Enciclopedia de la Literatura en México

Literatura en náhuatl clásico y en las variantes de dicha lengua hasta el presente

mostrar [Introducción]

Rica en verdad es la literatura que se conserva en náhuatl clásico y en las variantes antiguas y modernas de dicha lengua. Producida a lo largo de varios siglos –por lo menos desde el x d. C., en la época tolteca– hay en esta literatura expresiones que corresponden a contextos socioculturales muy diferentes. Así, se conservan algunas composiciones que verosímilmente provienen de tiempos muy antiguos. Testimonios explícitos y evidencias internas sitúan su origen en el contexto en el que se forjó la Toltecáyotl, el conjunto de las creaciones toltecas. Hay otras que a las claras corresponden a la etapa mexica, es decir a los dos últimos siglos anteriores al encuentro con los españoles. A ellas siguen las composiciones que hablan de la conquista o invasión de Anáhuac. Con éstas concluye el ciclo autónomo de la literatura náhuatl.

Géneros muy distintos de expresión se produjeron dentro ya del período colonial. Por una parte surgió –en amplia gama de formas, desde las doctrinas y confesionarios hasta los autos sacramentales y comedias– una literatura de contenido cristiano en náhuatl. Por otra, se produjeron asimismo diversas crónicas, cantares y poemas, obras de indígenas. Apareció también, sobre todo a lo largo de los siglos xvi a xviii, otro gran conjunto de testimonios, en abundancia insospechada, cartas, solicitudes de mercedes, títulos de tierras, testamentos, una gran variedad de escritos en náhuatl concebidos por el hombre y la sociedad nativas para hacer defensa de sus derechos.

La expresión escrita en náhuatl decreció desde fines del siglo xviii. Lejos de recobrar algún vigor, consumada la independencia de México, se hizo cada vez más escasa. En opinión de no pocos, tanto el náhuatl como su literatura estaban ya a punto de convertirse en asunto del pasado. Sin embargo, la palabra en náhuatl pervivió refugiada en el hogar, en comunidades de no pocas regiones del país que se mantenían en distintos grados de aislamiento. Tan sólo, entrado ya el siglo xx y sobre todo después del triunfo de la Revolución de 1910, comenzó a aflorar la palabra conservada en el corazón de esas gentes por tanto tiempo aisladas. El rescate lo iniciaron algunos mexicanos y extranjeros, etnólogos y lingüistas sobre todo.

A la par que eso ocurría, otros pocos estudiosos clavaban su mirada en los antiguos testimonios de la expresión en náhuatl, que en su inmensa mayoría habían quedado en el olvido. En particular se debe a Ángel Ma. Garibay K. (1892-1967) haber iniciado nuevo estudio y valoración de los textos de la tradición prehispánica con fino sentido humanista.[1] A partir sobre todo de la década de los cincuenta, se incrementó el rescate y difusión de la antigua literatura náhuatl. Y a su vez se prosiguieron las investigaciones entre las comunidades contemporáneas en las que pervivían cantares y relatos tradicionales. En años aún más recientes, se dejó sentir con fuerza al parecer creciente, algo que había comenzado a producirse antes en forma más bien esporádica: la aparición de expresiones literarias fruto genuino de la creatividad de personas que mantenían viva, como lengua materna, alguna de las variantes modernas del náhuatl. Así se ha ido forjando la que hemos llamado yancuic tlahtolli, "nueva palabra", una literatura náhuatl contemporánea.

Tal es, en síntesis, la secuencia de siglos, a través de los cuales, como realidad cultural y social viviente, se ha desarrollado una de las más antiguas y ricas formas de variada creación literaria en México. Con arreglo a dicha secuencia, y señalando en cada caso las fuentes documentales que corresponden a los distintos géneros de composiciones, pasamos ya a presentar, describir y valorar algo de lo más sobresaliente en esta literatura.

 

mostrar El legado de la Toltecáyotl

Difícil, si no imposible, es fijar una fecha y aducir alguna composición en náhuatl con la pretensión de que marcan ellas el nacimiento de esta literatura. Como ocurre con otras lenguas en otros muy distintos ámbitos culturales, también en el caso del náhuatl los inicios de su formación y de sus atributos de portador de expresiones literarias se nos ocultan en el pasado. Hay ciertamente indicios de que por lo menos una parte de los teotihuacanos tuvieron como lengua propia una antigua variante conocida como náhuat, con el fonema t en vez del λ (tl).[2] De ser así, tendríamos que, desde los siglos iii a vii, cuando floreció la gran metrópoli de Teotihuacan, se entonaron ya en ella algunos himnos y se pronunciaron otros textos en náhuat.

La tradición prehispánica de tiempos posteriores –ya en la época mexica– recoge dos importantes testimonios que atribuye a los teotihuacanos.[3] Uno concuerda con lo que mucho más tarde nos ha revelado la arqueología.[4] Refiere que a lo largo de las costas que ven al oriente (Golfo de México), en años remotos, vivieron hombres sabios, poseedores de cuentas calendáricas, escritura y amoxtli, "libros", como los que allí se nombran cuicamatl, "papeles de cantos", y temicamatl, "papeles de los sueños".[5] Y añade el relato que fueron descendientes de esos sacerdotes y sabios (¿los antiguos olmecas?) quienes transmitieron la luz de su antorcha, sus conocimientos, a quienes más tarde fundaron Teotihuacan.

El otro testimonio es un canto que, incluido en el mismo antiguo relato, proclama cuál es el destino de los escogidos que mueren en Teotihuacan. En caso de que dicho canto efectivamente proviniera de la "Ciudad de los dioses", en él tendríamos la más antigua creación literaria que se conoce en el contexto de los pueblos nahuas. Antecedería por lo menos en uno o dos siglos a los primeros testimonios de carácter histórico que se registran en los códices prehispánicos de los mixtecas, pueblo de la región de Oaxaca que más tarde recibió también la influencia de la Toltecáyotl, entendida ésta como la de los pueblos creadores de ciudades (Tollan) y de una alta cultura.[6] En cambio, el dicho cantar sería varias centurias posterior a las más antiguas inscripciones que se conservan en monumentos mayas.[7]

Sin pretender que haya evidencia suficiente para adjudicar al cantar en cuestión una antigüedad contemporánea con el esplendor de Teotihuacan (siglos v-vii d.C.), puede aducirse al menos como expresión a la que se atribuye tal origen en la época mexica. Verosímil parece que, como en el caso de cantares de otras literaturas, también éste fuera adquiriendo una forma definida con el paso del tiempo, en un ambiente cultural como el que pudo ser el de los toltecas de Tula hacia el siglo ix o x d. C. Además, según lo veremos, el contenido de este cantar concuerda con lo que nos muestran otros vestigios arqueológicos teotihuacanos. La antigua composición, recogida en el Códice Florentino sobre la base del testimonio de sabios mexicas, va precedida en la misma fuente de breve texto explicativo acerca de Teotihuacan y su significación cultural:

Lo llamaron Teotihuacan porque era el lugar donde enterraban a los señores. Porque, según decían: cuando morimos, no en verdad morimos, porque seguimos viviendo, despertamos, ello nos hace felices.

Así se dirigían al muerto cuando moría. Si era hombre le hablaban, lo invocaban como a ser divino, lo llamaban Cuecuextzin; si era mujer le decían Chamotzin:

Despierta, ya el cielo se enrojece,

ya se presentó la aurora, 

ya cantan las aves color de llama,

las golondrinas color de fuego, 

ya vuelan las mariposas...[8]

Esta pequeña y muy bella composición, dirigida al que, muerto, era enterrado en Teotihuacan, parece relacionada con lo que plásticamente se representa en la pintura mural descubierta en el palacio de Tepantitla, en Teotihuacan, conocida como "El Tlalocan" o paraíso del dios de la lluvia. Los escogidos de este dios, que recibían sepultura, a diferencia de todos los otros muertos, que se cremaban, iban precisamente a ese lugar de deleite. Allí volvían a la vida, despertaban. Su existencia transcurría en un mundo de luz en el que se representan aves y mariposas con las volutas floridas del canto.

Como en las producciones literarias que provienen de la época mexica, también en la que se ha citado, atribuida a tiempos mucho más antiguos, afloran dos rasgos muy frecuentes en la literatura de los nahuas. Uno es las frases paralelas: "ya el cielo se enrojece/ ya se presentó la aurora..." El otro rasgo es la expresion que hace apuntamiento a los colores, aquí el del fuego y la llama, que confieren connotaciones múltiples a los seres a los que se aplican, aves, en particular golondrinas, y también mariposas.

Otras producciones literarias pueden mencionarse como pertenecientes a la época del florecimiento original de la Toltecáyotl, el conjunto de las creaciones toltecas. Por una parte cabe pensar en que algunos de los llamados huehuehtlahtolli, testimonios de la "antigua palabra", difundidos más tarde en regiones muy apartadas entre sí del mundo náhuatl, pertenecen a ese legado. Por otra, hay unos cuantos himnos o poemas que se recogen en varias compilaciones de obras de la tradición prehispánica a los que los sabios nativos adjudican expresamente tal origen.

Entre los huehuehtlahtolli, que es probable formen parte de la herencia de la Toltecáyotl, están varios que son oraciones, dirigidas a Tezcatlipoca, "Espejo que ahúma", el que es "Noche, Viento", manifestación de Ometeotl, el supremo dios dual. Dado que, al tratar acerca de la literatura de procedencia contemporánea a los mexicas, nos ocuparemos del género de los huehuehtlahtolli, nos restringimos aquí a esta escueta mención.

En cambio, parece pertinente aducir al menos un cantar que se relaciona de manera expresa con los toltecas. Se halla dicha composición en el manuscrito que se conoce como Historia tolteca-chichimeca o Anales de Cuauhtinchan. Es éste un códice en el que perduran las representaciones pictográficas y numerosos elementos jeroglíficos, acompañados de amplio texto en náhuatl. Dicho texto constituye una "lectura" de las antiguas pinturas y glifos y se incluyó a modo de comentario. Como luego se mostrará, al hablar de la etapa mexica, los libros o códices indígenas dispuestos con una escritura que incluía elementos pictográficos, ideográficos y fonéticos, tenían como necesario complemento textos-comentario que se memorizaban sobre todo en las escuelas sacerdotales.

El cantar que aquí interesa se entonó, según el testimonio indígena, algún tiempo después de la ruina de la metrópoli de los toltecas, hacia el siglo xii d.C. Dos señores de origen tolteca, Icxicóhuatl y Quetzaltehuéyac, llegan ante una cueva para invitar a un grupo de nómadas chichimecas a unirse a ellos. Les dicen: "Venimos a apartaros de vuestra vida cavernaria." Los chichimecas que se encuentran en el interior de la cueva piden a los toltecas les den a conocer un cantar que los identifique. Éstos entonan un canto de viejo origen tolteca. En él se evocan conceptos que, por otros testimonios sabemos, se atribuían a la sabiduría del héroe cultural y gran sacerdote Quetzalcóatl. Este es el antiguo canto:

En el lugar del mando,

en el lugar del mando gobernamos, 

es el mandato de mi señor principal. 

Espejo que hace visible lo que existe.

 

Ya van, ya están preparados, 

embriágate, embriágate, 

obra el Dios dual, 

el inventor de los hombres, 

Espejo que hace visible lo que existe.[9]

De honda significación religiosa, y al parecer también mágica, es este antiguo canto. De nuevo resalta la expresión paralela. Es afirmación de autoridad e invitación a la entrega. Hay que hacer la libación que enajena. El supremo dios dual dejará sentir su presencia y su acción. Si en los huehuehtlahtolli, testimonios de "la antigua palabra" a los que se ha aludido como de probable origen tolteca, se hace oración a Tezcatlipoca, "Espejo que ahúma", aquí se invoca a Tezcatlanextía, "Espejo que hace brillar o vuelve visible lo que existe".

Ejemplos son estos textos de las composiciones que, con aprecio y admiración, atribuían los mexicas y otros pueblos nahuas al legado de la Toltecáyotl. En múltiples lugares de sus anales y cantos ponderan la época en que la inspiración de Quetzalcóatl hizo posibles grandes cosas en el mundo de la cultura. En la Toltecáyotl se halla, en suma, la raíz y el principio del florecer de la expresión literaria en náhuatl.

mostrar La copiosa literatura de tradición prehispánica de la época mexica

Al hablar de "época mexica" se abarcan aquí los dos últimos siglos anteriores a la conquista o invasión española de Anáhuac. Y, además de hacerse referencia a los mexicas o aztecas, se da entrada a las producciones literarias de otros pueblos nahuas que vivieron durante la misma época.

Para percibir mejor la forma en que ha llegado hasta nosotros esta literatura de tradición prehispánica, conviene recordar la existencia en el mundo náhuatl de instituciones que, entre otras cosas, se ocupaban de preservar el recuerdo del pasado. En las escuelas sacerdotales, los calmécac, y también en otras como las telpochcalli, "casas de jóvenes", y cuicacalli, "casas de cantos", se conservaban los amoxtli, "libros", y se enseñaban, para ser memorizados, diversos textos: cantares, relatos, anales, huehuehtlahtolli, testimonios de "la antigua palabra".[10]

Se conservan hasta hoy algunos amoxtli, libros o "códices" prehispánicos del ámbito de los pueblos nahuas. Hay así cinco manuscritos designados como integrantes del "grupo Borgia", debido a que uno de ellos, el más extenso, perteneció al cardenal Stefano Borgia. Dicho códice se preserva hoy en la Biblioteca Vaticana. El contenido de estos amoxtli, y de otros varios que se produjeron a raíz de la conquista, es de connotaciones principalmente religiosas y calendáricas.[11] Por medio de pinturas y signos jeroglíficos se representan allí los principales dioses, con sus atributos, ofrendas y correspondientes rituales. La presencia de cómputos calendáricos en función de los cuales podían conocerse las fechas propicias y sus tonalli o "destinos", confiere a tales libros una significación muy especial. Son expresión de una concepción del mundo en la que los seres humanos y los dioses coexisten en relación que nunca se interrumpe a través de los ciclos.

