Las respuestas que representan cada uno de los textos que forman este libro pasan siempre por la propia vida; se trate de recuerdos íntimos o familiares, como en la mayoría, o del testimonio de un grupo como en el caso del artículo de Ignacio Padilla sobre el “crack”, o de una reflexión generacional como en las propuestas de Gabriela Warkentin y de Jorge Volpi. Todos los autores “ponen el cuerpo”, todos hablan desde una memoria que tiene que ver con las emociones, con las sensaciones, con el afán de entender de dónde venimos y cómo llegamos hasta aquí. Nacimos en la época de “lo personal es político”, y es desde ahí entonces que hemos construido nuestro “derecho a disentir”, como escribe Enzia Verduchi, a ser irreverentes, a cuestionar los modelos establecidos, a reivindicar nuevos caminos con la herencia del desenfado, el compromiso y el orgullo juvenil de los 60, y a la vez con la nostalgia del que siente haber llegado tarde (“cuando tuvimos la edad para entrar a la fiesta, ya no era tan divertida”, escribe Ana García Bergua), con la conciencia de que, como lo plantea Andriana Díaz Enciso, estamos solos con nuestro anacronismo, con nuestra voluntad de unir la creación con la ética; con las ausencias que pesan ya en nuestra mirada y que nos han hecho “letrados” en muertes, como sugiere Mónica Maristain. Y aquí estamos hoy, algunos ya entrando a los cincuenta, “too old to rock´roll, too young, to die”. Aquí estamos diciendo “presente”, con la memoria a flor de piel, con la literatura como compromiso…”
Sandra Lorenzano
