Enciclopedia de la Literatura en México

Ignacio Cumplido

José Luis Martínez
1993 / 14 sep 2017 08:20

Un centenario romántico

Al lado de los centenarios de importancia universal, como el de Cervantes, o nacional, como el de la invasión norteamericana, el año 1947 nos recuerda también que hace cien años, en aquellos ominosos días en que la Ciudad de México se defendía atropelladamente de las tropas al mando de Winfield Scott, nacía una mujer, Rosario de la Peña, el ideal femenino más exaltado por los poetas de su tiempo; se fundaba el Hospital de San Pablo, actualmente llamado Hospital Juárez, por iniciativa del licenciado don José Urbano y Fonseca, y salía a la luz un libro, Presente Amistoso Dedicado a las Señoritas Mexicanas, de la Imprenta Litográfica y Tipográfica que tenía don Ignacio Cumplido en la calle de los Rebeldes número 2.

Ya hemos recordado, para bien y para mal, lo que ocurrió con nuestra nación en 1847; muchos se aprestan a conmemorar el cuarto centenario del nacimiento del autor de El Quijote; los médicos, a su vez, celebrarán los cien años del Hospital Juárez, y Alí Chumacero ha escrito sobre la inspiradora del Nocturno de Manuel Acuña; por ello, quiero dedicar unas líneas de simpatía para ese libro intachable y delicado que contra todas las adversidades pudo aparecer en aquel año.

Don Ignacio Cumplido, su editor, había nacido hacia 1811 en Guadalajara. Sus primeros trabajos tipográficos en la Ciudad de México datan de 1836 en que inicia la publicación de El Mosaico Mexicano, revista de amenidades y literatura. Desde entonces hasta 1887 en que muere, edita el notable periódico El Siglo XIX, revistas literarias como El Museo Mexicano, La Ilustración Mexicana, El Álbum Mexicano y los Presentes Amistosos, y numerosos libros entre los que sobresale su admirable edición de El Quijote, obras que por su elegancia, su corrección tipográfica y su romántica delicadeza, convierten a Cumplido en el impresor que —junto a otros tan desta­cados como Galván, Lara, García Torres y Díaz de León— puede considerarse el más notable de nuestro siglo XIX.

Don Ignacio Cumplido pudo lograr esta excelencia, gracias a su fino sentido artístico y a su constante inquietud por aprovechar los adelantos que en el extranjero conquistaban la tipografía y la lito­grafía. Cuando en 1836, al principio de su carrera, publica su famoso catálogo de tipos y adornos con que cuenta su taller, anuncia ya las nuevas adquisiciones que ha recibido del extranjero; y en 1847, en la introducción de su pluma que lleva el Presente Amistoso, in­forma a sus lectores que se ha decidido a hacer un viaje a Europa "con el objeto de conocer los medios por los que la imprenta ha llegado en aquella parte del mundo a tan asombrosa perfección, y de introducir en México cuanto sea posible aprovechar". Su pudor le impidió mencionar allí otras razones que le movían a ausentarse de México: el país sufría la invasión norteamericana y no quería que se le obligase "a manchar sus prensas con artículos denigrantes para México". Pero antes de despedirse, este hombre que hacía honor a su nombre, manifestaba: "He querido dejar a mis compatriotas una muestra del estado actual del arte tipográfico, en este pequeño volumen, el cual, con excepción de los grabados en acero, se ha trabajado todo en mi establecimiento".

La prenda que dejaba Cumplido, y que no lograría superar del todo en los dos volúmenes que publicaría posteriormente —en 1851 y 1852—, fue el Presente Amistoso. Como para probar a cuantos achacan a las inclemencias de la época o de la fortuna las debilida­des de sus obras, este gran impresor mexicano había realizado sus mejores trabajos en medio de los azares de la guerra civil, y coronaba su obra heroica en uno de los años más aciagos que ha padecido nuestra patria. No se ha aclarado del todo cuál fue, además de ardientemente nacionalista, la posición política de Cumplido. Cierto que su perió­dico El Siglo XIX fue una excelente tribuna liberal en que colaboraron personalidades como Manuel Payno, Juan Bautista Morales, Guillermo Prieto y Francisco Zarco; por contrariar a algunos de los gobernantes que padeció la República, en defensa de la justicia, Cumplido conoció las cárceles. Pero también, en "un alarde de independencia" como lo llama Enrique Fernández Ledesma, publicó las Cartas sobre la monarquía de Gutiérrez Estrada. En 1847, con un esfuerzo tan generoso como inútil, se habían alistado en el cuerpo de Guardia Nacional Hidalgo, para defender la ciudad de México, hombres eminentes como Francisco Ortega y los doctores Miguel Jiménez, Leopoldo Río de la Loza y Francisco Vértiz. En otros cuerpos servían a la patria Manuel Eduardo de Gorostiza, el dramaturgo, Agustín Tornel, Juan José Baz y Vicente García Torres, este último el notable impresor. De Ignacio Cumplido, en cambio, no tenemos más noticias de sus actividades en 1847 que la publicación del Presente Amistoso y su viaje a Europa que acaso efectuó antes de consumarse la invasión.