Además de estos manuscritos de contenido religioso-calendárico, se conocen otros cuya temática es de índole histórica. En aquellos en que predominan los rasgos de la tradición prehispánica, como en la llamada Tira de la peregrinación de los mexicas, con pinturas y signos jeroglíficos se estructura el relato. En el caso de este códice la historia se inicia con la partida de los grupos nahuas de Aztlan Chicomóztoc, se prosigue con las vicisitudes de su marcha y se concluye con la llegada a Chapultepec donde por algunos años se asientan.[12] Se conserva un considerable conjunto de amoxtli de tema histórico. De ellos puede decirse que, en muchos casos, son copias dispuestas, algún tiempo después de la conquista, de antiguos manuscritos prehispánicos.[13] Ejemplo de esto lo ofrece el Códice Xólotl, en cuyas páginas puede seguirse la historia de los antecedentes del señorío de Tezcoco hasta los tiempos del célebre sabio, poeta y gobernante Nezahualcóyotl. A los glifos y pinturas de este códice acompañan glosas en náhuatl.[14] Dichas glosas son indicio de los comentarios que, según ya se dijo, se hacían memorizar en las escuelas prehispánicas.

En tales centros de educación, como se lee en el Códice Florentino,

Se les enseñaba [a los jóvenes] el buen lenguaje... Les enseñaban todos los versos de cantos para cantar que se llaman cantos divinos, los cuales versos están escritos en sus libros por caracteres... 

Y más, les enseñaban la cuenta de los días, las interpretaciones de los sueños y las cuentas de los años.[15]

Al sobrevenir la conquista, si bien muchos de los antiguos libros fueron destruidos, hubo al menos dos formas principales de rescate de la expresión prehispánica. Por una parte, algunos sabios indígenas sobrevivientes emprendieron la elaboración de códices en los que hicieron convergir el antiguo arte pictográfico-jeroglífico y los testimonios memorizados de la tradición prehispánica. Esto último fue posible gracias a que algunos de ellos, desde muy temprana fecha, aprendieron de frailes como Pedro de Gante a escribir valiéndose del alfabeto. Así se elaboraron los Anales de la Nación Mexicana o Manuscrito de Tlatelolco hacia 1528 y, para dar otro ejemplo, la Historia tolteca-chichimeca hacia 1547.

Por otra parte, tuvo asimismo muy grande importancia en el proceso de rescate de la antigua literatura, la actuación de algunos frailes que, con sentido humanista, supieron valorar el mérito de los cantares, relatos y anales de la tradición prehispánica. Sobresalen en esta empresa fray Andrés de Olmos, llegado a México en 1528, y fray Bernardino de Sahagún, venido un año después. Sobre todo este último recogió un gran caudal de textos y preparó además a un grupo de estudiantes nativos que continuaron por cuenta propia tales trabajos de rescate y transcripción. De este modo se salvaron del olvido las colecciones de cantares en náhuatl que se conservan, así como numerosos huehuehtlahtolli, testimonios de la "antigua palabra", muchos anales y diversas formas de relatos. Descrito así el modo como han llegado hasta nosotros no pocas muestras de la literatura en náhuatl de la época mexica, en las que también hay referencias, según vimos, a otras composiciones de épocas anteriores, pasamos ya a ocuparnos de los principales géneros que se conocen en las producciones de los tiempos mexicas.

mostrar Principales géneros literarios

En el gran conjunto de composiciones de la tradición prehispánica pueden distinguirse, por una parte, los cuícatl, vocablo que se traduce como "canto, himno, poema", y por otra, los tlahtolli, término que significa "palabra, discurso, narración". Con todas las limitaciones del caso, podría decirse que los cuícatl corresponden a las creaciones poéticas, con ritmo y medida. Los tlahtolli pueden, en cambio, compararse con las expresiones en prosa.

Para los pueblos nahuas los cuícatl son fruto de inspiración, a la vez que portadores de sentir y pensar muy hondos. En ellos aflora el diálogo con el corazón. Ademas del ritmo y la medida, la entonación, acompañada por la música, suelen ser atributo de los cuícatl. Entre los nahuas fue muy amplia la gama de creaciones con estas características.

Respecto de los tlahtolli, palabra, discurso, relato, historia, exhortación, puede decirse que conllevan lo que es fruto de la búsqueda y del conocimiento, bien sea acerca del pasado o en torno a distintas realidades sociales, políticas, religiosas, y aun económicas.

Dentro de estos dos grandes géneros, los cuícatl y los tlahtolli, se sitúan muy diferentes especies de composiciones. Las designaciones de las mismas las encontramos en los antiguos manuscritos. Así nos enteramos de que los nahuas habían hecho una cierta categorización de sus producciones literarias.

Recursos estilísticos de los cuícatl

Entre los rasgos más característicos de los cuícatl están el ya mencionado de varias formas de ritmo y medida. En los antiguos manuscritos hay dos elementos que permiten valorar esta característica de los cuícatl. Por una parte hay varias anotaciones, al principio de algunos cantos, a modo de intercalaciones, o al concluir determinadas partes de los mismos. Ejemplos de tales anotaciones son éstas: toco, tocoti, toco, toco...; tocoto, tocoti, toco, toco. En el manuscrito de Cantares mexicanos preservado en la Biblioteca Nacional de México hay una nota que indica que con tales sílabas se marcaba el tono. A su vez, algunos investigadores como Garibay señalan que es posible que cada una de las sílabas de esas anotaciones corresponda a una nota dentro de una escala pentáfona. Por otra parte hay también en los cuícatl otro género de "unidades no-léxicas" que se han interpretado como marcadores o elementos que complementan el metro de los textos correspondientes. Ejemplos de tales unidades o partículas no-léxicas son éstas: aya, iya, huiya, ohuaya...

En la estilística de los cuícatl es perceptible una estructuración en la que hay repeticiones que son variantes de un mismo tema. Hay así composiciones que se distribuyen en determinados "conjuntos o unidades de expresión", frecuentemente por pares. Más que un desarrollo lineal de ideas, se producen convergencias en la expresión, como si se buscara mostrar desde diversos ángulos el tema clave de la composición. Así, por ejemplo, en el siguiente fragmento de un canto guerrero, se exalta lo que es el combate:  

Ya hierve, ya se extiende

ondulando la hoguera.

Ya se adquiere gloria,

ya se hace de fama el escudo,

sobre los cascabeles se levanta el polvo.

Nunca cesará la flor de la guerra,

allí esta al borde del río,

está abriendo ya su corola...[16]

Como puede verse, sin desarrollo lineal alguno, el cantor hace su elogio de esa guerra que tanta importancia tenía, como acción a la vez sagrada y de conquista de pueblos.

Las frases paralelas, al igual que en otras antiguas literaturas, son recurso estilístico recurrente en ésta de los nahuas. Los ejemplos no tienen límite. Veamos éste de hondo sentido acerca de lo que puede ser el actuar del hombre sobre la tierra:

¿Qué era lo que acaso tu mente hallaba? 

¿Dónde andaba tu corazón?

Por eso das tu corazón a cada cosa, 

sin rumbo lo llevas.

Vas destruyendo tu corazón, 

sobre la tierra, ¿puedes ir en pos de algo?[17]

Otro elemento característico en los cuícatl es el llamado difrasismo. "Consiste en aparear dos metáforas que, juntas, dan el simbólico medio de expresar un solo pensamiento."[18] Del gran conjunto de difrasismos nahuas provienen éstos: "flor, canto" (poesía, arte); "greda, plumas" (atavíos del guerrero: el combate); "falda, camisa" (la mujer con énfasis en su sexo); "estera, sitial" (autoridad, gobierno); "jades, plumas de quetzal" (lo que es bello, precioso)...

Un rasgo más en la estilística de los cuícatl lo tenemos en el empleo de imágenes y metáforas que, por su origen, vuelven inconfundibles a este género de composiciones. Las más frecuentes evocan las flores y los atributos de éstas, como sus corolas y la variedad de sus matices; las aves, mariposas y otros muchos seres del reino animal, en particular las águilas y los ocelotes; el maíz como semilla, mazorca y planta, sustento y carne del hombre; los instrumentos musicales, el huehuetl o tambor, el teponaztli o resonador, las tlapitzalli, flautas, ayacachtli, sonajas, oyohualli, cascabeles. Y, para concluir esta enumeración, hay que insistir en las numerosas referencias a una gama de colores, portadores de símbolos. Con estos y otros recursos estilísticos los forjadores de cantos, los más para nosotros anónimos y unos pocos de nombre conocido, produjeron cuícatl, cantares muy variados, según las designaciones con que se conocen y el contenido y forma de los mismos.

Los teocuícatl; "cantos divinos"

De ellos se dice que eran memorizados en los calmécac o escuelas sacerdotales. Entre los que se conservan sobresalen los veinte himnos sacros que transcribió Sahagún. Se entonaban con música en las fiestas religiosas a lo largo del año. Su expresión es a veces esotérica. De considerable antigüedad, pueden tenerse como obras de las escuelas de sacerdotes. Muestra de estas composiciones es ésta, muy breve, dirigida a la diosa de nuestro sustento, invocada con su nombre calendárico de Chicomecoatl, la del día "Siete-Serpiente":

Siete Mazorca, ya levántate, 

idespierta! Ah, es Nuestra Madre. 

Tú nos dejarás huérfanos: 

tú te vas ya a tu casa, 

al Tlalocan, paraíso del Dios de la lluvia.[19]

Los cantos guerreros

Cuauhcuícatl, "cantos de águilas"; ocelo-cuúicatl, "cantos de ocelotes o tigres"; yao-cuícatl, "cantos de guerra", eran varios de los nombres que se daban a estas composiciones. En ellas se enaltecían los hechos de capitanes famosos, las victorias de los mexicas o de otros grupos. Con gran frecuencia estos poemas eran objeto de actuación, baile, música y entonación. Muchos son los cantos guerreros que se conservan. Existe en particular un conjunto dedicado a exaltar las proezas y la muerte del príncipe mexica Tlacahuepan, que perdió la vida en la lucha. De uno de esos cantares procede el siguiente fragmento:

Ya con escudos pintas la nobleza 

y con dardos describes la batalla. 

Ya te aderezas con plumas, 

con greda te tiñes el rostro, 

oh Tlacahuepan, 

porque irás a la región del misterio...

 

Ya a boca llena tú gritas 

y te responde el águila roja... 

Pintado de tigre está tu canto, 

cual águila que se estremece es tu flor, 

oh príncipe Tlacahuepan...[20]

Xochicuícatl, xopancuícatl: "cantos floridos", cantos de tiempo de verdor"

Una y otra de estas designaciones pueden tenerse como equivalentes. De hecho en ocasiones se hace referencia a un mismo cantar, diciéndose de él que es un xochicuícatl y un xopancuícatl. Atributos principales de los mismos es ponderar lo bueno que hay en la tierra, la amistad y el amor, la belleza de las flores y el deleite mismo de la poesía. Podría decirse que son cantos de "tono lírico". He aquí una muestra anónima:

iQue haya ahora amigos aquí! 

Es tiempo de conocer nuestros rostros. 

Tan sólo con flores se elevará nuestro canto. 

 

Nos habremos ido a Su Casa, 

pero nuestra palabra

vivirá aquí en la tierra...[21]

Icnocuícatl, "cantos de privación" (meditación y búsqueda a modo "filosófico")

Estas producciones dan testimonio, quizás el mejor, del gran refinamiento intelectual logrado por los antiguos nahuas. Debidas a forjadores de cantos, unos anónimos y otros de nombre y vida conocidos, en ellas surgen preguntas tales como el sentido que pueden tener el destino humano, la fugacidad de lo que existe, la muerte y el más allá, la posibilidad de conocer y acercarse al supremo Dador de la Vida.

Entre los sabios, autores de estos poemas, cuyos nombres conocemos, destaca el célebre señor tezcocano Nezahualcóyotl (1402-1472) de quien luego hablaremos. A él se debe la siguiente composición:

Yo Nezahualcóyotl, lo pregunto: 

¿Acaso de verdad se vive con raíz en la tierra? 

No para siempre en la tierra,

sólo un poco aquí. 

 

Aunque sea jade se quiebra,

aunque sea oro se rompe, 

aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. 

No para siempre en la tierra, 

sólo un poco aquí.[22]

Ahuilcuicatl, cuecuexcuícatl: "cantos de placer", "cantos de cosquilleo"

A algunos de estos cantos aludieron varios de los frailes, como Diego Durán, diciendo que eran propios "de mujeres deshonestas y hombres livianos".[23] Son composiciones en las que se habla del placer sexual y el amor en sus distintas formas. En ellas tenemos una buena prueba de la variedad y riqueza en la temática de la poesía en náhuatl. A uno de estos cantos, célebre en el mundo de los mexicas, y por cierto de autor conocido, Aquiauhtzin de Ayapanco (siglo xv) lugar cercano a Amecameca, pertenece el siguiente fragmento:

He venido a dar placer 

a mi vulva florida, 

mi boca pequeña. 

Deseo al señor, 

al pequeño Axayácatl. 

Mira mi pintura florida: mis pechos...[24]

El poema citado, que pertenece al llamado "canto de las mujeres guerreras de Chalco", fue compuesto hacia el año 13-Caña (1479) y entonado ante el señor Axayácatl en su palacio de México. Al mismo le agradó tanto que, como lo refiere un cronista indígena, "lo hizo propiedad suya".

