letras con la escritura de poemas y textos dramáticos; por desgracia, sólo conocemos el contenido de estos últimos de manera parcial por las crónicas de espectáculos, debido a que en su mayoría no fueron editados en forma de libro. En 1855 se estrenó en el Gran Teatro Nacional Deberes y sacrificios, drama en verso de costumbres nacionales en tres actos, publicado ese mismo año por la Imprenta de Juan R. Navarro; de manera excepcional, esta obra se imprimió por segunda vez en el volumen Obras poéticas (1856), editado por Ignacio Cumplido, en el que apareció buena parte de las composiciones poéticas publicadas por el autor en la prensa capitalina con anterioridad. Ese mismo año se llevó a cabo la representación de su obra Azares de la venganza, en el Teatro de Iturbide. Hacia 1864, se anunció el estreno de la Charada pastoril propuesta por medio de un idilio en acción, en el Teatro Principal; más tarde, en 1865, se puso en escena una nueva pieza, esta vez cómica, con el título de El arte de amar, representada el 3 de septiembre en ese mismo escenario. En cuanto a su quehacer como dramaturgo, cabe mencionar que Cuéllar fue el primer autor mexicano en recibir un pago por su comedia Natural y figura (1866), la cual tuvo tanto éxito que el gobierno de Maximiliano la prohibió pues criticaba fuertemente el afrancesamiento de las costumbres mexicanas. El 1º de septiembre de 1867, fue anunciada la última contribución de Cuéllar al arte dramático mexicano: Un viaje a Oriente, representada en el Teatro Iturbide.

Con la restauración de la República en 1867, Cuéllar abandonó los escenarios para dedicarse a la escritura de novelas, labor que le granjearía el reconocimiento de sus pares y del público mexicano. De acuerdo con la crítica, de manera general, es posible dividir la narrativa facundiana en tres ciclos: el primero lo integran los títulos El carnaval (1851), El pecado del siglo (1869) y Ensalada de pollos. Novela de estos tiempos que corren, tomada del “carnet” de Facundo (1869-1870). Por el segundo, Facundo se consagró como novelista de costumbres; a éste corresponden las seis novelas que conforman la primera época de la colección La Linterna Mágica, editada en entregas por Ignacio Cumplido: Ensalada de pollos... (1871, versión corregida y aumentada), Historia de Chucho el Ninfo. Con datos auténticos, dichos e indiscreciones familiares (de las que el autor se huelga) (1871), Isolina la ex-figurante. Apuntes de un apuntador (1871), Las jamonas. Secretos del tocador y del confidente (1871), Las gentes que ‘son así’. Perfiles de hoy (1872) y Gabriel el cerrajero o las hijas de mi papá (1872). A esta etapa pertenecen, además, Las posadas (1871) y El hombre-mujer. Novela por Facundo con la colaboración de Mr. Alejandro Dumas (hijo) (1872, inconclusa). Finalmente, el tercer ciclo se compone de las novelas: La Noche Buena. Negativas tomadas del 24 al 25 de diciembre de 1882 (1883), Los fuereños (1883), El divorcio (1883-1884, inconclusa), Baile y cochino… Novela de costumbres (1885) y Los mariditos. Relato de actualidad y de muchos alcances (1890). Entre 1889 y 1892, reunió buena parte de estas composiciones, así como su obra poética y periodística, en la segunda época de La Linterna Mágica, especie de testamento escritural del autor editado en España. Además de su trabajo como dramaturgo y novelista, Cuéllar escribió crónicas y artículos de opinión para diarios como El Álbum del Hogar, El Correo de las Señoras, El Correo de México, La Época, El Monitor Republicano, La República y La Libertad, entre otros. En particular, en este último se mostró como un agudo crítico de la sociedad porfiriana en su fundamental columna “Artículos ligeros sobre asuntos trascendentales”, escrita entre 1882 y 1884.