Cómo pudo Cumplido realizar ese trabajo paciente y concentrado que es el Presente en época tan turbulenta, es algo que no consegui­remos explicarnos satisfactoriamente. Durante la primera mitad del año 1847 la ciudad de México no llegó a sufrir los rigores de la invasión que ya había asolado otros lugares de la República y que sólo tocaría a la capital a partir del mes de agosto. Quizá nuestro impresor había iniciado su trabajo a fines del año anterior y vino a concluirlo cuando amenazaban a la ciudad los peores augurios. Sea como fuere, su obra más parece gracioso y sereno fruto de los tiempos de paz que labor consumada en una época de sangre y oprobio.

Como los Calendarios y Años Nuevos que con tanta profusión se publicaron en México a partir de 1827 en que Galván inició su Calen­dario, el Presente Amistoso desempeñaba, a la manera del siglo, la función que hoy cumplen las revistas de variedades. Aunque las hubo destinadas a otros sectores de la sociedad, casi todas estas publica­ciones estaban dedicadas a las señoritas mexicanas, a las bellas mexi­canas o al bello sexo, como se complacían en escribir los corteses editores de la época. Procuraban escoger las páginas más adecuadas para alimentar delicadamente los ensueños de sus lectoras, instruirlas sin lágrimas en las novedades de la civilización y mantener, al mismo tiempo, vivo el fuego de su devoción religiosa. Con el Presente Amis­toso acaso introdujo Cumplido la innovación de prescindir de los santorales, anuncios climatológicos, efemérides y todo el aparato cronométrico que llenaba los Calendarios, para dedicar la obra ex­clusivamente al recreo del espíritu y de los ojos.

Hoy nos parece que las leyendas históricas, los artículos y narraciones misceláneos y los poemas que forman el material de este primer Presente son marchitas flores de nuestro romanticismo, suscritas por nombres de escritores menores o francamente olvidados. Pero si el contenido ha perdido aquella eficacia que sin duda tenía para las señoritas mexicanas de antaño, su presentación tipográfica nos cautiva siempre recordándonos qué grado de belleza puede alcanzar un libro. Todo en el Presente Amistoso de Cumplido lo sentimos hoy conmovedor y quizá inalcanzable aun con los modernos recursos de la imprenta. Aparte de la intachable impresión de los textos y grabados y del excelente papel, las hermosas y ricas orlas que en gran variedad y con distintos colores rodean cada una de sus páginas son el aspecto de la obra que con más elocuencia muestra el fino sentido artístico de su autor. Sus tintas, después de cien años, han conservado su firmeza y matices; su disposición y ajuste, cuando se trata de orlas formadas por pequeñas piezas ornamentales, no tienen tacha aun para el ojo más experto. En fin, para decirlo con palabras de quien supo volver los ojos con simpatía y conocimiento a la vida de México en el siglo XIX, Enrique Fernández Ledesma, "las publicaciones de Cumplido son modelo de pulcritud, de elegancia y de decoro. En cada página, en cada arreglo, en la más fútil minucia, se advierte la pericia del gran tipógrafo, su buen gusto, muy avanzado para las márgenes de la época, y su delectación por el noble oficio".