El universo de la fiesta

En realidad la mayor parte de los cuícatl, en las variantes que se han descrito, se cantaban con acompañamiento de música, y muchas veces también, de la danza. Así, los teocuícatl, cantos divinos, eran elemento imprescindible en las fiestas religiosas a lo largo del año. Los yaocuícatl, cantos guerreros, también solían entonarse al reactualizarse con danzas y música las batallas, victorias o derrotas. Puede hablarse, en consecuencia, de "un universo de la fiesta" en el contexto cultural del México prehispánico. Dado que la influencia de lo religioso se dejaba sentir en la plenitud de la realidad social y cultural, nada tiene de extraño que los cuícatl, con acompañamiento de música y danza, llegaran a integrar complejas formas de ritual que poco a poco se había ido fijando. Al tiempo de la llegada de los españoles existía un ceremonial que normaba todo el gran conjunto de actuaciones, danzas, música, himnos y cantares.

En este ámbito de lo sagrado floreció una cierta forma de teatro. Tomaban parte en él los sacerdotes, los estudiantes de los centros de educación y el pueblo en general. Los que así entraban en el universo de la fiesta, se valían a veces de máscaras y diversos atavíos, sostenían diálogos con los dioses y una gran variedad de personajes. Adquiría de este modo presencia actuante el simbolismo de los mitos, doctrinas y acaeceres primordiales. Sobre todo en relación con el ciclo agrícola surgió y perduró este universo de la expresión mesoamericana. Para acercarse a él existen fuentes de gran valor: las descripciones de las fiestas en las dieciocho veintenas de días a lo largo del año y asimismo las pinturas incluidas en manuscritos prehispánicos en las que se representan tales fiestas. Los interesados pueden acudir a códices como el Florentino, Borbónico, Magliabecchi, Tudela, de Durán, Telleriano-Remensis y otros.

Algunos forjadores de cantos de nombre conocido

De los poetas que componían estos cantos, algunos nombres han llegado hasta nosotros. Los antiguos manuscritos nos los proporcionan. En general se trata de personajes de noble linaje, como ocurría en otras literaturas de la antigüedad clásica del Viejo Mundo. En la obra Trece poetas del mundo azteca, se ofrecen las biografías y las obras de otros tantos maestros de la palabra.[25]

Además, en los manuscritos en que se conserva el texto náhuatl de los cuícatl se registran otros varios nombres, de suerte que, aunque la mayor parte de las composiciones es obra anónima, existe no obstante la posibilidad de enterarse al menos de las vidas de algunos de sus compositores, tanto de México-Tenochtitlan como de Tezcoco, Tlaxcala, las regiones poblana y de Chalco-Amecameca. Ante la imposibilidad de ofrecer aquí las biografías de por lo menos una veintena de ellos, atenderemos únicamente a dos particularmente sobresalientes.

Muy conocido es Nezahualcóyotl, que nació en Tezcoco en un año 1-Conejo (1402). Desde su infancia recibió esmerada educación en el calmécac o escuela superior de su ciudad natal. Se adentró así en el conocimiento de la Toltecáyotl, las artes y el saber de los toltecas. A los dieciséis años de edad vio cómo los tepanecas de Azcapotzalco asesinaban a su padre, Ixtlilxóchitl, el soberano de Tezcoco. Vivió entonces Nezahualcóyotl un período de desgracias y persecuciones. Sabio y audaz, aliándose a los mexicas, triunfó al fin sobre sus enemigos y recuperó el trono tezcocano. Coronado en 1431, desde entonces hasta su muerte en un año 6-Pedernal (1472) ejerció el poder con proverbial justicia; realizó obras públicas de gran importancia y se distinguió por su elocuencia, sabiduría y fama de forjador de cantos.[26]

De él se conservan cerca de treinta composiciones.[27] Versan éstas en gran parte sobre los grandes enigmas del existir humano en la tierra. Así se ha dicho de Nezahualcóyotl que fue, a su modo, un tlamatini, sabio, "filosófo", del México prehispánico. Dos poemas suyos se ofrecen a continuación:

Estoy embriagado, lloro, me aflijo,

pienso, digo,

en mi interior lo encuentro:

si yo nunca muriera, 

si nunca desapareciera. 

Allá donde no hay muerte, 

allá donde ella es conquistada, 

que allá vaya yo... 

Si yo nunca muriera, 

si yo nunca desapareciera.[28]

 

No acabarán mis flores, 

no cesarán mis cantos. 

Yo cantor los elevo, 

se reparten, se esparcen. 

Aun cuando las flores 

se marchitan y amarillecen, 

serán Ilevadas allá, 

al interior de la casa 

del ave de plumas de oro.[29]

Del género de los icnocuícatl, cantos de privación y honda reflexión, éstos de Nezahualcóyotl dejan en verdad al descubierto la belleza de su expresión y hondura de pensamiento.

El otro forjador de cantos de nombre conocido al que aludiremos es Tecayehuatzin de Huexotzinco. Sobresale entre los más célebres poetas de la región poblano-tlaxcalteca. Nacido en la segunda mitad del siglo xv, murió, según parece, a principios del siglo xvi. Tecayehuatzin, por linaje y por elección de su pueblo, ocupó el rango de gobernante de Huexotzinco. A él tocó verse influido unas veces por sus vecinos tlaxcaltecas y otras por los poderosos mexicas. Sobreponiéndose a las preocupaciones anejas a su carácter de gobernante, Tecayehuatzin, según lo consigna otro poeta, "hacía resonar en su palacio los timbales, las flautas y las conchas de tortuga".

Como poeta y pensador destacó Tecayehuatzin entre quienes se empeñaron en percibir el significado más hondo de "flor y canto", el arte y el símbolo. Como estadista –muchas fuentes nos lo presentan así– supo practicar el dolo y la intriga. De él se conservan algunos poemas y a Tecayehuatzin se atribuye también haber convocado, hacia fines del siglo xv, una reunión de sabios y poetas en Huexotzinco. En ella participaron algunos personajes que nos son conocidos. El propósito del diálogo que allí tuvo lugar fue buscar los distintos puntos de vista de los participantes acerca de la significación de la poesía.

De ese diálogo proceden los dos siguientes fragmentos en los que se recogen las palabras con que Tecayehuatzin se dirigió a sus convidados al principio de la reunión y luego aquellas otras con que dio fin a la misma. He aquí lo que manifestó al comienzo del "dialogo de flor y canto", es decir su pregunta sobre el significado de la poesía y el canto:

¿Dónde andabas, oh poeta? 

Apréstese ya el florido tambor, 

ceñido con plumas de quetzal, 

entrelazadas con flores doradas. 

Tú darás deleite a los nobles, 

a los caballeros águilas y tigres. 

 

Por un breve momento, 

por el tiempo que sea, 

he tornado en préstamo a los príncipes:

ajorcas, piedras preciosas.

 

Sólo con flores circundo a los nobles. 

Con mis cantos los reúno 

en el lugar de los atabales. 

Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión. 

Yo el señor Tecayehuatzin, 

he reunido a los príncipes: 

piedras preciosas, plumajes de quetzal.

Sólo con flores circundo a los nobles.[30]

Atendiendo a la invitación de Tecayehuatzin, los diversos invitados esbozaron sus respuestas en sus palabras que se convertirían en cantos. Al final, el mismo señor de Huexotzinco, al dar por concluida la reunión, dijo:

Y ahora, oh amigos,

oíd el sueño de una palabra: 

Cada primavera nos hace vivir, 

la dorada mazorca nos refriega, 

la mazorca rojiza se nos torna un collar. 

¡Sabemos que son verdaderos 

los corazones de nuestros amigos![31]

El universo de los cuícatl, "sueño de una palabra", obra de los forjadores de cantos del México prehispánico, perdura así en riqueza más grande de lo que muchos habían supuesto. Su análisis, valoración y disfrute en modo alguno pueden darse como algo consumado. En el texto original o en traducción a distintas lenguas, se abren caminos de acercamiento. Sobresalen los cuícatl entre los testimonios más antiguos de la poesía que en el Nuevo Mundo se ha compuesto. Y toca ya atender al otro gran conjunto de producciones en náhuatl: los tlahtolli, "palabra, discurso, relato, historia..." De ellos nos ocuparemos ahora.

Naturaleza y recursos estilísticos de los tlahtolli

Como ya se dijo, comparados con los cuícatl, los tlahtolli tienen formas muy distintas de estructuración. En ellos no es el ritmo ni la medida lo que se busca. No fueron concebidos para ser cantados. Los tlahtolli se nos presentan como elaboraciones de diversas maneras, en las que se busca exponer determinadas ideas o acontecimientos. Por una parte, su tono narrativo o de expresión lógica suele implicar un desarrollo mucho más lineal que el que cabe esperar en los cuícatl. Por otra, es también verdad que en la amplia gama de los tlahtolli es frecuente hallar una tendencia dirigida a estructurar cuadros, escenas o exposiciones como sobrepuestas, cual si se buscara relacionar, ampliar e iluminar, en función de una secuencia interna, lo que se desea presentar.

No faltan, por lo demás, en este género de expresión los ya descritos paralelismos y difrasismos. En el caso de los tlahtolli tales recursos coadyuvan a facilitar la comprensión y la retención de lo que se está comunicando. En muchos casos es perceptible que el contenido de los textos tiene el carácter de "comentario" de aquello que se representa pictográficamente y con glifos en determinados amoxtli o libros. Así se explican frecuentes referencias, sobre todo en relatos de contenido mítico e histórico, tales como las expresiones, "aquí se mira", "he aquí", "podrá verse en otro lugar"... Como en los cuícatl, también entre los tlahtolli pueden distinguirse varias categorías, de las que enseguida vamos a ocuparnos

Los huehuehtlahtolli, testimonios de "la antigua palabra"

Numerosas son, relativamente hablando, las muestras de este género que han llegado hasta nosotros. Las transcripciones que de ellas se conservan permiten valorar esta peculiar forma de expresión náhuatl. En opinión de fray Bernardino, aquí puede hallarse el mejor testimonio "de la retórica y filosofía moral y teología de la gente mexicana, donde hay cosas muy curiosas, tocantes a los primores de su lengua, y cosas muy delicadas tocantes a las virtudes morales".[32]

En varios huehuehtlahtolli hay exhortaciones paternas o maternas henchidas de enseñanzas para los hijos que han llegado a la edad de discreción. También se conservan diversas formas de pláticas como las que se dirigían al tlahtoani recién elegido, demandándole, como escribe Sahagún, favor y lumbre para hacer bien su oficio, al igual que otros discursos clásicos de los mismos tlahtoque, señores, que, como modelo de expresión, conservó el recuerdo.

Los consejos e invocaciones de la partera ante el niño recién nacido; las palabras de enhorabuena con motivo del nacimiento; las consultas de los padres con los tonalpouhque, astrólogos, que debían interpretar los destinos del nuevo ser; la promesa de llevar a los niños, cuando tengan edad para ello, a las escuelas de la comunidad; los discursos de los maestros, de tono moral, o dirigidos a enseñar las artes del bien hablar o de la cortesía; las palabras de preparación para el matrimonio y, finalmente, determinadas formas de oración o imprecación a modo de discurso, todo esto integraba el contenido de los distintos huehuehtlahtolli.

Atendiendo ahora a la peculiaridad de los huehuehtlahtolli, a aquello que muestra, como dice Sahagún, los primores de su lengua, aparecen varios rasgos dignos de ser notados. Primeramente puede afirmarse que, de todas las formas de tlahtolli, es ésta una de las más refinadas, que en rigor podía merecer el título de tecpillahtolli, lenguaje propio de gente noble. Toda la gama de las fórmulas de respeto, en las que abundó tanto esta cultura, se hacen presentes en los huehuehtlahtolli. Hay en ellos proliferación extraordinaria de metáforas: al ser humano se le nombra con frecuencia "dueño de un rostro y de un corazón"; de la suprema deidad se dice que es Yohualli Ehécatl, "la Noche y el Viento"; la niña pequeña es chalchiuhcózcatl, quetzalli, "collar de piedras finas, plumaje de quetzal". Y también en los huehuehtlahtolli, como en muchos cuícatl, es frecuente el paralelismo, o sea la repetición de un mismo pensamiento con ligeras variantes; indicio del propósito de que estas palabras más fácilmente pudieran conservarse en la memoria. He aquí un fragmento que ilustra la riqueza de expresión de estos textos:

Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes.
Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo que no se ande siempre gimiendo. Pero, aun cuando así fuera, si saliera verdad que sólo se sufre, si así son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto habrá que estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre temiendo? ¿Habrá que vivir llorando?
 Porque se vive en la tierra, hay en ella señores, hay mando, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda diciendo siempre que así es en la tierra? ¿Quién anda tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay lucha, hay trabajo. Se busca mujer, se busca marido.[33]

Sin género de duda, acercarse a los huehuehtlahtolli será el mejor de los caminos para conocer y valorar lo más refinado de la sabiduría y el arte de la expresión cuidadosa entre los antiguos mexicanos.

Los teotlahtolli, "palabras divinas"

Muy numerosos son los textos en náhuatl ejemplo de teotlahtolli, comparables en cierto grado con los relatos épicos, o las narraciones acerca de la génesis de cuanto existe y que encontramos como libros sagrados en otras culturas de la antigüedad clásica. Teniendo presente que los diversos pueblos mesoamericanos participaban en una herencia en común, no será extraño encontrar en los teotlahtolli, narraciones parecidas a textos redactados en otras lenguas. Así, por ejemplo, tanto entre los mayas como entre los nahuas, existen relatos semejantes sobre las edades cósmicas, el héroe cultural Quetzalcóatl, Kukulcán, las regiones adonde van los que mueren y sobre otros varios temas.

Ciñéndonos ahora al caso del náhuatl, encontramos que los teotlahtolli versan principalmente sobre los siguientes asuntos: orígenes divinos y cósmicos; héroes culturales; el quehacer de dioses y otros personajes.

