Enciclopedia de la Literatura en México

Visión de Anáhuac

mostrar Introducción

En 1915, luego de haber dejado México y ya establecido en Madrid con su esposa y su hijo, Alfonso Reyes escribió uno de sus textos más conocidos: Visión de Anáhuac (1519). El ensayo publicado por primera vez en 1917 en la editorial costarricense Imprenta Alsina despliega una recreación de la mirada que los navegantes españoles tuvieron al observar el Valle de México por primera vez. El texto es un registro de asombros, un ensayo que va y viene de la crónica a la viñeta histórica, del poema en prosa a la estampa costumbrista. Lo mismo describe la vida cotidiana de los mexicas que establece una relación entre la naturaleza y la poesía: obra que huye de la exaltación regionalista acostumbrada cuando se hablaba de lo nacional para establecer un diálogo con la literatura y el arte universal a partir de la geografía y la poesía de las antiguas culturas mesoamericanas. Escrito desde el exilio, Visión de Anáhuac hace un recuento de México y su cultura en un momento en que la inestabilidad política era la moneda corriente del país. También se aleja de los sentimentalismos y reactualiza el pasado de nuestra cultura poniendo los ojos en el futuro; es considerado, además, un paradigma de la mejor prosa de Alfonso Reyes.

mostrar Escribir desde la distancia

A pesar de ser escrito algunos años antes, el ensayo se editó hasta 1917 en la Imprenta Alsina en la colección El convivio, que dirigía Joaquín García Monge desde San José de Costa Rica. Fue precisamente García Monge, amigo de Reyes, quien terminó eligiendo el famoso título entre los dos propuestos por el autor: Mil quinientos diez y nueve, y Visión de Anáhuac (1519).

Debido a las difíciles situaciones políticas de Europa, Alfonso Reyes se vio obligado a dejar la Legación de México en París y llegó a Madrid en octubre de 1914. Ante la posibilidad de regresar a México o continuar en el viejo continente, se inclinó por la segunda. El propio autor denominó sus primeros años madrileños como de “pobreza y libertad”.[1] También en ellos hubo una búsqueda por adentrarse en el medio cultural español, hecho que no ocurrió cabalmente sino hasta 1915 con su entrada al Centro de Estudios Históricos dirigido por Ramón Menéndez Pidal.

La inestabilidad económica no fue lo único que marcó el ánimo de Reyes durante aquellos años: también el desarraigo y el hecho de extrañar la vida de la patria perdida. En su Historia documental de mis libros acepta que la distancia de México le hizo buscar en la escritura lo que no encontraba en la mirada: “[...] el recuerdo de las cosas lejanas, el sentirme olvidado por mi país y la nostalgia de mi alta meseta me llevaron a escribir Visión de Anáhuac”.[2] Autores como Alfonso Rangel Guerra y Raúl Rangel Frías han escrito sobre las circunstancias en que surge el texto: la sensación de añoranza producida por el exilio pero también la forma en que, en la escritura misma, se aleja de cualquier sentimentalismo para convertirse en algo más que un lamento por lo perdido. El mismo Rangel Guerra lo dice y sintetiza de la siguiente forma: “tuvo la virtud de saber convertir esa emoción en lenguaje poético”.[3]

mostrar La mirada en la prosa

En Visión de Anáhuac se ensaya la recreación de un momento: la mirada que los navegantes españoles liderados por Hernán Cortés mantuvieron sobre el Valle de México y sobre Tenochtitlan, la ciudad de los mexicas. La prosa, sin embargo, se aleja paulatinamente de la crónica histórica para penetrar en la importancia de aquel momento, en los entresijos que habitan ese instante. No es sólo la llegada de aquellos exploradores; es, además, el encuentro entre dos culturas desconocidas: dos civilizaciones que también son dos formas de interpretar el mundo. La escritura comienza a buscar consonancias con otros autores, se va centrando en la descripción de lo inusitado; no recrea la conquista ni el colonialismo que vendrá después, se enfoca en las sensaciones y pensamientos que conlleva toda visión primera: encontrar lo que no se sabía que existía, asimilar lo nuevo.