Para recordar dignamente este centenario de una de las más altas realizaciones de nuestras artes gráficas y para mostrar que si hemos ganado en recursos mecánicos no hemos retrocedido en calidad artística, propuse hace poco a uno de los dirigentes de los Talleres Gráficos de la Nación que se proyectara una publicación semejante cuya factura podría encomendarse a nuestros más distinguidos arte­sanos del libro —Francisco Díaz de León y Gabriel Fernández Le­desma, por ejemplo— y la selección de los textos a alguno de los escritores mexicanos. Después de examinar detenidamente los tra­bajos de Cumplido, mi amigo me manifestó que consideraba casi imposible repetir o superar aquellas hazañas tipográficas. Lo que antes fue un arte que se realizaba personalmente o auxiliado por pocos oficiales a los que se iban transmitiendo lentamente los secretos de la tipografía, ahora se ha mecanizado y se ha vuelto, como toda nuestra vida, apresurado. Consumar un trabajo tan laborioso y delicado como el de Cumplido implicaría en nuestros días un costo excesivo, por el tiempo que sería necesario dedicarle y por el alto precio que suponen materiales de primera calidad. Y, si se lograra hacerlo, serían muy pocas las señoritas mexicanas que pudieran ad­quirirlo y menos aún las que supieran gustarlo. No era pues mi proyecto realizable porque contrariaba el ritmo y la esencia de nuestra época. Pero me contenta suponer que si don Ignacio Cumplido hu­biese nacido en el siglo XX estaría satisfecho con los linotipos y las grandes rotativas. El Presente Amistoso que comenzó a publicar en 1847 era un fruto, acaso el más hermoso dentro del campo de la tipografía, del siglo del romanticismo y del temperamento artístico de su autor. Y la historia no puede volver sobre sus pasos.

María Esther Pérez Salas Cantú
01 may 2019 / 05 jun 2019 00:37

Impresor y editor, que toda su actividad la desarrolló en la ciudad de México. Inició sus actividades como impresor en 1832. A partir de 1837 incursionó en la edición de revistas ilustradas, con El Mosaico Mexicano. En 1841 la edición de El Siglo Diez y Nueve, uno de los periódicos más importantes del país, lo convirtió en uno de los impresores más reconocidos de su tiempo. Su trabajo, tanto como impresor y como editor, se caracterizó por la seriedad de su imprenta, la calidad y propuestas novedosas de sus impresos así como la amplia distribución de los mismos, ya que contaba con corresponsales en la mayor parte de la República.

Cumplido destacó por ser un impresor que siempre estuvo en busca de las novedades tipográficas. En 1838 realizó un viaje a los Estados Unidos con el fin de conocer los últimos adelantos para introducirlos a México,[1] como la prensa de cilindro cuya cualidad, además de la perfección de impresión, era el que se podían tirar 1,000 ejemplares por hora. Igualmente, adquirió una prensa Marinoni,[2] que para ponerla en acción sólo necesitaba de un operario que colocara los pliegos, ya que el resto del trabajo se realizaba de manera automática, además que presentaba la posibilidad de manejarse de forma mecánica mediante un volante grande, o bien, a partir de fuerza motriz.[3] Ambas prensas revolucionaron el quehacer tipográfico nacional.

En 1847 realizó otro viaje al extranjero.[4] En esta ocasión visitó los principales establecimientos de París y Londres para proveerse de los materiales y utensilios de imprenta más modernos, así como para conocer los adelantos en otras actividades relacionadas, entre ellas la esterotipia,[5] grabado, litografía y encuadernación, lo cual puso a disposición de sus clientes a partir de 1849.

Su actividad como editor abarcó una extensa gama de publicaciones, que iban desde calendarios hasta obras de reconocidos autores nacionales y extranjeros, pasando por periódicos, revistas literarias, folletos, memorias, cartillas, diccionarios, partituras y todas aquellas ediciones que constituían el universo cultural del momento. Una de sus principales publicaciones fue el periódico El Siglo Diez y Nueve que se distinguió por ser una de los diarios de más larga duración (1841-1896), el cual marcó pautas dentro del acontecer periodístico debido a la participación de importantes representantes de la política y de las letras, como Juan Bautista Morales, Mariano Otero, Guillermo Prieto, Manuel Payno, Luis de la Rosa, Ignacio M. Altamirano, Francisco Zarco y muchos más, quienes se identificaron con las propuestas liberales del país.