Comencemos por los teotlahtolli, referentes a los orígenes cósmicos y divinos. En los códices Matritense y Florentino, en los Anales de Cuautitlan y en el manuscrito conocido como Leyenda de los Soles, se conservan narraciones que tienen esta temática. Algunas hablan de cada una de las edades o soles que han existido (por ejemplo Anales de Cuauhtitlan), en tanto que otras tratan de episodios relacionados ya con la edad en que vivimos. Tal es el caso de los teotlahtolli incluidos en el Códice Matritense del Palacio Real, fol. 161 v.-163 r. De esta última fuente proceden los relatos sobre la creación del quinto sol en Teotihuacan, el viaje de Quetzalcóatl a la región de los muertos en busca de los huesos de hombres de generaciones anteriores, y el nuevo hallazgo del maíz en el Tonacatépetl, el "Monte de Nuestro Sustento".

De gran interés son los teotlahtolli acerca de los "héroes culturales", en particular el sabio sacerdote Quetzalcóatl. Considerado algunas veces como un dios, advocación de la suprema divinidad, y otras como un héroe cultural, aparece desempeñando siempre un papel fundamental en el desarrollo de la Toltecáyotl, el conjunto de creaciones de la cultura tolteca. Entre los varios relatos que se conservan acerca de Quetzalcóatl mencionaré los incluidos en el Códice Florentino (libro iii, fol. 9 r.-23 r.) y en Anales de Cuauhtitlan (fol. 3-7). Estos teotlahtolli se cuentan entre las más expresivas y hermosas muestras de la narrativa de los pueblos nahuas.

De los varios teotlahtolli en que se evocan con admiración los tiempos en que comenzó a florecer la Toltecáyotl, un buen ejemplo lo ofrece éste del Códice Matritense:

Quetzalcóatl reinaba en Tula... Todo era abundancia y dicha, no se vendían por precio los víveres, todo cuanto es nuestro sustento. Es fama que eran tan grandes y gruesas las calabazas y tenían tan ancho su contorno que apenas podían ceñirlo los brazos de un hombre abiertos. Eran tan gruesas y largas las mazorcas de maíz, cual la mano del metate. Por todas partes rodaban, caídas cual cosa inútil. Y las matas de los bledos, semejantes a las palmas, a las cuales se podía subir, bien se podía trepar en ellas. También se producía el algodón de mil colores tenido: rojo, amarillo, rosado, morado, verde, verdeazulado, azul marino, verde claro, amarillo rojizo, moreno y matizado de diferentes colores y de color de león. Todos estos colores los tenía por su naturaleza, así nacía de la tierra, nadie tenía que pintarlo. También se criaban allí aves de rico plumaje: color de turquesa, de verde reluciente, de amarillo, de pecho color de llama. Y aves preciosas de todo linaje, las que cantan bellamente, las que en las montañas trinan. También las piedras preciosas y el oro eran vistos como si no tuvieran precio: tanto era lo que todos tenían. También se daba el cacao, el cacao más rico y fino, y por todas partes se alzaban las plantas del cacao. Todos los moradores de Tula eran ricos y felices, nunca sentían pobreza o pena, nada en sus casas faltaba, nunca había hambre entre ellos, y las mazorcas mal dadas solo servían para calentar el baño.[34]

Teotlahtolli hay asimismo que hablan de otros dioses y otros personajes de actuación legendaria. Entre ellos cabe mencionar los textos que recuerdan a los dioses de la lluvia, el viento, las sementeras, la guerra, etc. En el manuscrito ya mencionado de la Leyenda de los Soles, se recogen varios de estos relatos, como el que describe el juego de pelota que sostuvieron los tlaloqueh, "dioses de la lluvia", con Huémac, el último señor de Tula.

El estudio de las diversas formas de teotlahtolli ayuda a comprender, entre otras cosas, la conciencia que tenían los propios nahuas de su vinculación con el universo de los dioses. Así como en los icnocuícatl se nos presentan las reflexiones e inquietudes propias de algunos tlamatinimeh, "sabios", en los teotlahtolli se halla el sustrato de ideas sobre el cual los antiguos mexicanos habían cimentado y desarrollado su visión del mundo, creencias religiosas y principios que normaban su organización social, religiosa y política.

In ye huecauh tlahtolli, "relatos acerca de las cosas antiguas"

Además de esta designación se empleaban otros vocablos para connotar las narraciones que pueden considerarse de contenido histórico. Entre otros están los siguientes: ihtoloca, "lo que se dice de algo o de alguien"; tlahtóllotl, "suma y esencia de la palabra", entendida como conjunto de discursos dedicados a rememorar el pasado. Relativamente abundantes son los textos en náhuatl de contenido histórico según la tradición prehispánica. De ellos puede decirse que muchas veces son la "lectura" de lo que consignaban los viejos códices, puesta por escrito, con el alfabeto latino después de la conquista. En otros casos se trata de tradiciones orales, sistemáticamente memorizadas, que fueron comunicadas a escribanos indígenas con o sin la participación de algunos frailes interesados en las antigüedades prehispánicas.

En realidad la secuencia de cambios que afecto las formas de transmisión de los relatos históricos, tenía ya un antecedente en la etapa de autonomía prehispánica. En los centros de educación anexos a los templos donde se estudiaba la ihtoloca, "lo que se dice acerca de algo o alguien", las pinturas e inscripciones jeroglíficas de los códices eran el apoyo, con los puntos básicos de referencia, para la elaboración de "comentarios", también especie de "lecturas", que debían memorizarse sistemáticamente. Así, desde mucho antes de la conquista, la transmisión de la historia se llevaba a cabo de doble manera: a través de los códices y de la tradición oral sistemática.

Las noticias de la ihtoloca versan, sobre todo, acerca de los siguientes temas: narraciones sobre el origen, esplendor y ruina de los toltecas; formas de vida de los distintos grupos chichimecas; establecimiento de señoríos en diversas regiones de la altiplanicie central, como en Cholula, Culhuacan, Chalco-Amecameca, Aculhuacan, Tlaxcala, Tecamachalco, Cuauhtinchan y otros en la zona poblana y, por supuesto, en el Valle de México. Lugar especial ocupan la peregrinación de los mexicas, los enfrentamientos que tuvieron a lo largo de ella, su llegada a Tenochtitlan, la etapa de sujeción a Azcapotzalco, la victoria que alcanzaron sobre sus antiguos dominadores, la alianza con Tezcoco y Tlacopan, así como el desarrollo y esplendor de Tenochtitlan y sus conquistas en regiones muy apartadas.

Muestra, muy breve pero también muy elocuente, de la importancia que concedían los nahuas a los testimonios acerca de su pasado la proporciona un texto incluido en los Anales de Cuauhtitlan, obra en la que, ya en el siglo xvi, se reunieron crónicas de diversos orígenes en el ámbito de la región central. Allí se alude al relato histórico como tlahtóllotl, "esencia de la palabra y suma de ella", y se expresa que donde, sucesivamente, estuvo el poder, allí encontró su sede la recordación histórica:

Tlahtoloyan, o sea la sede por excelencia del tlahtóllotl (las palabras-recuerdo), estuvo primero en Tula, en Quauhquecholan, en Quauhnáhuac, en Uaxtépec, en Quahuacan. 

Cuando aquello decayó, quedó la palabra-recuerdo (ontlahtoloc) en Azcapotzalco, en Colhuacan, en Coahuatlinchan. 

Cuando aquello decayó, quedó la palabra-recuerdo (ontlahtoloc), en Tenochtitlan-México, en Tezcoco-Acolhuacan, en Tlacopan-Tepanohuayan.[35]

El texto proclama, en resumen, que las palabras, memoria del pasado, tuvieron su raíz en Tula y en los lugares que después se mencionan, y que marcan distintas etapas culturales, hasta terminar la lista con los nombres de las cabeceras de la llamada Triple Alianza: Tenochtitlan-México, Tezcoco, en la región de Acolhuacan, y Tlacopan, Tacuba, en el territorio tepaneca.

Los nahuas que, como otros pueblos mesoamericanos vivieron atentos a las medidas del tiempo y sus destinos, tuvieron a su modo una honda conciencia histórica. Prueba de ello son los textos que permiten conocer sus puntos de vista sobre su propio pasado.

Otras formas de tlahtolli, además de las que se han mencionado, hubo en el mundo prehispánico. Entre ellas están los in tonalli itlatlahtollo, discursos de los tonalpouhque o astrólogos, que hacían la lectura de los destinos. A esta materia se dedica íntegramente el libro iv del Códice Matritense de la Real Academia, donde aparecen los testimonios en náhuatl que recogió Sahagún de sus informantes.

Hay asimismo vestigios de otra forma de expresión esotérica que se designó con el vocablo nahuallahtolli, el tlahtolli de los nahualli o hechiceros, lenguaje encubierto o mágico. Material para su estudio lo ofrece el Tratado de las supersticiones de los naturales de esta Nueva España, de Hernando Ruiz de Alarcón, en el que trascribió algunos conjuros a principios del siglo xvii. Del nahuallahtolli nos ocuparemos al tratar de los tlahtolli que sobrevivieron en el periodo colonial.

Variada y rica, más de lo que pudiera sospecharse, fue la producción literaria prehispánica en náhuatl. Mucho es lo que de ella se perdió, pero también son numerosos los textos que se conservan.

mostrar Los testimonios de la visión de los vencidos

Entre otros cronistas españoles, fray Toribio de Benavente Motolinía pudo percatarse de que, consumada la conquista, hubo algunos sabios indígenas que se preocuparon por dejar en sus libros sus testimonios acerca de lo que había sido para ellos la aparición de "los hombres de Castilla" y luego el asedio y la ruina de la gran ciudad de México-Tenochtitlan. Así nos dice: "Mucho notaron estos naturales indios entre las cuentas de sus años, el año que vinieron y entraron en esta tierra los españoles, como cosa muy notable que al principio les puso muy grande espanto y admiración...".[36] 

Por los manuscritos que se conservan nos certificamos de que así fue. En varios de los códices elaborados en los tiempos que siguieron a la conquista, se registran en los años correspondientes a 1-Caña (1519), 2-Pedernal (1520) y 3-Casa (1521), con pinturas, signos jeroglíficos y glosas, los principales sucesos que se refieren a la actuación de los españoles. Tal es el caso de los códices Azcatitlan, Mexicano, Moctezuma, Aubin y otros. Pero además de esas representaciones más bien escuetas, bien pronto hubo algunos de entre los sobrevivientes, que aprendieron el alfabeto latino y se sirvieron de él para consignar sus recuerdos. Tal fue el caso de varios tlatelolcas que en el manuscrito conocido como Anales de la Nación Mexicana o Anales de Tlatelolco, incluyeron un relato sobre sus propias experiencias e interpretación del enfrentamiento con Cortés y sus hombres. En dicho texto, redactado hacia 1528, perduran aún algunos pocos elementos glíficos al modo antiguo. Obra de gran dramatismo, se inicia con la llegada de los españoles por el rumbo de la antigua Veracruz y culmina con la rendición de México-Tenochtitlan y las desgracias que luego siguieron. En este relato, el primero de cuantos se conocen con testimonios de indígenas del Nuevo Mundo acerca de la invasión llevada a cabo por los españoles, hay secuencias de muy hondo dramatismo:

Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos. Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. 

En los caminos yacen dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas y en las paredes están los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas y, cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. 

Golpéabamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros...[37]

De los otros testimonios que también se expresaron en náhuatl acerca de la conquista –y son varios, aunque algunos están incluidos en relaciones o anales históricos que abarcan otros temas– tienen sin duda el mayor interés los que recogió e hizo transcribir el ya varias veces mencionado Bernardino de Sahagún. En dos ocasiones realizó éste sus pesquisas, ambas en Tlatelolco, una hacia 1553 o 1554 y la otra hacia 1585. Los textos en náhuatl que se conservan pertenecen a la primera pesquisa y forman parte del Códice Florentino, como libro xii del mismo. Distribuidos en forma de capítulos, abarcan desde la descripción de una serie de presagios funestos que ocurrieron unos pocos anos antes del desembarco de los españoles hasta las ordenes que dio Cortés a los vencidos.

Aunque del genero de los tlahtolli, estos textos adquieren por momentos el tono de un verdadero gran poema épico. Más que aducir muestras de ellos, interesa la plenitud de su lectura. Espejo mágico son, en el que con expresiones paralelas, difrasismos y metáforas, se narra, paso a paso, la secuencia de esos aconteceres motivo de asombro y aun pasmo para quienes nunca antes habían imaginado tan extrañas presencias y tan violentos enfrentamientos con un desenlace que tan de raíz afectó su existencia y cultura. En el más amplio contexto de la literatura mexicana –que debe abarcar las expresiones en castellano y en las lenguas indígenas– es en verdad privilegio para México tener al alcance testimonios de vencedores y vencidos. Gracias a ellos resulta posible a los mexicanos contemplar, desde ambas perspectivas, la secuencia de dramáticos aconteceres, antecedente insuprimible en el origen de su propio ser étnico y cultural. En lo que toca al acercamiento a esas raíces históricas desde la perspectiva de la "visión de los vencidos", cabe añadir que tal forma de proceder ha comenzado a ser adoptada por diversos estudiosos de la expresión histórico-literaria, tanto en el caso de los pueblos mayas como en el de los quechuas (incas) del área andina.[38]

mostrar La literatura náhuatl de los siglos XVI-XVIII

No murió esta lengua con la conquista. El náhuatl que, en la época prehispánica, era el idioma que, al modo de una lingua franca e imperial, empleaban múltiples gentes de Mesoamérica, mantuvo su vigencia como de uso preferencial durante el primer siglo y medio de presencia española. Hubo incluso frailes y funcionarios de la Corona que llegaron a pensar en la conveniencia de difundir e imponer al náhuatl como la lengua principal de la Nueva España. Ello ayuda a comprender cómo fue que, a lo largo de los siglos xvi a xviii el náhuatl siguió siendo idioma en el que se produjeron diversas formas de composiciones literarias.