En vida, José Tomás de Cuéllar fue uno de los narradores nacionales más leídos; muestra de ello son las reseñas periodísticas sobre su obra, así como las referencias a sus trabajos en la crítica literaria mexicana de la segunda mitad del siglo xix, que lo consagró como uno de los más importantes retratistas de las costumbres nacionales. Esta apreciación ha sido uno de los principales y más constantes ejes críticos en la recepción de su producción a partir de entonces y hasta la actualidad. En esa línea, en 1868, Ignacio Manuel Altamirano publicó en el folletín del periódico La Iberia sus “Revistas Literarias de México (1821-1867)”, en las que Cuéllar figuró como uno de los escritores más prometedores del emergente nacionalismo cultural en los albores de la República Restaurada. En los años siguientes, El Maestro confirmó tal opinión al celebrar, por una parte, su labor editorial llevada a cabo en San Luis Potosí y, por la otra, su creación literaria, en particular sus novelas, marcadas por una evidente tendencia a retratar los usos de los mexicanos (1882). En la misma tónica, escritores como Manuel Gutiérrez Nájera y Guillermo Prieto reconocieron la maestría de Facundo en el terreno narrativo, haciendo hincapié en la habilidad para recrear diferentes tipos de la sociedad mexicana. En el prólogo a la segunda época de la colección La Linterna Mágica, este último filió su quehacer escritural con el de Joaquín Fernández de Lizardi, quien había retratado la vida de las clases bajas de la convulsa década de 1810, mientras que Facundo había encontrado en la incipiente clase media de los años de 1870 su principal objeto de estudio.

Hacia 1890, la distribución en tierras mexicanas de la veintena de los volúmenes que conformó la referida colección despertó un nuevo interés en la obra de Cuéllar, signado éste por posturas encontradas sobre la pertinencia de sus búsquedas estéticas en el marco de la emergencia de otras corrientes artísticas como el modernismo y el realismo, más acordes con el discurso desarrollista porfiriano. En ese sentido, algunos reseñistas anónimos intentaron vincular las novelas de su postrer ciclo narrativo con esta última tendencia estética; otros, en cambio, como Rabelais en El Universal, afirmaron que, no sólo la intención didáctica de sus creaciones, sino de igual forma el estilo costumbrista de éstas había perdido vigencia en el entorno modernizador y cosmopolita finisecular. En consonancia con tal visión, en 1894, el periodista Ángel Pola reprodujo, también en las páginas de El Universal, una entrevista que había realizado al escritor en 1888; en las primeras líneas del documento, Pola confirmó y se condolió por el olvido en el cual habían caído sus narraciones en las postrimerías de aquella centuria, incluso antes del deceso del autor.

Si bien a finales del siglo xix Facundo parecía desdibujarse de la escena pública y de la historiografía literaria nacional, en los albores del xx es posible encontrar algunos trabajos en los que su nombre figura en primera línea. Hacia 1902, Manuel Sánchez Mármol incluyó en su libro Las letras patrias un breve recuento de géneros literarios y de importantes representantes de las letras mexicanas, entre los que destaca Cuéllar, considerado como uno de los novelistas más reconocidos junto con Fernández de Lizardi y Altamirano. Además de mencionar la intención formativa de sus novelas, Sánchez Mármol llamó la atención sobre su estilo humorístico al ridiculizar vicios y defectos sociales, elemento que, desde entonces, devino en otro de los ejes interpretativos constantes en las lecturas críticas de su obra. Algunos ejemplos de lo anterior son, por un lado, las líneas que Luis G. Urbina destinó a Facundo en La vida literaria en México y la literatura mexicana durante la Guerra de Independencia (1917), donde subrayó su destreza para crear fábulas y textos de corte caricaturesco; y, por el otro, Mariano Azuela, quien, en Cien años de novela mexicana (1947), cuestionó la calidad estética del escritor, tanto por su falta de profundidad y tendencia hacia lo satírico, como por la inclusión excesiva de elementos morales y pedagógicos. A pesar de ello, el crítico alabó la naturalidad de éste para construir sus personajes de forma variada, divertida y coherente con el medio que ocupan, generando, así, un efecto de empatía en los lectores.