Entre sus mayores aportaciones editoriales se encuentra la edición de las revistas literarias. Los diversos títulos que salieron de sus prensas ponen de manifiesto el interés de Cumplido por incursionar en el ámbito cultural. Entre las más sobresalientes podemos señalar El Mosaico Mexicano (1837-1841), El Museo Mexicano (1843-1845), El Álbum Mexicano (1849-1850) y La Ilustración Mexicana (1851-1852, 1854). Dichas revistas abordaban diversos temas de carácter instructivo y se utilizaron todos los medios tipográficos disponibles para obtener una mayor aceptación entre el público lector, constituyéndose así en una de las principales manifestaciones culturales del país a partir de la década de los cuarenta. El impacto de El Mosaico fue tal, que al año siguiente de haber salido a la luz, una serie de publicaciones periódicas de corte similar inundaron la oferta del país, como: El Diorama (1837), Año Nuevo. Presente Amistoso (1837), El Recreo de las Familias (1838), Calendario de las Señoritas Mexicanas (1838) y El Diario de los Niños (1839), que son muestra de la competencia que se generó entre los distintos editores e impresores del momento.

Cumplido estableció ciertas pautas de carácter formal, que fueron secundadas por sus competidores. Entre éstas, destaca la inclusión de ilustraciones litográficas, que a la manera de las publicaciones extranjeras, integraron otra clase de comunicación con el receptor, que era de carácter visual. Para tal fin se sirvió del trabajo litográfico de los talleres más destacados de la ciudad de México. Desde sus inicios las revistas literarias contaron con un tiraje de aproximadamente 1,000 ejemplares semanales, distribuidas en la capital de la república y gran parte del interior, mediante una eficiente red de distribuidores, debido a la gran demanda y el interés existente por las novedades editoriales.[6]

Una revista que merece mención especial es El Presente Amistoso. Dedicado a las señoritas mexicanas, (1847, 1851-1852), dedicada exclusivamente al sector femenino, en la cual Cumplido realizó un excelente muestrario de tipografía: con un frontispicio a varias tintas y un grabado en metal al centro, hizo alarde de los adelantos logrados ya que cada página fue adornada con guarniciones diferentes, algunas de ellas coloreadas. Los textos, firmados por los literatos mexicanos más destacados del momento eran, en su mayoría, de carácter imaginativo, así como obras en verso y prosa que buscaron dar lecciones útiles y preceptos morales. Muchos de éstos acompañados de excelentes grabados en acero realizados en Europa. Esta revista está catalogada como uno de los mejores ejemplos tipográficos mexicanos de mediados del siglo xix.[7]

De igual manera Ignacio Cumplido se preocupó por ofrecer a su clientela las últimas novedades literarias e históricas, así como las traducciones de aquéllas que estaban en boga en Europa, lo que ocasionó que surgieran ciertas rivalidades con algunos de sus compañeros de oficio. Uno de los grandes atractivos de estas obras se centró en que contaron con un elevado número de ilustraciones con lo que incursionó en la producción de libro romántico por excelencia. Para tal efecto estableció alianzas con los principales litógrafos del momento y sacó a la luz obras como: El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la mancha, (1841) ilustrado por Joaquín Heredia; Gil Blas de Santillana (1842) editada junto con Massé y Decaen, e ilustrada con estampas coloreadas por Hesiquio Iriarte e impresas en el taller de Decaen. A partir de que Cumplido contó con un taller litográfico en su imprenta, vieron la luz obras como Viaje a México, (1844) de Mathieu de Fossey, que se publicó primero en español,[8] La historia antigua de México y de su conquista, de William Prescott y Las aventuras de Robinson Crusoe, (1846).

En la imprenta de Cumplido se imprimieron lo mismo sermones que memorias de gobierno; dictámenes que proyectos de leyes y estatutos; reglamentos que disposiciones para nuevos caminos; obras científicas que literarias, alocuciones que tesis profesionales, acusaciones que defensas, de ahí que resulte explicable por qué aceptó imprimir la famosa “Carta Monárquica” de Gutiérrez Estrada, titulada, Carta dirigida al Escmo. Sr. Presidente de la república, sobre la necesidad de buscar en una convención el posible remedio de los males que aquejan a la república, y opiniones del autor acerca del mismo asunto, por J. M. Gutiérrez Estrada, publicada en 1840, que ocasionó su encarcelamiento por haber sido considerada un documento subversivo y sedicioso en primer grado.[9]

Como respuesta a este encarcelamiento, que duró casi un mes, y con la intención de dar a conocer su punto de vista pues no compartía la misma ideología, Cumplido sacó a la luz un folleto titulado Manifestación al público del impresor ciudadano Ignacio Cumplido, con motivo de su prisión verificada el 21 de octubre de 1840, en el que además de aludir a la libertad de imprenta, asunto imprescindible para solicitar su liberación, puso de manifiesto su filosofía para publicar, que consistía en hacer a un lado las posturas políticas de sus clientes y las de él mismo.