Además de los testimonios de la visión de los vencidos, florecieron en amplia gama otros muchos géneros de expresión. Por una parte cabe recordar que los frailes misioneros, percatándose de la necesidad de difundir en dicha lengua el mensaje del cristianismo, no sólo la aprendieron sino que escribieron en ella numerosas obras, auxiliados por sus discípulos y colaboradores indígenas. Por otra, importa también tener presente que, al hacer suyo el alfabeto adaptado al náhuatl, hubo no pocos indígenas que redactaron diversos escritos. Abarcan éstos nuevas formas de crónicas y también genealogías y probanzas de méritos o de antigua condición de nobleza, para obtener mercedes del rey. Asimismo fue tarea de los escribanos nativos disponer un cúmulo en verdad impresionante de escritos, desde cartas hasta testamentos, solicitudes de mercedes, demarcaciones de propiedades, probanzas en litigios de tierras o de otra índole, defensas en juicios y un sinfín de asuntos, en su mayoría de connotaciones económico-legales.

Y contra lo que, a primera vista pudiera suponerse, en ese gran conjunto de papeles en náhuatl –a veces todavía con elementos de la antigua escritura jeroglífica– que se conservan en el Archivo General de la Nación de la ciudad de México y en otros de provincia y del extranjero, hay testimonios que bien merecen ser tornados en cuenta a la luz de la historia de la literatura náhuatl. Aquí, así lo haremos.

En este acercamiento comenzaremos por atender a las producciones que se debieron, de un modo o de otro, a los frailes.

Una nueva temática en la expresión en náhuatl: la impronta del cristianismo

La literatura, obra de los frailes misioneros o de sus colaboradores indígenas, comprende escritos de carácter doctrinal, otros de índole lingüística y asimismo algunos relacionados con la antigua cultura. No siendo posible abarcar aquí todo este gran conjunto de producciones, atenderemos a algunas particularmente significativas.

En las de tema doctrinal pueden establecerse varias categorías: las "doctrinas cristianas" y catecismos propiamente dichos; los sermones para las distintas dominicas y otras fiestas; los confesionarios; las traducciones de diversas partes del Antiguo y Nuevo Testamentos; las pastorelas, autos sacramentales y comedias, así como otras obras de edificación para personas mejor preparadas.

Doctrinas cristianas se escribieron y publicaron varias a lo largo de los siglos xvi y xvii. No puede decirse de ellas que tuvieran atributos de gran originalidad. Por lo general fueron adaptaciones de obras publicadas en España. Entre las principales cabe mencionar las debidas a Alonso de Molina, publicada en 1546, y a un grupo de frailes dominicos en 1548.[39] De considerable interés es analizar cómo se expresaron en ellas sutiles conceptos del cristianismo. Este género de indagación lingüístico-cultural es particularmente revelador.

La expresión de "la palabra divina" del predicador cristiano constituye otra categoría en el conjunto de estas producciones. Se conservan, casi todos inéditos, sermones de frailes muy conocidos, entre ellos, de los franciscanos Arnaldo Basacio, Luis de Fuensalida, Juan de Gaona y Bernardino de Sahagún;[40] de los dominicos Pedro de Córdoba y Domingo de la Anunciación, y otros, como los de los agustinos Juan de Mijangos y Martín de León, y de los jesuitas Juan Balthasar y Antonio de Paredes.[41] También en este género de composiciones hay materia muy digna de atención. Hasta ahora poco tomadas en cuenta, constituyen no obstante producciones en las que, muchas veces con el auxilio de estudiantes indígenas, pudieron consumar los frailes sutiles procesos de transculturación conceptual y lingüística.

Extensa sería la lista de los confesionarios que se imprimieron en náhuatl a lo largo de los siglos xvi, xvii y primera mitad del xviii. Entre ellos destacan los debidos a fray Alonso de Molina (1565) y fray Juan Baptista Viseo (1599-1600).[42] En los mismos cabe encontrar, además de exposiciones de la ortodoxia cristiana, referencias a prácticas y creencias de la antigüedad prehispánica. En algunos casos los cuestionarios allí incluidos para que el confesor pueda interrogar al penitente son tan complejos y sutiles que bien pudieran describirse como lecciones acerca del arte de pecar, según sus géneros y especies, en toda suerte de transgresiones. De modo particular ello resulta evidente a propósito del sexto mandamiento sobre los pecados relacionados con el sexo.

Si tantas veces se ha repetido que la primera obra que se imprimió en el mundo fue la Biblia (1456), no deja de ser también digno de muy particular referencia que en fechas bastante tempranas se difundieron en náhuatl diversas partes del Antiguo y del Nuevo Testamento.[43] No existe hasta ahora un registro completo de todas las traducciones bíblicas al náhuatl elaboradas durante los siglos novohispanos. En ellas podrán hallar los filólogos y lingüistas un filón para su estudio. Entre otras cosas interesa valorar cómo se expresaron en náhuatl conceptos tales como los de "pecado original", "mesías", "redención", "verbo divino" y otros muchos.

Lugar muy especial tienen las composiciones cristianizantes, concebidas bien sea para ser entonadas o representadas, o ambas cosas a la vez. Acerca de ellas existe una importante obra de Fernando Horcasitas, El teatro náhuatl.[44] En ésta se ocupa de lo que llama "teatro misionero antiguo". Como muestras del mismo incluye treinta y cinco piezas, inspiradas en relatos del Antiguo y del Nuevo Testamento, en los Evangelios apócrifos y en temas de la historia universal.

Algunas de dichas obras constituyen la versión náhuatl de genuinos autos sacramentales, por ejemplo, "El auto de los Reyes magos en Tlaxomulco" y "El auto de la Pasión en Cuernavaca".

Otras, concebidas a modo de drama histórico, conllevan a la vez ideas moralizantes. Tal es el caso de "La destrucción de Jerusalem". Verdaderas lecciones teológicas puestas en el escenario, las ofrecen "El sacrificio de Isaac", "La tentación del Señor" y "El juicio final".[45]

Cabe citar aquí una obra debida a fray Bernardino de Sahagún, la Psalmodia Christiana, publicada en México en 1583. Ésta incluye "psalmos" o cantos en náhuatl para las principales fiestas a lo largo del año. El propósito de fray Bernardino fue poner al alcance de los nahuas cantos que pudieran entonar, como lo hacían en sus fiestas de la época prehispánica. En ocasiones a tales cantos acompañaban danzas y otras formas de actuación.

De otras muchas composiciones para ser representadas se tiene noticia. Lugar importante ocupan las que cabe designar como "Teatro de la Conquista". En ellas, desde diversas perspectivas, se interpreta y reactualiza lo que fue el enfrentamiento con Cortés y sus hombres. Algunas de estas obras se han mantenido vivas hasta tiempos recientes.[46]

Debe añadirse que en el siglo xvii hubo quienes, como el bachiller Bartolomé de Alva (ca. 1600-ca. 1670), acometieron la tarea de traducir al náhuatl algunas obras del teatro clásico español, en particular de Lope de Vega y de Calderón de la Barca.[47]

Otras producciones asimismo sobre temas cristianos y de gran refinamiento

Sorprendente será para muchos enterarse de la abundancia de obras en náhuatl de los siglos xvi y xvii, varias de las cuales incluso llegaron a imprimirse. A tres de ellas vamos a atender. La primera, de fray Juan de Gaona, se intitula Coloquios de la paz y tranquilidad christiana en lengua mexicana (1582). Nacido en Burgos hacia 1500, Gaona estudió en la Universidad de París y luego pasó a México en 1558. Al cabo de algunos años llegó a dominar el náhuatl a la perfección. Fue maestro en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco donde tuvo alumnos indígenas de gran capacidad. Muerto en 1560, su obra permaneció inédita hasta 1582. En ella se incluyen veinte diálogos o coloquios entre un fraile y un estudiante nativo. Escrita en un estilo que recuerda al de los huehuehtlahtolli, testimonios de "la antigua palabra", en ella, desde diversos ángulos, y con diversos ejemplos, se exponen los caminos que apartan y los que llevan a encontrar la paz del alma. Obra de gran sabiduría, es uno de los clásicos de la literatura náhuatl del siglo xvi.

La segunda gran aportación que mencionaré se debe a fray Juan Baptista Viseo (1555-ca. 1609). Éste, que sacó a luz varias obras, como su Confesionario (1599) y sus Advertencias para los confesores de los naturales (1600), se empeñó –asistido por sus colaboradores indígenas– en publicar precisamente los huehuehtlahtolli que había recogido y trascrito fray Andrés de Olmos hacia 1537-1538. Juan Baptista logró su propósito al introducir en dichos textos varias modificaciones para hacer de ellos elemento provechoso en la evangelización. De hecho, además de dar lugar a cambios como los de "Señor Nuestro Dios", en vez del nombre de alguna deidad prehispánica, Juan Baptista añadió al conjunto original de huehuehtlahtolli otros cinco de su propia cosecha. El libro, que es el único en el que se publicaron textos de la tradición prehispánica durante la época colonial, apareció con el siguiente titulo Huehuehtlahtolli que contiene las pláticas que los padres y madres hicieron a sus hijos y a sus hijas, y los señores a sus vasallos, todas llenas de doctrina moral y política (1600).[48]

La tercera y última de las obras a las que queremos aludir apareció publicada por el bachiller Luis Lasso de la Vega bajo el título de Huey tlamahuizoltica omone-xiti in ilhuicahuac tlatoca cihuapilli Santa Maria Totlazonantzin Guadalupe in nican huey altepenahuac Mexico itocayocan Tepeyacac (Muy maravillosamente se apareció la Reina del cielo Santa María, Nuestra Amada Madre de Guadalupe, aquí junto a la ciudad de México, donde se llama Tepeyacac), en México, 1649. Como es bien sabido, en ella se incluye el tradicional relato en náhuatl acerca de las apariciones de la virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Prescindiendo aquí de la debatida cuestión acerca de quién fue, en última instancia, el autor de este relato –es decir si Lasso de la Vega fue un mero compilador de un texto más antiguo atribuido por otros a Antonio Valeriano, un discípulo de Bernardino de Sahagún– interesa, en cambio, valorar este texto desde el ángulo literario.

La lectura del mismo en su original en náhuatl, ya que las versiones que se han hecho de él al castellano sólo en parte reflejan los matices del texto original, revela que quien los compuso era un conocedor extraordinario de las formas de expresión al modo de la tradición prehispánica; un solo ejemplo daré citando una parte de la respuesta que dio Juan Diego a la Tonantzin, Nuestra Madrecita, cuando por primera vez ocurrió el portento:

¿Acaso es lo que me corresponde, acaso es mi merecimiento lo que escucho? ¿Tal vez sólo lo sueño, sólo me estoy levantando del sueño? ¿En dónde estoy, en dónde me veo? ¿Tal vez allá, donde dejaron dicho los ancianos, nuestros antepasados, nuestros abuelos, en Xochitlalpan, la Tierra florida, Tonacatlalpan, la Tierra de Nuestro Sustento?[49]

Quienes conozcan un poco siquiera las expresiones paralelas y los símbolos más frecuentes en la antigua literatura náhuatl, reconocerán que en este breve fragmento, algunos han vuelto a florecer. Joya literaria es este relato sobre lo que en él se describe como "un gran portento", que mucho en verdad ha conmovido a la gran mayoría de los mexicanos.

Los cronistas nahuas del periodo colonial

Así como proliferó a lo largo de la colonia –sobre todo en los siglos xvi y xvii– la elaboración en náhuatl de obras de tema cristiano, en forma paralela continuaron produciéndose diversos géneros de creaciones, sobre todo de contenido histórico debidas a indígenas. En algunos casos trabajaron éstos por su propia cuenta e interés. En otros lo hicieron como colaboradores de algunos frailes. Ya vimos, al tratar de los testimonios de la Visión de los vencidos, cómo hubo desde 1528 un grupo de sobrevivientes de Tlatelolco, que en sus Anales, valiéndose ya del alfabeto, escribieron en náhuatl un relato de lo que fue para ellos la conquista. Obra fundamentalmente de cronistas nahuas, éstos incluyeron en ella sobre la base de antiguos códices, las secuencias dinásticas y genealógicas de los antiguos gobernantes de Tlatelolco, México-Tenochtitlan y Azcapotzalco.[50]

Diferente fue el caso, también ya mencionado, de los colaboradores e informantes de fray Bernardino de Sahagún que, además de proporcionarle dos relatos acerca de la conquista, le permitieron formar un gran corpus documental en náhuatl, acompañado de varias pinturas. En ese impresionante conjunto de textos se incluyen tanto algunos de la tradición prehispánica –como los himnos sacros y una colección de cuarenta huehuehtlahtolli– como otros, fruto de lo que pensaban y sentían los ancianos nahuas que respondieron a los cuestionarios de Sahagún. En este sentido, los centenares de folios que, con textos en náhuatl, integran los llamados códices Matritense y Florentino, constituyen de por sí una de las más ricas fuentes de la literatura náhuatl de origen en parte prehispánico que, siendo reflexión acerca de ese pasado, pertenece ya a los tiempos novohispanos. Los textos que tienen este último carácter pueden considerarse como el ejemplo más extraordinario de una literatura en náhuatl que versa sobre temas religiosos, humanos y tocantes a la naturaleza, que se elaboró por indígenas inducidos a ello por un fraile.[51]

Las producciones nahuas de contenido histórico en los dos primeros siglos coloniales –tanto obra de indígenas solos como concebidas por frailes o autoridades reales– son tan abundantes que han requerido capítulos especiales en trabajos de Ángel Ma. Garibay y de M. León-Portilla.[52] Aquí la limitación de espacio obliga a atender sólo a las más sobresalientes. Comencemos por los códices con pinturas y signos jeroglíficos que continuaron saliendo de manos indígenas.