Según se aprecia en este último comentario, a partir de las décadas de 1930 y 1940, los acercamientos a las creaciones de Cuéllar comenzaron a centrarse en su novelística, privilegiando la revisión del contexto histórico y de las circunstancias personales de su producción. Entre éstos, sobresale el volumen Facundo en su laberinto, de Héctor Pérez Martínez, primer intento sistemático de establecer las relaciones entre la configuración de la nación y la escritura facundiana. En esa misma línea, estarían los trabajos de Mauricio Magdaleno y Antonio Castro Leal, quienes se dieron a la tarea de ahondar en esa línea de investigación, así como de editar y poner de nuevo en circulación una significativa parcela de las composiciones del autor decimonónico. En 1941, el primero publicó en la Biblioteca del Estudiante Universitario, la antología La Linterna Mágica, en el cual reunió las novelas Baile y cochino..., La Noche Buena, y el artículo “El aguador”. En el “Prólogo”, Magdaleno llamó la atención sobre el carácter ecléctico de la narrativa cuellariana al aludir la presencia de algunos rasgos del romanticismo y del realismo, en el marco de su constante búsqueda de la verdad por medio de una mirada de sesgo cientificista. Por su parte, Castro Leal dio a la imprenta, en dos volúmenes, las novelas Ensalada de pollos y Baile y cochino... (1946) e Historia de Chucho el Ninfo y La Noche Buena (1947), para la colección “Escritores Mexicanos”. En los estudios preliminares a esas ediciones, el crítico enfatizó en la adhesión de Facundo al proyecto literario nacionalista liderado por Altamirano, con quien compartió su preocupación por la conformación de la República de las Letras. De igual forma, identificó como características de su escritura la exactitud para pintar los espacios y personajes del entorno nacional, procurando siempre dar una enseñanza moral.

Por los mismos años, Julio Jiménez Rueda incluyó en su estudio Letras mexicanas del siglo xix (1944), breves apuntes acerca de las particularidades costumbristas de la prosa cuellariana, cuyos principales atributos eran, según el crítico, la verosimilitud en la construcción de las escenas y los tipos sociales, así como la calidad de los diálogos. Con la misma intención historiográfica, en 1953, R. E. Warner publicó la Historia de la novela mexicana en el siglo xix; en el caso de Cuéllar, la principal contribución de este volumen radica en la búsqueda exhaustiva y reunión de los datos biográficos y bibliográficos del autor. Por su parte, en 1955, desde una visión mucho más abarcadora, José Luis Martínez continuó la labor emprendida por Jiménez y Warner en su libro La expresión nacional, en el que propuso un ordenamiento lógico de las letras decimonónicas a partir de criterios generacionales, genéricos y editoriales. Desde esa perspectiva, además de inventariar la extensa producción de Facundo, contextualizó su participación en la vida literaria de su tiempo. Como buena parte de la crítica, subrayó la tendencia costumbrista de su obra; en particular, la asoció con otras modalidades de dicha corriente, como las escenas. En consonancia con tal visión, para el estudioso, las narraciones incluidas en La Linterna Mágica sólo eran una “galería de cuadros de costumbres’”, carentes de “acción” narrativa. A diferencia de Martínez, en 1966, John Brushwood, en Mexico in Its Novel, propuso que Facundo fue quien trabajó con más dedicación en establecer una “novela nacional”, dando a sus creaciones una unidad estructural y temática, por medio de la cual recreó con mayor profundidad el comportamiento de los sectores medios de la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo xix.