En relación con los temas de carácter literario, destaca el especial interés de Cumplido por editar obras de los literatos nacionales, decisión que fue sumamente apreciada por sus contemporáneos.[10] El privado del Virrey: drama en cinco jornadas por Ygnacio Rodríguez Galván, Poesías originales y traducidas de D. José Joaquín Pesado o las obras completas de Fernando Calderón son algunos de los ejemplos en este rubro que alternaron con las de Alejandro Dumas, de Louis Reybaud o del Barón George Gordon Noel Byron. En este sentido, se preocupaba por ofrecer las novedades extranjeras y las obras recientes de sus compatriotas.

Los trabajos históricos abordaron una amplia gama de intereses, tanto regionales como nacionales o de partido, como ejemplo: Apuntes históricos de la Heroica Ciudad de Veracruz, de Miguel Lerdo de Tejada (1857); Historia de México y del General Antonio López de Santa-Anna, de Juan Suárez y Navarro (1850) y la Breve reseña histórica de los acontecimientos más notables de la nación mexicana, de José María Tornel y Mendívil (1852).

Otro de los géneros que más presencia le dio a Cumplido en el ámbito editorial fue el de los calendarios. Consciente de la penetración y de la gran demanda de estas publicaciones, desde 1835 incursionó en este rubro. La edición de los calendarios formaba parte inherente a las actividades de su imprenta, al grado que dentro de las funciones del administrador era trabajar la planta del calendario, “que deberá ser lo más perfecto, elegante y correcto”.[11] Acorde con estas disposiciones, los Calendarios de Cumplido trataron de ofrecer a sus lectores novedades atractivas, pues la competencia era bastante fuerte, de ahí que además de presentar los santorales, festividades religiosas, posiciones de la luna, etc., al igual que el resto de los impresores del momento, el editor introdujera viñetas novedosas, ilustraciones y breves artículos de cultura general. Muchos de estos artículos e imágenes ya habían sido publicados en sus revistas literarias, con lo cual los calendarios se convertían en difusores del conocimiento a nivel popular, ya que el formato y el precio era mucho más reducido.

En otros casos se prefería dar información de carácter práctico. En el Calendario para 1838, además de incluir un plano de la ciudad de México, realizado por Rafael María Calvo en 1837, con la traza de la capital y la identificación de los principales edificios religiosos y civiles, colegios, paseos, garitas y calzadas, también proporcionaba información sobre juzgados, curas, boticas, peluquerías, tintorerías, baños, cafés, etc. Obra que en su momento seguramente fue de gran utilidad y que en la actualidad resulta un invaluable documento.[12]

La temática y las portadas cada vez fueron más atractivas, por lo que en ocasiones llegaron a contar con 60 páginas. El formato empleado era el de bolsillo o manuales, como también se les denominaba (12 x 8 cm) y los tirajes eran casi de veinte mil.[13] La producción de calendarios ocupaba una parte importante dentro de del taller de Cumplido, ya que desde el mes de octubre empezaban a anunciarse en El Siglo Diez y Nueve las novedades que incluía el nuevo anuario, a fin de no rezagarse en el competido mundo de la edición de estos productos. El último calendario publicado por Cumplido fue el de 1864.