De varios de ellos puede decirse que son copias, en diversos grados tardías, de antiguos documentos. De algunos de esos documentos indígenas se ha hecho ya mención, como de la Tira de la peregrinación de los mexicas. Entre los códices que deben situarse más plenamente en la etapa colonial, tanto por su estilo como por los textos que algunos incluyen, redactados ya con el alfabeto, sobresalen los llamados Azcatitlan, Mexicanus, Aubin, Telleriano-Remensis, Vaticano A, Lienzo de Tlaxcala, Mendoza, Mapas de Cuauhtinchan y aquellos que integran las varias colecciones que se preservan en la Biblioteca Nacional de Antropología en México y en otras como en la Biblioteca Nacional de París.[53] Como lo ha mostrado el investigador Donald Robertson, en esos códices perdura en varios grados el meollo de la tradición indígena, pero ya presentada desde la perspectiva de los tiempos que siguieron a la conquista.

Al igual que en el caso de esas producciones predominantemente pictográfico-jeroglíficas se conservan también inéditos, en el Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología, no pocos anales en náhuatl, procedentes de diversos lugares de la región central de México, entre ellos de México-Tenochtitlan, Tlatelolco, Azcapotzalco, Tlaxcala, Quechólac, Tepeaca, Tecamachalco, y otros.[54] En casi todos esos escritos anónimos, se incluyen relatos de no escaso interés. Hay aquí otro filón que sigue en espera de estudio.

Importa ahora fijar la atención en las obras de algunos cronistas nahuas cuyos nombres y biografías son conocidos. En el contexto mexica sobresale Hernando Alvarado Tezozómoc, nieto de Motecuhzoma Xocoyotzin. Venido al mundo poco después de la caída de México-Tenochtitlan, se formó en el ambiente del encuentro de culturas. Dos obras principales se conocen de él. Una es la Crónica mexicáyotl, escrita en náhuatl. Abarca ésta un relato acerca de los orígenes mexicas, la fundación de su metrópoli y la entronización de su primer tlahtoani o gobernante supremo. Enseguida reconstruye allí las genealogías de los principales pipiltin, "nobles". A lo largo de esta parte principal de su obra ofrece muchas noticias que llegan hasta 9-Caña (1578). Obra de estilo fácil y en la que se trasluce la personalidad del autor, viene a ser elocuente reafirmación de la Mexicáyotl, la mexicanidad. A la vez constituyó una especie de libro de referencia básica y obligada para cuantos, entre los nobles indígenas, quisieron obtener información segura acerca de su linaje y los derechos que del mismo podían derivarse. Esto fue muchas veces de enorme utilidad ya que hubo nobles nahuas que, en virtud de antiguos títulos, solicitaron a la Corona española diversas mercedes que incluían el gobierno de señoríos o cacicazgos.[55]

La otra obra de Alvarado Tezozómoc, su Crónica mexicana, tan sólo se conserva en lo que parece ser una versión al castellano de la misma. En ella tenemos una narración pormenorizada de los principales hechos de la historia mexica.[56]

Cronista también digno de especial mención es Cristóbal del Castillo, fallecido hacia 1604. Aunque al parecer de origen mestizo, escribió en náhuatl una obra, concluida hacia fines del xvi. Conservada trunca, los fragmentos que conocemos son de muy grande interés. Abarca tres partes: la relación de la venida de los mexicas; una historia de la vida de Nezahualcóyotl y un compendío sobre las formas prehispánicas de gobierno, el antiguo calendario, los ritos y otras costumbres de los nahuas. Obra de gran calor humano en la que el cronista se describe a sí mismo como pobre y anciano pero que ha trabajado mucho para rescatar antiguas tradiciones, la de Cristóbal del Castillo conocida como Historia de la venida de los mexicanos a estas partes, merece más atención que la que hasta ahora ha recibido.[57]

De los relativamente numerosos cronistas que escribieron en náhuatl y cuyas obras han llegado hasta nosotros, vamos a fijarnos tan sólo en otros tres. Uno es oriundo de Chalco-Amecameca donde nació en 1579, el personaje de largo nombre: Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin. Preciándose de su noble linaje, recuerda que, siendo aún muy joven, fue a residir a la ciudad de México. Allí se dedicó como "donado" al servicio religioso en la capilla de San Antonio Abad. En sus escritos da muestra de una cultura bastante amplia. Interesado en salvar del olvido la historia de su patria chica, consultó varios amoxtli o códices indígenas que trataban acerca de ella. Escribió en náhuatl ocho relaciones y un diario. Dentro de sus relaciones incluyó además su "Memorial breve acerca de la fundación de Culhuacán". Su obra constituye mina muy valiosa que proporciona información no sólo sobre la historia de Chalco-Amecameca sino acerca de los diversos señoríos o reinos de la región central. De modo particular, es mucho lo que refiere acerca de los mexicas. De estilo claro y conciso, Chimalpahin escribió con no oculto amor por su tierra.

A su vez, su Diario incluye noticias sobre los últimos años del siglo xvi y las primeras décadas del xvii. En ocasiones sus noticias son extremadamente interesantes. Por desgracia tan sólo existen versiones parciales de la amplia obra de Chimalpahin.[58]

De la región de Tlaxcala, además del cronista mestizo Diego Muñoz Camargo (ca. 1525-ca. 1590), que escribió casi todo en castellano, importa recordar a Juan Ventura Zapata que fue gobernador allí de 1651 a 1674. A él se debe la Chrónica de la muy noble y leal ciudad de Tlaxcala, en náhuatl, y con noticias hasta 1689. Además de proporcionar al comienzo de su obra algunos recuerdos sobre el pasado prehispánico, cubre luego en forma de anales lo ocurrido durante más de siglo y medio de vida colonial en Tlaxcala. Con estilo muy sobrio, incluye noticias y anécdotas de sumo interés. Esta obra suya ha estado inédita en la Biblioteca Nacional de París (manuscrito mexicano 212).[59]

La última parte de la Chrónica se debe a otro autor, Manuel de los Santos y Salazar, cura de San Lorenzo Cuapiaxtla. Éste, que había estudiado en la Universidad Pontificia de México, se distinguió también como dramaturgo. Se conoce su producción también en náhuatl, Invención de la Santa Cruz, terminada de escribir, según él lo indica, "el 31 de mayo de 1714". En ella es perceptible su interés por el pasado prehispánico, aunque para él ya lejano. Así en la referida obra sobre la Santa Cruz, aparece Mictlantecuhtli, el dios de la región de los muertos, entendida aquí como el infierno, enfrentándose nada menos que al emperador Constantino. El hecho de que este cura y bachiller tlaxcalteca, que murió en 1715, haya escrito en náhuatl parte de una crónica y esta pieza de teatro, denota que todavía a principios del xviii esta lengua tenía gran vigencia en el ámbito tlaxcalteca.[60]

Una copiosa producción en náhuatl sobre asuntos jurídico-económicos

Otro campo hasta hace muy poco casi ignorado, en la impresionante riqueza de escritos coloniales en náhuatl, es éste que abarca textos municipales como actas de cabildo, disposiciones administrativas, tasaciones tributarias, ordenanzas, testamentos, documentos de tierras, deslindes, solicitudes de mercedes, pruebas en litigios, cartas personales y a nombre de la comunidad, y otros muchos sobre asuntos de la vida pública y privada de los nahuas de los siglos xvi, xvii y parte del xviii. Desde luego que una obvia objeción frente a un intento de considerar aquí a estos escritos, será la de negarles un carácter literario. En un cierto sentido tal objeción puede ser válida. Sin embargo, dado que en tales testimonios se escucha múltiples veces la palabra indígena espontánea, que revela sus preocupaciones y angustias de la vida cotidiana, cabe encontrar en ellos relatos y exposiciones de gran interés, redactados a veces con extraordinaria maestría. En tal sentido son mencionados aquí.

Algunas publicaciones se han hecho de muestras de esta amplia gama de textos. Una de ellas, intitulada Mas allá de los códices. La visión nahua del México colonial, debída a Arthur J. O. Anderson, Frances Berdan y James Lockhart, proporciona una evaluación del significado que pueden tener tales testimonios y ofrece además treinta y seis muestras de los mismos.[61] Entre ellos hay uno digno de muy particular mención: la carta que escribió en náhuatl don Diego Luis de Moctezuma, nieto de Motecuhzoma Xocoyotzin, a sus sobrinas el 18 de noviembre de 1598. Lo curioso de ella es que fue escrita en Granada, España, donde residía don Diego Luis, a sus parientes que vivían en la ciudad de México. De esa carta en náhuatl procede el siguiente párrafo, que deja entrever el atractivo de esta forma de "literatura", más viva que muchas acartonadas producciones de otros contextos culturales. Hablando de su situación en España, describe sus propios trabajos metido a hacer defensa de sus derechos y de los de varios pueblos de México:

Tal vez sea posible que vea yo a nuestro rey [Felipe iii recién coronado]. Y así cuando pase el frío, llevaré a mi esposa y a mis hijos; haré todo lo que me mencionáis. No es que me desentienda de ello sino que me apremian aquí muy mucho los pleitos. Luego, tranquilamente, lo sabréis, os lo escribiré...

Y he estado muy afligido y duele a mi corazón, pues he oído acerca de las penas que padecen por todas partes los pueblos [de México]. Así ruego al Señor Nuestro Dios, que lo que queremos y deseamos se cumpla. Y que los de México me escriban y los de los pueblos, para tranquilizarme y que con ello pueda yo erguirme ante el Consejo [de Indias] y, si no, al menos yo lo encontraré, diré la verdad ante él, ante el Consejo...[62]

Ejemplos como éste de una correspondencia epistolar en náhuatl, escrita en España con destino a México, ayudan a entrever algo de lo mucho que podrá sacarse a la luz al estudiar, traducir y valorar estas producciones desde el punto de vista de una concepción abierta de la literatura como reflejo de la vida personal y colectiva de un pueblo. A otras dos recientes publicaciones de testimonios afines haremos referencia en provecho de los interesados: Náhuatl en los años intermedios. Fenómenos de contacto lingüístico en textos [nahuas] del periodo colonial, por Frances Karttunen y James Lockhart,[63] y Los testamentos de Culhuacán, editados por Susan L. Cline y Miguel León-Portilla.[64] En ambas obras podrán conocerse y valorarse otras muestras de esta que hemos designado como una copiosa producción en náhuatl sobre asuntos personales, comunales y de contenido jurídico-económico.

Las aportaciones lingüísticas en torno al náhuatl en los siglos novohispanos

Es cierto, en lo que concierne al período prehispánico, que hay referencias, como una ya citada, del Códice Florentino, que habla acerca del cultivo de la lengua en las escuelas sacerdotales, los calmécac del México prehispánico. Allí se enseñaba cómo hablar un qualli tlahtolli, un buen y correcto lenguaje.

Ahora bien, la presencia española, con la urgente necesidad de facilitar la comunicación con los indígenas, trajo consigo la elaboración de artes o gramáticas y vocabularios de las principales lenguas nativas. Así desde el siglo xvi se prepararon artes, en varios casos con vocabularios, del mixteco, zapoteca, maya-yucateco, tarasco... y, por supuesto, del náhuatl. Siendo imposible describir y valorar en estas páginas el considerable número de trabajos lingüísticos que acerca de esta lengua se produjeron durante los tres siglos coloniales, habrá que limitarse a unas cuantas referencias.

Se debe a fray Andrés de Olmos la primera Arte o gramática, bastante completa y en extremo clara y precisa del náhuatl.[65] Este trabajo, que superó en forma definitiva lo hasta entonces alcanzado en las notas y elaboraciones rudimentarias de otros frailes, quedó concluido en 1547. De él puede decirse, y del Vocabulario de la lengua mexicana y castellana de Alonso de Molina, publicado en México en 1555, que constituyen las primeras y extraordinarias obras de la lingüística del Nuevo Mundo.[66] Y, contra lo que algunos han dicho a la ligera, en ambos trabajos, si bien se adoptan los esquemas propuestos por Elio Antonio de Nebrija, se hace adaptación de los mismos para poner de relieve lo propio y distinto de la lengua náhuatl.

El mismo Molina amplió, en su edición de 1571, su Vocabulario, añadiéndole una segunda parte náhuatl-castellana. En lo que toca a "artes" o gramáticas, baste con decir que a lo largo de los tres siglos de que tratamos, se prepararon y publicaron cerca de veinte. Entre ellas sobresalen la del mencionado fray Alonso de Molina (1571), así como las del jesuita tezcocano Antonio del Rincón (1595), del agustino Diego de Galdo Guzmán (1642), del también jesuita Horacio Carochi (1645), que nos dejó la mejor de las descripciones gramaticales del náhuatl y atendió concienzudamente a su fonología, del agustino fray Manuel Pérez (1713) y del clérigo Joseph Agustín Aldama y Guevara (1754).[67] Con esta suma de obras acerca del náhuatl se sento base firme para otro gran número de aportaciones, también lingüísticas y filológicas, que habrían de hacerse más tarde en México y en el extranjero.

Cuícatl de autores nativos en los siglos xvi y xvii

No acabaron ciertamente con la conquista los cantos ni los relatos, anales, discursos y palabras portadoras de sabiduría en lengua náhuatl. En lo que a los cantares concierne, se incluyen en los mismos manuscritos donde se rescataron las composiciones de la tradición prehispánica, otros fruto de la inventiva de hombres que vivieron ya bajo el régimen español. Nos hemos ocupado de los textos que integran la Visión de los vencidos. Entre ellos hay algunos "cantos tristes", recordación de la derrota. Como suma y meollo de tales producciones se nos tornan presentes estas líneas:

Sólo flores tristes, sólo cantos tristes 

se difunden aquí en México y en Tlatelolco, 

sin embargo, es aquí donde se dan a conocer 

los hombres.[68]

Cantos tristes fueron, en su mayor parte, los que compusieron los vencidos. En sus fiestas, cuando les era posible, entonaban los antiguos cantares aunque ya siempre temiendo ser por ello reprendidos. Los frailes insistían en que había que apartarse de todo eso pues era inspiración del demonio. En cambio, los mismos frailes componían otras obras, como la ya citada Psalmodia Christiana de Sahagún, para sustituir lo antiguo con obras de contenido cristiano. También inducían a algunos nahuas a que ellos mismos produjeran cantos portadores de la nueva doctrina que se les había enseñado. 

