La poesía es un aprendizaje del idioma como fuerza expresiva, la lengua que nos hereda la madre se descubre a sí misma en el nombrar al otro, en la salida al mundo de los sentimientos y las sensaciones, es un desdoblamento en lo que somos ante la alteridad. Por esto, la poesía habla en cierta manera, al sesgo, con una mirada hacia el futuro que es en realidad un fruto del pasado, sea éste la infancia o la adolescencia o el surgimiento de una voluntad de conciencia y de comprensión de nuestros actos. Por eso parece decirnos Claudia Berreto en Sesgo: la escritura del poema es un ejercicio autobiográfico que lleva al desdoblamiento de uno mismo en otro, un yo que se mira como un tú. Y el sesgo es siempre un atajo en el camino, una refracción de la luz, una mirada con intensión que caracteriza al poema.