La imprenta de Ignacio Cumplido, ubicada en la calle de los Rebeldes número 2, siempre contó con la preferencia de un elevado número de autores que recurrieron a dicho establecimiento, atraídos por la seriedad y calidad con que se ejecutaban los trabajos de impresión. Su prestigio se manifiesta claramente en el Libro de muestras que publicó en 1871,[14] obra que reúne todos los tipos, caracteres, viñetas y guarniciones con que contaba su imprenta para esas fechas. Se trata de un excelente muestrario que recopila los elementos tipográficos que Cumplido acumuló desde 1836, fecha en que publicó su primer catálogo. La gran cantidad de viñetas que reproduce, procedentes del extranjero en su mayoría, evidencia el especial cuidado que tuvo a lo largo de su trayectoria por ofrecer a su clientela las últimas novedades, tanto técnicas como de viñetas y caracteres vistosos, los cuales renovaba periódicamente. La experiencia, así como el amplio surtido de material de impresión con que contaba su establecimiento hicieron de éste una empresa sólida que se mantuvo algunos años más allá de la muerte de su fundador (1887). La Revista Financiera Mexicana. Semanario estadístico comercial e industrial fue publicada por los sucesores de Ignacio Cumplido en 1890 y El Siglo Diez y Nueve se siguió publicando hasta 1896.

La constitución de nuevas imprentas como la de Manuel Murguía que contaba con taller litográfico (1844), la de José María Andrade y Felipe Escalante (1854), o la de Francisco Díaz de León y Santiago White, editores de la revista El Renacimiento (1869), así como varias otras, ofrecieron nuevas propuestas a los lectores, sin embargo, Ignacio Cumplido continuó gozando de un lugar destacado dentro del ámbito tipográfico nacional. En 1873, junto con Eduardo L. Gallo, editó Hombres Ilustres Mexicanos, obra escrita por un grupo de destacados historiadores sobre los personajes más relevantes de la historia nacional cuyos retratos litográficos fueron realizados por Santiago Hernández e impresos en el taller de Hesiquio Iriarte.

Ignacio Cumplido fue un hombre de larga trayectoria, considerado por sus contemporáneos como uno de los impresores y editores más sobresalientes de su época. El haber constituido una de las empresas más importantes de su momento lo convierten en punto de referencia no sólo en el ámbito editorial sino también en el ambiente empresarial. El gran volumen de publicaciones salidas de su establecimiento fue resultado de una avanzada organización para su época, en la que la división del trabajo, las propuestas modernizadoras y el liderazgo fueron elementos clave.

 

Referencias

Antreasian, Garo Z., The Tamarind Book of Lithography. Art Techniques, Los Ángeles, Tamarind Lithography Workshop, 1971.

Fernández Ledesma, Enrique, Historia crítica de la tipografía en México: impresos del siglo xix, México, Palacio de Bellas Artes, 1934-1935.

Lombardo García, Irma, El siglo de Cumplido. La emergencia del periodismo mexicano de opinión (1832-1857), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002.

Martínez de Sousa, José, Diccionario de tipografía y del libro, Madrid, Paraninfo, 1981.

Suárez de la Torre, Laura (coord.) y Miguel Ángel Castro (ed.), Empresa y cultura en tinta y papel, 1800-1860, México, Instituto Mora/ Universidad Nacional Autónoma de México/ Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 2001. 

Suárez de la Torre, Laura (coord.), Constructores de un cambio cultural: impresores-editores y libreros en la ciudad de México (1830-1855), México, Instituto Mora, 2003.

Suárez de la Torre, Laura, “Ignacio Cumplido (1811-1887)”, en Leonor Ludlow (Dir.), 200 emprendedores mexicanos. La construcción de una nación, vol. i, Siglo xix, México, LID Editorial Mexicana, 2010, pp. 209-216.

 

Enlaces externos

Garone Gravier, Marina, “Competencia tipográfica en México a mediados del siglo xix: entre la disputa tecnológica e ideológica del catalán Rafael de Rafael y el jalisciense Ignacio Cumplido”, en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona (Barcelona), 2009, (consultado el 19 de febrero de 2019).

----, “Nineteenth-Century Mexican Graphic Design: The Case of Ignacio Cumplido”, en Academia.edu, (consultado el 19 de febrero de 2019).

Hemeroteca Nacional Digital de México, El Siglo Diez y Nueve, (consultado el 19 de febrero de 2019). 

Mesías Rodríguez, Norma Esperanza, “Las obras de Ignacio Cumplido. Un reconocimiento”, en Cathedra. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad Autónoma de Nuevo León), núm. 22, enero-diciembre de 2017, pp. 285-295, (consultado el 19 de febrero de 2019).

Ovando Shelley, Claudia, “Reseña: Libro de muestras de Ignacio Cumplido”, (consultado el 19 de febrero de 2019.