El texto enuncia su poética desde el comienzo: “En la era de los descubrimientos, aparecen libros llenos de noticias extraordinarias y amenas narraciones geográficas”.[4] Con esta puerta de entrada, Reyes establecerá un diálogo de ecos con aquellos libros de los primeros cronistas que consiguieron registrar el asombro. Algunos de ellos fueron textos que capturaron el momento histórico la llegada de los españoles a tierras americanas–, como las crónicas de Cortés o la Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, que Bernal Díaz del Castillo escribiría en su vejez y donde dejaría su registro personal sobre aquella expedición. Asimismo, retoma textos minuciosos donde se describe la vida cotidiana de las culturas mesoamericanas antes de la llegada de los españoles, como la Historia general de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún, entre otros que dejan constancia de la época, como la Historia general de las Indias del eclesiástico español que nunca cruzó el Atlántico, Francisco López de Gómara.

El texto, dividido en cuatro partes, comienza describiendo la cuenca del lago de Texcoco vista desde lejos; la mirada y la prosa siguen con la ciudad de Tenochtitlan, descubriendo los sonidos de las calles y los canales, reviviendo la algarabía del mercado y la plaza para luego encontrarse con Moctezuma, el gran patriarca, que prepara sus rituales de vestimenta y comida; es la visión de la poesía enigmática que enmarca un hombre y su imperio. Al final, la prosa ya no avanza, sino que penetra en la belleza de la flora mesoamericana para descubrir su vital importancia en la existencia de nuestros antepasados y hacer patente ese cercano vínculo que tienen las flores con la poesía. La escritura se detiene ahí para concluir, desprendiéndose de cualquier vínculo sentimental con el pasado y con las ideologías que buscan el retorno de lo indígena o como el propio Reyes lo escribe “[...] y yo no soy de los que sueñan en perpetuaciones absurdas de la tradición indígena y ni siquiera fío demasiado en perpetuaciones de la española [...]”, para así, apostar por una relación mucho más entrañable entre el hombre, la belleza y la naturaleza: “Nos une también la comunidad, mucho más profunda, de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural. El choque de la sensibilidad con el mismo mundo labra, engendra un alma común”.[5] En este sentido, el texto logra pasar de la viñeta a la reflexión, de la remembranza a la toma de postura, de la historia a la literatura; todo esto lo consigue sin confrontar, buscando más bien los puentes, el diálogo, los vasos comunicantes.

mostrar Escribir para dialogar

En Visión de Anáhuac, la escritura se desliga de cualquier encasillamiento, deja de ser la mera recreación de un suceso (la crónica del encuentro entre dos civilizaciones) para convertirse en un diálogo literario donde entran autores como Nezahualcóyotl, el poeta de la Nueva España Manuel de Navarrete, las comedias de Ruiz de Alarcón o las crónicas del Barón de Humboldt. A la manera de un espejeo literario que descubre mientras avanza, la prosa de Reyes logra establecer vínculos inusitados con protagonistas menos regionales: los cuadros del holandés Brueghel, la poesía romántica de Wordsworth y Keats, o la excepcional narración que es La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. En ese cauce natural de referencias, el ensayo encuentra un camino a partir de la belleza y del arte, mucho más allá de cualquier nacionalismo. Se vuelve, como dice Alfonso Rangel Guerra, “una apología de la sensibilidad”.[6]

Al momento de su aparición el texto desconcertó por la arriesgada forma estilística que propone. En su escrito Evocación de Visión de Anáhuac (1986) Alicia Reyes, nieta y especialista en la obra del regiomontano, nos recuerda algunas de las denominaciones que ha recibido: poema en prosa, ensayo poético, texto histórico-lírico.[7] Para Carlos Monsiváis es una crónica donde la prosa es llevada a su más alto grado estilístico.[8] Pero quizá la descripción más breve y precisa de la prosa de Reyes en Visión de Anáhuac es aquella –como lo recuerda Alicia Reyes– que realizó Valery Larbaud para el prólogo de la edición francesa de 1927:

Bajo la forma de un opúsculo histórico, es un verdadero poema nacional mexicano. Es la descripción minuciosa como un cuadro de Brueghel, de la antigua Ciudad de México, tal como ella apareció a los ojos de los conquistadores; pero descripción también lírica, y de un lirismo que por instantes anuncia a Saint-John Perse. Gran poema de colores y de hombres, de extraños monumentos y de riqueza amontonadas; en suma, la visión prometida, en todo su brillo y su misterio.[9]