Hacia finales del siglo xx y principios del xxi, los estudios sobre la obra de Cuéllar se diversificaron a partir de nuevos enfoques teóricos, que incluyen desde los estudios de corte sociocrítico o de género hasta los de crítica textual. Desde este primer enfoque, en 1994, Margo Glantz, en su libro de ensayos Esguince de cintura, incluyó el capítulo “De pie sobre la literatura mexicana”, en el cual abordó el tema de la moda y el calzado femeninos durante el siglo xix, utilizando como principal ejemplo algunas narraciones de Cuéllar. En particular, a propósito de Las jamonas, la autora reflexionó acerca del imaginario erótico de la sociedad decimonónica, que hizo del pie femíneo su principal objeto de deseo –tema éste al que regresó, a la luz del fenómeno de secularización y mercantilización de la nación en la segunda mitad de aquella centuria, en su “Prólogo” a la edición de dicha novela, impresa por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en 1998–. Además de lo anterior, en 1997, escribió el capítulo “Ensalada o la contaminación del discurso”, para el volumen colectivo que coordinó, titulado Del fistol a la linterna. Homenaje a José Tomás de Cuéllar y Manuel Payno en el centenario de su muerte, 1994. En él, a partir del examen de la novela Ensalada de pollos, visibilizó el entrecruzamiento de los discursos narrativos y moralizantes en la prosa de este escritor, siempre comprometido con la modelación del sujeto ciudadano. Cabe señalar que en ese libro colaboraron, también, importantes especialistas en las letras decimonónicas, tales como Sergio González Rodríguez, Vicente Quirarte, Fernando Curiel, Antonio Saborit, Manuel de Ezcurdia, Jorge Ruedas de la Serna, María del Carmen Castañeda, Belem Clark de Lara, Jaime Erasto Cortés y Carlos Monsiváis. En los ensayos allí reunidos examinan diversos aspectos de la vida y obra de Facundo, así como del México de su tiempo. En sus páginas se estudian desde su estancia en algunas instituciones educativas, hasta su incursión en diferentes géneros y formas de escritura, pero también su paso por las calles de una metrópoli que, de manera acelerada, experimentaba grandes cambios, emanados del complejo fenómeno de modernización en el país, y cuyos destellos se pueden observar en algunos textos del escritor.

En cuanto el segundo enfoque, cabría destacar el ensayo de Christopher Conway, “El enigma del pollo: apuntes sobre la prehistoria de la homosexualidad mexicana”, incluido en el volumen de Ana Peluffo e Ignacio M. Sánchez Prado (eds.), Entre hombres. Masculinidades del siglo xix en América Latina (2010). Desde una perspectiva de género, el investigador indaga sobre los orígenes de la representación de masculinidades no heterodoxas en el contexto nacional de la década de 1870, tomando como ejemplo algunas obras del autor. En esa misma línea de estudio, cabría mencionar, también, los trabajos de José Ricardo Chaves, Carlos Monsiváis y Adrián Linares, quienes abordan estos temas desde diferentes presupuestos metodológicos.

Desde una perspectiva filológica, en 1989, Belem Clark de Lara inició una sistemática labor de rescate y difusión de la producción escrituraria de Facundo, con la edición facsímil y el estudio introductorio a La Ilustración Potosina, revista que éste fundó en compañía de José María Flores Verdad, en tierras potosinas. Una década más tarde, la investigadora compiló para la colección Los Imprescindibles, de la editorial Cal y Arena, la primera y más extensa antología del escritor, en la que incluyó una muestra representativa de sus creaciones tanto en prosa como en verso. Asimismo, en 2003 Clark de Lara inició el proyecto colectivo “Obras de José Tomás de Cuéllar”, en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuyo objetivo central ha sido rescatar y editar de acuerdo con los principios de la crítica textual las composiciones del autor. Desde 2004 se han publicado diez volúmenes, incluidos en la reconocida colección universitaria Nueva Biblioteca Mexicana. Cada una de estas ediciones críticas han estado a cargo de especialistas en el área, tales como la mencionada Clark de Lara, Irma Elizabeth Gómez Rodríguez, Pamela Vicenteño Bravo, Luz América Viveros y Ana Laura Zavala Díaz, quienes en sus estudios preliminares han propuesto nuevas rutas críticas para el análisis de los materiales presentados, tomando como punto de partida el trabajo ecdótico.