De este modo, fuera de las zonas aisladas donde pervivió por mucho tiempo la palabra antigua, en lugares como México-Tenochtitlan, Azcapotzalco, Culhuacán, Tezcoco, TIaxcala y otros, los indígenas empezaron a elaborar cantos y poemas de sentido cristiano. Así, en las compilaciones de los cantares mexicanos de tradición prehispánica, se incluyeron tanto algunas interpolaciones cristianizantes como varias muestras de la nueva temática derivada de las enseñanzas de los frailes.

Algunos nombres de indígenas que dejaron composiciones de este género aún se conservan. Entre ellos están Baltazar Toquezhuayo, de Culhuacán, Cristóbal del Rosario Xiuhtlami, de Azcapotzalco, y Francisco Plácido, también de Azcapotzalco. Como muestra del tono de sus composiciones, cabe citar un fragmento del canto que compuso Francisco Plácido para la Navidad de 1553:

Aves múltiples tuyas, 

los hermosos pechirrojos, 

trinan en tu honor, oh Dios. 

Son los ángeles que cantan 

gloria a Dios en las alturas. 

Gozad, alegraos, 

fue entonces cuando descendió

luz del cielo sobre el mundo, 

múltiples flores ya se esparcen...[69]

Composiciones de índole muy distinta, testimonio de una literatura en verdad de no escasa belleza pero concebida con propósitos de magia y encantamiento, fueron transcritas algunas décadas después, hacia 1629. Quien las recogió para exhibirlas como prueba de "supersticiones paganas", fue nada menos que un hermano del gran dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón, de nombre Hernando, que fue cura de Atenango en el actual estado de Guerrero. Las composiciones que pudo él transcribir son de tan extraordinario interés que acerca de ellas se han publicado ya varios libros.[70] Aquí los límites de espacio obligan a ofrecer tan sólo una muestra. Es ella una parte del conjuro para provocar amor:

En el cerro del espejo, 

donde se hace el encuentro, 

yo llamo a la mujer, 

yo canto a la mujer. 

Me aflijo, vengo afligido. 

Llevo a mi hermana mayor, Xochiquétzal, 

viene cubierta con una serpiente, 

llega con los cabellos atados. 

Ayer, pasado mañana, 

por esto lloro, por esto me aflijo. 

¿Acaso no es diosa en verdad? 

¿Acaso no es en verdad portentosa? 

¿Acaso hasta mañana, 

hasta pasado mañana? 

Ya ahora, 

yo mismo, yo soy el joven 

soy el enemigo... 

No en verdad soy el enemigo, 

yo soy tan sólo femineidad.[71]

Poesía esotérica, conjuros mágicos, la antigua palabra, entonación de cuícatl, es muestra de esa otra forma de literatura náhuatl que sobrevivió oculta, hasta donde ello fue posible.

Se cierra este apartado sobre los cuícatl del período colonial con la recordación de que hubo asimismo algunas composiciones debidas a quienes, no siendo indígenas, quisieron dar salida a su inspiración en la lengua náhuatl. Ejemplo tal vez inesperado de esto nos lo da nada menos que Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695). A la misma se debe el siguiente villancico que describe ella como un tocotín, recordando las sílabas no-léxicas que, según vimos, se incluían para marcar el ritmo del acompañamiento. He aquí, en fiel versión, el villancico en náhuatl de Sor Juana:

Los mexicanos alegres 

también a su usanza salen... 

y con las cláusulas tiernas 

del mexicano lenguaje 

en un tocotín sonoro

dicen con voces suaves: 

Si ya te vas, 

amada Señora nuestra, 

no, Madrecita Nuestra, 

de nosotros te olvides. 

 

Aunque en el cielo 

bien te alegrarás, 

¿acaso no alguna vez 

habrás de acordarte? 

 

Todos tus desvalidos 

podrán ser rescatados 

tú, con tu mano, 

los levantarás, 

pues te está agradecido 

tu amado hijo. 

 

Tu le pedirás, 

recuérdale, 

que tu carne tú le diste, 

tu leche bebió 

y le hacías dormir 

al pequeñito...[72]

Sor Juana, nahuatlahta, "hablante de náhuatl", nos dejó este pequeño testimonio de su mexicano lenguaje, otra faceta de su capacidad de creación.

Siendo en muy alto grado verosímil que otros muchos cantos y poemas se siguieron forjando en náhuatl en el resto del periodo colonial, necesario es reconocer que de ellos muy poco se salvó del olvido. La lengua de Nezahualcóyotl, arrinconada en zonas de refugio, hablada cada vez por menos número de personas, parecía haber entrado en un proceso de extinción.

mostrar Cuando la palabra en náhuatl se refugió en el corazón

La actitud de la corona española en primer lugar, y luego la que a su vez mantuvieron por mucho tiempo los gobiernos del México independiente, ayudan a comprender por qué, sobre todo desde el último tercio del siglo xvii y más tarde a lo largo del xix, se fuera reduciendo en forma creciente la vigencia del náhuatl y de casi todas las antiguas lenguas indígenas. Reflejo de lo que estaba ocurriendo y a la vez nueva disposición en contra del uso de los idiomas nativos fue una célebre carta pastoral del arzobispo de México, Antonio Lorenzana y Buitrón, expedida en octubre de 1769. En ella acumuló argumentos en favor de la imposición, lo más amplia posible, del castellano. Entre otras cosas afirmó: "los ministros eclesiásticos que no procuran adelantar y extender el idioma castellano y cuidar que los indios sepan leer y escribir en él, dejándolos cerrados en su nativo idioma, son en mi concepto, enemigos declarados del bien de los naturales, de su policía [cultura y buena forma de vida] y racionalidad..."[73]

Y añade que "con tantos idiomas" (indígenas) se impide el gobierno y perduran las idolatrías. Expresa, en cambio, de forma tajante que, al imponerse a todos el castellano, se alcanzaría la verdadera unidad del país y "sería toda Nueva España terra labii unius" (tierra de un solo labio).

La misma idea de alcanzar la unidad cultural y social del país, revestida de muy variados argumentos, volvió a prevalecer durante el siglo xix, a pesar de que los gobiernos nacionales y republicanos solían exaltar en oratoria oficial la grandeza de las antiguas culturas indígenas. En el caso particular del náhuatl, éste perdió en forma completa su viejo carácter de lingua franca, y menospreciado y tildado de "dialecto", sólo pudo mantenerse vivo en zonas aisladas. Como es de suponer, en tales circunstancias, ninguna o muy poca creación literaria pudo entonces producirse. Tan sólo continuaron publicándose, cada vez en menor número, algunos catecismos y devocionarios en dicha lengua, así como unos pocos estudios de carácter gramatical. Éstos –como los de Rafael Sandoval (1810), Faustino Galicia Chimalpopoca (1869) y Miguel Trinidad Palma (Puebla, 1886)– a pesar de su mérito como aportaciones al conocimiento y difusión del náhuatl, comparados con los de siglos anteriores, son de muy inferior calidad.[74]

A modo de compensación debe notarse que fue durante el último tercio del mismo siglo xix cuando comenzó a despertarse fuera de México un nuevo interés por lo tocante a lengua y antiguos textos nahuas. En tal florecer de aportaciones antes desconocidas, sobresalen los nombres de Rémi Siméon (1827-1890) que tradujo y publicó las Relaciones Sexta y Séptima de Chimalpahin, así como un Dictionnaire de la langue nahuatl ou mexicaine (Paris, 1885);[75] Johann Karl Buschmann (1805-1880), que se ocupó de la toponimia náhuatl y también de situar a este idioma en el conjunto de las que llamó "lenguas sonorenses";[76] Eduard Seler (1849-1922), insigne investigador que, entre otras muchas cosas publicó numerosos textos nahuas con versión al alemán y amplios comentarios,[77] así como el norteamericano Daniel G. Brinton (1837-1899), editor también de composiciones tan importantes como los veinte himnos sacros de los nahuas y otros cantares y poemas.[78]

Tal interés por el náhuatl que fue consolidándose en el extranjero, tuvo su contraparte en México, donde otro grupo de estudiosos se consagró también a investigaciones en torno al legado literario de los antiguos nahuas. Sobresalen en tal empeño los nombres de Manuel Orozco y Berra (1816-1881), Antonio Peñafiel (1839-1922), Cecilio Robelo (1839-1916) y, de modo muy especial, el de Francisco del Paso y Troncoso (1842-1916). A éste se debe haber redescubierto y dado a conocer un gran caudal de documentos nahuas conservados en diversos archivos, sobre todo de España, Francia e Italia.[79] Las aportaciones de todos estos estudiosos antecedieron y de algún modo propiciaron un vigoroso movimiento indigenista que, a partir de la consumación de la Revolución de 1910, traería consigo, entre otras cosas, un renacer del interés por la literatura náhuatl clásica y por las producciones de los tiempos modernos en dicha lengua.

mostrar La narrativa oral en náhuatl de la tradición popular moderna

Consecuencia del ya mencionado renacer indigenista a raíz de la Revolución de 1910, fue una nueva forma de aprecio por las muestras de cultura intelectual –de modo especial la llamada "literatura oral"– con vigencia entre las comunidades nativas de diversas regiones del país. En el caso de los pueblos nahuas, dispersos en dieciséis estados de México, así como al sur del Distrito Federal y en algunos lugares de la República de El Salvador, dicho interés se tornó visible en investigaciones de carácter etnológico, folklórico y lingüístico.

Entrar en contacto, directo y prolongado, con las comunidades indígenas fue condición necesaria para descubrir que en ellas sobrevivían rasgos de la antigua cultura mesoamericana y perduraban asimismo tradiciones en las que lo hispánico-colonial se había fundido ya con creencias y variadas formas prehispánicas de expresión. Los acercamientos a las comunidades indígenas, para conocer la realidad de su cultura, comenzaron a producirse con creciente intensidad una vez consumada la Revolución en 1917. Fue el doctor Manuel Gamio, padre de la antropología en México, quien puso la muestra de la forma como convenía proceder. Así, en 1918-1919 llevó a cabo una muy amplia investigación entre comunidades indígenas del Valle de Teotihuacan. Sus trabajos abarcaron los aspectos arqueológicos, socioeconómicos, estéticos, históricos, lingüísticos, y de rescate de testimonios de la literatura oral. Colaborador de Gamio en esa empresa fue el filólogo y lingüista Pablo González Casanova.[80] Postulado básico fue que quien iba a realizar esa tarea debía conocer la lengua indígena. A los trabajos así emprendidos por Gamio y sus colaboradores se sumaron luego otros en los que participaron investigadores mexicanos y extranjeros.

Debemos a Fernando Horcasitas un estudio intitulado "La narrativa oral náhuatl (1920-1975)", en el que aporta amplia información sobre los distintos etnólogos, lingüistas y otros especialistas en el folklore que reunieron más de un centenar de testimonios de la moderna narrativa oral en náhuatl.[81] Además de atender allí a los lugares de donde proceden dichos textos y a la forma y tiempo en que fueron transcritos, se ocupa de la temática de los mismos. En su opinión pueden distinguirse en ellos siete géneros: mitos, leyendas, cuentos de hadas de obvia influencia europea, cuentos sobre brujerías, cuentos de animales, ejemplos morales y anécdotas cómicas. Dado que la expresión literaria en las variantes modernas del náhuatl se ha manifestado en alto grado a través de estas formas de narrativa oral, será de interés una valoración de las mismas.

Los mitos, cuyos temas se refieren a creencias cosmogónicas, a antiguos dioses y a otros personajes extraordinarios, sobresalen en el gran conjunto de esta narrativa. Como lo nota Horcasitas en su estudio, buen número de esos mitos pueden identificarse como derivaciones de la tradición prehispánica. Entre ellos están los que versan sobre el origen del sol y la luna, el rescate del maíz, el portentoso nacimiento de Tamacazqui, "el sacerdote", vinculado a la figura de Quetzalcóatl. Hay, en cambio, otros relatos míticos de origen más reciente. Pueden recordarse los que hablan acerca de la Malintzin o de las intervenciones portentosas de determinados santos cristianos en una serie de aconteceres.

En el campo de la leyenda, como lo nota también Horcasitas, la narrativa suele tener funciones etiológicas, y versa acerca de hechos con antecedentes prehispánicos o de épocas recientes. De los textos que se han transcrito, un elevado porcentaje se relaciona con lo prehispánico, lo cual pone de manifiesto la perduración de antiguas tradiciones. Como muestra cabe citar un relato recogido en Jaltipan, Veracruz, en el que aparece Moctezuma que pretende construir un puente sobre el mar.

Es de grande interés encontrarse con cuentos de hadas, de origen europeo, incorporados en la moderna narrativa oral en náhuatl. Esto ha ocurrido en varias de las regiones en las que hasta hoy se habla esta lengua. Así, en Tepoztlán, Morelos, se trascribió en náhuatl el cuento de origen francés "La bella y la bestia"; en Naupan, Puebla, otro acerca de "El perezoso y la olla de oro" y, en Milpa Alta, D.F., uno más acerca de "El ermitaño y el asesino".

De los cuentos de brujerías puede decirse que son bastante numerosos los que se mantienen vivos. Uno muy frecuente es el de la cihuachocani, "la llorona", cuyos lamentos se escuchan por la noche. En otros relatos aparecen también mujeres trasformándose en coyotes, practicando encantamientos, en particular para que uno pueda alcanzar los favores de la persona que ama.