El famoso epígrafe del texto, “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire”,[10] fue durante algún tiempo producto de una polémica sobre la autoría del mismo, ya que se pensaba que la frase pertenecía al barón de Humboldt.[11] Fue James Willis Robb, especialista minucioso en la obra de Reyes, quien estableció que la paternidad de tal línea era de Reyes.[12] Ésta adquiriría una segunda vida, a manera de homenaje, en el año de 1958 en la primera novela de un jovencísimo Carlos FuentesLa región más transparente. Con ese gesto quedó marcada la influencia que Reyes tuvo durante el siglo xx en la literatura mexicana, mientras que con su prosa, plasmada con toda su fuerza y claridad en Visión de Anáhuac, abrió caminos para la literatura hispanoamericana en general y nos legó una deuda que aún no termina de saldarse.

mostrar Bibliografía

Larbaud, Valery, “Presentación”, en Páginas sobre Alfonso Reyes, comp. de Alfonso Rangel Guerra, México, D. F., El Colegio Nacional, 1996, vol. 1, primera parte, pp. 158-161.

Monsiváis, Carlos, “Prólogo. México y la toma de partido de Alfonso Reyes”, en Alfonso ReyesMéxico, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Capilla Alfonsina)/ Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey/ Fundación para las Letras Mexicanas, 2005, pp. 7-65.

Ragel Frías, Raúl, “Reyes y su Visión de Anáhuac”, en Más páginas sobre Alfonso Reyescomp. de James Willis Robb, México, D. F., El Colegio Nacional, 1997, vol. 4, segunda parte, pp. 437-444.

Rangel Guerra, Alfonso, “Belleza y composición de ‘Visión de Anáhuac’”, en Más páginas sobre Alfonso Reyescomp. de James Willis Robb, México, D. F., El Colegio Nacional, 1997, vol. 4, segunda parte, pp. 445-452.

Reyes, Alicia, “Evocación de ‘Visión de Anáhuac’”, en Más páginas sobre Alfonso Reyescomp. de James Willis Robb, México, D. F., El Colegio Nacional, 1997, vol. 4, segunda parte, pp. 453-460.

Reyes, Alfonso Visión de Anáhuac”. Obras completas ii. México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1956, pp. 13-34.

----,  “Historia documental de mis libros”, Obras completas xxiv, México, D. F., Fondo de Cultura Económica (Letras Mexicanas), 1990.

Willis Robb, James, “En busca de ‘La región más transparente del aire’ de Alfonso Reyes: historia y reexamen de un epígrafe, con una comedia de equivocaciones”, en Más páginas sobre Alfonso Reyes, comp. de James Willis Robb, México, D. F., El Colegio Nacional, 1996, vol. 3, segunda parte, pp. 995-1014. 

mostrar Enlaces externos

Allen, W. Phillips, “Dos imágenes de México: de la época prehispánica a la Colonia”, Nueva Revista de Filología Hispánica, núm. 2, vol. xxxvii, 1989, pp. 537-557, (consultado el 27 de octubre de 2015).

González Torres, Armando, “Anáhuac”, Letras Libres, (consultado el 27 de octubre de 2015).

Jiménez de Báez, Yvette, “El discurso omitido en Visión de Anáhuac”, Nueva Revista de Filología Hispánica, núm. 2, vol. xxxvii, 1989, pp. 465-479, (consultado el 27 de octubre de 2015).

Maestre, Agapito, “Alfonso Reyes en España”, Letras Libres, (consultado el 27 de octubre de 2015).

 
Editorial: Voz Viva
Lectura a cargo de: Alfonso Reyes
Año de grabación: 1959
Temas: En 1915, Alfonso Reyes imaginó cuál habría sido la impresión de los españoles a su llegada al Valle de México en 1519, con qué paisajes, costumbres, naturaleza y vida cotidiana se encontraron sus ojos. Alfonso Reyes concibió este texto icónico de la literatura mexicana, durante su exilio en España, en 1915. Para el editor y escritor Juan José Reyes, el autor de La cena y Oración del 9 de febrero, logra esta genial estampa de México a través de dos recursos: “un formidable acopio de conocimientos de diversa índole (historiográficos, geográficos, botánicos, biológicos, antropológicos), a la vez que de una asombrosa imaginación”.