Producto también de dicho proyecto son el libro colectivo José Tomás de Cuéllar. Entre el nacionalismo y la modernidad (2007), editado por Clark de Lara y Zavala Díaz, así como algunos ensayos de esta última investigadora, a propósito del autor. En cuanto al primero, cabe señalar que, además de las editoras, participaron en él Leticia Algaba, Eduardo Calvillo Ayala, Miguel Ángel Castro, Ana I. Mariño, José Ortiz Monasterio, Silvia Pappe y Viveros Anaya. En términos generales, en estos trabajos se analizan, desde posturas diversas, las composiciones de Facundo a la luz de dos momentos históricos: el de reconstrucción nacional, posterior a la restauración de la República, durante los años setenta, y el de la entrada de México al proceso modernizador, en los umbrales del Porfiriato. En cuanto a los segundos, en 2005 Zavala Díaz participó en la obra colectiva La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, editado por Clark de Lara y Elisa Speckman Guerra, con el capítulo “Los motivos de Facundo: un acercamiento a la figura de José T. de Cuéllar”; en él, la investigadora, por una parte, resumió los momentos centrales en la trayectoria literaria del autor y, por la otra, comentó los estudios críticos publicados sobre su obra, así como una serie de aspectos que aún era necesario explorar al respecto. Con motivo del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución mexicana, escribió, asimismo, el capítulo “‘Yo nunca escribo una novela sin que me la pidan’: José Tomás de Cuéllar escritor de novelas por entregas”, para el volumen Doscientos años de narrativa mexicana. Volumen 1. Siglo xix, editado por Rafael Olea Franco. En sus páginas, la estudiosa reflexionó acerca del modo de producción novelístico facundiano en sus diferentes ciclos escriturarios, tomando en consideración elementos como la relación con el mercado y los lectores de su momento.

Aunado a esta labor de rescate, edición y difusión de la obra cuellariana, se deben señalar otros trabajos de corte divulgativo como la antología Los tiempos de la desenfrenada democracia (2007), a cargo de Adriana Sandoval, coeditada por la Fundación para las Letras Mexicanas, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Fondo de Cultura Económica; en ella, la investigadora no sólo incluyó una selección de la poesía del autor, el drama Deberes y sacrificios, la novela Baile y cochino... y algunos artículos periodísticos publicados entre 1891 y 1892, sino también un par de ensayos críticos de Carlos Illades y Manuel de Ezcurdia. En ellos, el primero realizó un análisis profundo acerca de las tensiones que expresan los personajes de Facundo, miembros de un cuerpo social que se debate entre las normas del campo y los códigos urbanos. El segundo, a propósito de Las gentes que “son así”, discurrió en torno de la figura del bandido nacional, personaje dinámico inserto en la tradición literaria mexicana.

Seudónimos:
  • Facundo

Ensalada de pollos

Producción:  Radio Educación
Productor: (Luisa) Fernanda Lecuona, Pilar Muñoz
Guion: Sonya Valencia
Música: Tiki Bermejo
Género: Radionovela
Temas: Literatura mexicana. Novela costumbrista del siglo XIX. Costumbres y tradiciones en México en el siglo XIX.
Participantes:
Actuación: Patricio Castillo, Eduardo López Rojas, Roberto Sosa, Emilio Ebergenyi, Luis Pablo Montaño, Angelina Peláez, Víctor Trujillo, et al.
Fecha de producción: 1981
Duración de la serie: 07:00 hrs.

Baile y cochino...Novela de costumbres mexicanas escrita por Facundo (José Tomás de Cuéllar)

Producción:  Radio Educación
Productor: Enrique Atonal
Guion: Susana Medina, Concepción Ruiz
Música: Alejandro Ortiz Padilla
Género: Radionovela
Temas: Literatura. Literatura mexicana. Novela costumbrista mexicana del siglo XIX
Participantes:
Actuación: Luisa Huertas, Emilio Ebergenyi, Agustín Balbanera, Susana Medina, Concepción Ruíz Funes, Lupita Romero, Raúl Boxer, Mario Oropeza, Raúl Ruíz, Mario Díaz Mercado, graciela Orozco, Fernanda Lecuona, Cora Cardona, Lisa Willer, Enrique Beraza, Queta de Acuña, Alberto Medina, et al.
Fecha de producción: 1976
Duración de la serie: 03:20:00