Los cuentos de animales se narran y escuchan con gran deleite en casi toda Mesoamérica. Entre los animales que más aparecen en ellos están el coyote, el conejo, la tuza, el tlacuache, la culebra y el perro. En algunos casos estos cuentos tienen un cierto tono moralizante o de advertencia. En tal sentido se parecen a los relatos que describe Horcasitas como "de ejemplo moral". En ellos unas veces son personas y otras animales, o ambos, los que se muestran como dechados dignos de imitarse.

Finalmente, aunque mucho menos frecuentes, se conocen también expresiones de narrativa cómica y anecdótica. Varias se derivan de relatos no indígenas, como aquellas en las que se evoca a Pedro de Urdimalas y Juan Cenizas.

No siendo posible ahondar aquí en estas formas de producción literaria que hasta el presente continúan vivas en comunidades que hablan variantes del náhuatl, remitimos a los interesados al ya citado estudio de Horcasitas en el que se proporcionan numerosas referencias bibliográficas al respecto. El campo continúa abierto a la investigación y es muy deseable que llegue a formarse un corpus de estos textos, testimonio de la vitalidad del náhuatl y de la riqueza de inventiva de quienes lo hablan.

Otras formas de expresión popular en náhuatl

Además del gran conjunto de testimonios de la narrativa oral contemporánea en esta lengua, debe mencionarse la existencia de otros géneros de expresión. Abarcan éstos las danzas y representaciones con parlamentos en náhuatl, los discursos y consejos que recuerdan a los huehuehtlahtolli prehispánicos, así como un conjunto de cantos y poemas que, con algunas variantes, se escuchan en distintos lugares de la amplia geografía en la que viven los pueblos nahuas.

En las actuaciones, con frecuencia valiéndose de máscaras y diversos atavíos, encontramos que la temática es relativamente variada. Por una parte están las danzas y representaciones acerca de la conquista. Algunas se conocen como la "Danza del Marqués". De otra de ellas, nombrada "Danza de la gran conquista", que se representaba hasta hace poco tiempo en Xicotepec (hoy Villa Juárez, Puebla), procede el fragmento que vamos a comentar. Aparece allí Cuauhtémoc increpando a Moctezuma por haberse sometido a los españoles. El texto, con sus paralelismos, recuerda al náhuatl clásico. Los anacronismos, fácilmente perceptibles en las palabras de Cuauhtémoc que increpa a Moctezuma, confirman el origen popular de esta composición.

Emperador Moctezuma, gran señor, monarca, como se te nombra aquí en esta tierra nueva, llamada América. Y sólo en vano se te llama así porque ya no debes llevar la corona, porque has perdido corazón, o estas amedrentado, porque así estás obrando. Díme, ¿acaso te atreves a hablar así a esta maravillosa y grande ciudad? ¿Acaso la entregarás a quienes eran destituidos y gentes del pueblo allá en la tierra de donde vinieron? Los que se levantaron, quienes han venido a burlarse de ti. 

Todos los que aquí han venido son españoles de segunda, gente perdida, los que vienen a decirte que allá en su tierra hay grandes ciudades, los que hablan de otro rey, cabeza de un imperio, allá en Castilla, el que se llama Carlos V, el católico. Sólo dicen mentiras. 

Yo no creo en ninguna de sus pinturas, pienso que sus palabras sólo son como un sueño.

Tú no tienes corazón esforzado. Yo les haré la guerra, veré cual es su fuerza, yo digo que yo veré y les haré artes que les causen temor.[82]

La alusión a las palabras que son como un sueño y a la existencia de pinturas para transmitir los conocimientos, la referencia al corazón esforzado parecen evocar la palabra de los antiguos textos.

Las modernas representaciones en náhuatl abarcan desde luego otros temas. Uno, muy conocido, es el "Diálogo del Tepoztécatl y sus rivales", escenificado cada 8 de septiembre en Tepoztlán, Morelos. En él se entretejen varias leyendas. Unas pertenecen a la tradición prehispánica. Otras son de origen cristiano. El Tepoztécatl es hijo de una doncella que lo concibió en forma portentosa. Tras una juventud muy difícil, fue dando a conocer su fuerza y sabiduría. Los de Tepoztlán se veían afligidos por quien gobernaba en Xochicalco, un monstruo al que debía entregarse una víctima cada año. Tepoztécatl se ofrece a liberar a su pueblo, marcha a Xochicalco y allí da muerte al monstruo. En el diálogo aparecen varios guerreros que desafían al Tepoztécatl. Él está celebrando la fiesta de una madre doncella que se identifica ya con la Virgen María. Los enemigos de Tepoztécatl le reprenden haber hecho suya la fe de los cristianos. Tepoztécatl los vence al igual que al monstruo de Xochicalco. Este texto clásico ha sido publicado en varias transcripciones en náhuatl.[83] De él puede decirse que es una de las más bellas composiciones de este género en el contexto de los pueblos que continúan hablando náhuatl.

Respecto de los discursos y consejos que recuerdan a los huehuehtlahtolli prehispánicos, debemos a las investigaciones de estudiosos como Roberto H. Barlow, Miguel Barrios Espinosa, Karen Dakin y otros, la trascripción de algunos de estos textos. Tal vez no sea exagerado decir que son prueba extraordinaria de que no se ha roto el hilo de la antigua tradición en náhuatl. De Xaltocan, al norte de la ciudad de México, provienen varios de estos discursos, entre ellos los que pronuncia el padre al hijo o a la hija cuando están a punto de contraer matrimonio. Los consejos que les da son comparables a los de los huehuehtlahtolli incluidos en el Códice Florentino y de los que ya hemos hablado.

De un ámbito muy diferente, la región de Los Reyes, en Veracruz, proviene otra pequeña composición, de gran belleza, en la que no son raras las metáforas al estilo antiguo: "Palabras a un niño pequeño cuando se le nombra ofrendador de flores". Tal composición, recopilada por el maestro náhuatl Margarito Ajactle, si bien se destina a los niños pequeños que en el culto cristiano ofrecen flores a la Virgen María, ostenta un tono de expresión semejante a la de un tlahtolli de la época clásica:

Que el que creó todas las cosas te conceda fortaleza, permanencia y vida; que no te entristezca en nada. Crece, date a querer, el Creador te envió a la tierra no únicamente a caminar, no únicamente a pasear. Has de ofrendar tus flores al que hizo todas las cosas. Mañana o pasado, conforme vayas creciendo, le darás una florecita. Ya estás creciendo. Crece, para eso te han enviado a la tierra. Viniste a ofrendarle flores aquí en la tierra, en los pequeños pies del Creador, crece, date a querer, que nada te entristezca, que nada te preocupe. Se te nombra ofrendador de flores.[84]

Los paralelismos al modo antiguo reaparecen en esta composición: "te envió a la tierra/ no únicamente a caminar/ no únicamente a pasear..." La reflexión sobre el destino del niño en la tierra parece también evocación de algunos de los cantares que se atribuyen a Nezahualcóyotl: destino del hombre es ser como las flores, ofrendador de flores.

Dentro del caudal de esta literatura oral en náhuatl destacan, como ya dijimos, varios cantos y poemas que, con variantes, se escuchan en muchos lugares. Entre estas composiciones está la tantas veces repetida Nonantzin ihcuac nimiquiz, "Madrecita mía, cuando yo muera".

Madrecita mía, cuando yo muera

sepúltame junto al fogón, 

y cuando vayas a hacer tortillas, 

allí por mí llora. 

 

Y si alguien te pregunta: 

—Señora, ¿por qué lloras? 

díle que está verde la leña, 

y te hace llorar con el humo.[85]

También muy difundido entre los nahuas actuales es el poema Tlaneci, "Amanece". La imagen esplendente del nuevo día hace pensar que allá lejos, en una cabaña de la que sale ya el humo, vive la amada: "mi mujercita".

Cuando sobre la tierra amanece, 

la luna muere, 

las estrellas dejan de verse, 

el cielo se ilumina. 

 

Allá lejos, al pie del cerro, 

sale humo de mi cabaña, 

allá esta mi amorcito, 

mi corazón, mi mujercita.[86]

La difusión de cantos y poemas como éstos, joyas de una literatura anónima en náhuatl, anticipa el nuevo florecer en el que, rostros y corazones de hombres y mujeres de nombre conocido, dan ya origen a sus propias creaciones literarias en la lengua de Nezahualcóyotl.

Poemas y cantos de autores de nombre conocido

Atenderemos en primer lugar a los principales autores que escribieron poesía en náhuatl antes de 1950. Es probable que, ademas de los que aquí mencionaremos, haya otros cuyas personas y obras hasta hoy permanecen ocultas.

Uno de los que con mayor empeño no sólo luchó por mantener el uso del náhuatl en varias comunidades de Morelos, sino que también se distinguió por sus aportaciones, fue Mariano Jacobo Rojas (1842-1936). Nacido en Tepoztlán, llegó a sobresalir en el mundo académico. Enseñó náhuatl en el Museo de Arqueología de la ciudad de México. Publicó un Manual de la lengua náhuatl (1927), así como unos Estudios gramaticales del idioma mexicano (1935). Entre sus creaciones literarias está la obra de teatro titulada Maquiztli, "Ajorca", publicada en 1931. En ella, con elegante estilo, la acción se concentra en el enfrentamiento entre un conquistador español y un capitán mexica que descubre que su compañera, Maquiztli, está a punto de ser forzada por su enemigo. En la lucha muere el mexica y Maquiztli quien, para escapar al soldado español, sólo tiene a su alcance un micapahtli, "remedio de la muerte", que a sí misma se da, bebiendo un veneno. Las formas de expresión empleadas por el maestro Rojas son muy cercanas a las de la lengua clásica.

Enrique Villamil (ca.1890-ca.1962), nativo también de Tepoztlán, fue celoso guardián de sus tradiciones. Escribió y publicó algunas composiciones líricas, entre ellas Quenin ca in yolli, "Cómo es la vida", y Caxtiltecah in Tenochtitlan huan tlacoltica yohualli, "Los españoles en Tenochtitlan y la noche triste". A la primera pertenece la siguiente estrofa traducida del original en náhuatl:

Nuestro sufrimiento vivimos 

aquí sobre la tierra, 

todo acaba, todo pasa 

como la luna en el cielo. 

 

El rico y el pobre 

ambos perecerán, 

así como se queman los pastos 

todos cerraremos los ojos...[87]

Poesía de lo efímero, la de Enrique Villamil parece un bello eco de algunos icnocuícatl, "cantos de privación", del gran Nezahualcóyotl.

Otro forjador de cantos y a la vez estudioso de la historia náhuatl, fue Pedro Barra y Valenzuela (1894-1978). Oriundo de Chicontepec, Veracruz, llegó a ser maestro en varios lugares del país como Los Mochis, Sinaloa, y la ciudad de Puebla, así como en el Instituto Politécnico Nacional. Publicó la interesante obra Los nahoas, historia, vida y lengua (1953). Poeta de extraordinaria sensibilidad, se expreso en náhuatl y en castellano. En su Nahuaxochimilli, "Jardín nahua" (1939), canta las maravillas de la flora y la fauna nativas.

A dicho libro pertenecen estas dos pequeñas joyas:

El colibrí 

Dentro de la flor 

con vida se mueve un jade, 

ha olvidado el colibrí su viejo nido.[88]

 

El cuervo 

Sobre los vientos con coraje grazna, 

ha perdido su cueva 

allá en el vientre de la gris montaña.[89]

El elenco de los cuicapicqueh, poetas, que compusieron antes de 1950, podría alargarse. Un solo nombre más mencionaremos, el de Santos Acevedo López, oriundo de Xochimilco, lugar del que fue cronista. En un pequeño libro, intitulado Macehualcuícatl, Cantos populares (1954), se han reunido sus principales creaciones. Debe citarse también que en dos periódicos que se publicaron en náhuatl entre los años 1943 y 1950, Mexihcayotl ("Mexicanidad") y Mexihcatl Itonalama ("El periódico del mexicano"), se incluyeron varias breves composiciones poéticas, entre otros, de maestros como Marciano González, de San Pedro Atocpan (Milpa Alta, D. F.), Macedonia Mendoza y Victoriano Velasco, ambos de Xochimilco.

Lugar especial merece quien dedicó mucho tiempo a la defensa y propagación del náhuatl, Miguel Barrios Espinosa, oriundo de Hueyapan, Morelos. A él se deben tanto poemas y cantos como numerosos textos del género narrativo en náhuatl. Promotor, con el antropólogo Roberto Barlow, de la edición de Mexihcatl Itonalama, periódico del que se publicaron 34 números a lo largo de 1950, en él incluyó muchas de sus composiciones. Entre ellas sobresale Tláloc: temictli ("Tláloc: un sueño"), composición en la que una nube, que refresca los labios y da vida a la tierra, resulta ser la realidad cambiante del Dios de la Lluvia, con su vestido de niebla y el granizo de sus muelas.[90]

No pocas sorpresas aguardan a quienes, rebuscando en publicaciones como las ya citadas y en otras de reducida circulación, recopilen este otro conjunto de la moderna poesía en las variantes modernas del náhuatl.

La narrativa de autores de nombre conocido

Como lo hicimos respecto de cantos y poemas, también ahora fijamos como límite de este apartado el año de 1950. Además del ya descrito corpus de narrativa anónima, existen otras producciones, sacadas a luz por sus mismos autores que alcanzaron a superar las dificultades que parecían hacer tal cosa imposible, auxiliados en ocasiones por estudiosos no-nahuas pero interesados en la expresión moderna en dicha lengua.

Lugar distinguido ocupa en este contexto doña Luz Jiménez. Nacida en Milpa Alta, D.F., en 1895, sólo llegó a cursar el ciclo de educación primaria en la escuela de su pueblo. Simpatizante del zapatismo, vivió la revolución y tuvo que huir de Milpa Alta con su familia cuando en 1916 dicho pueblo fue ocupado por los carrancistas. Formó una familia y llegó a tener nietos y bisnietos. Hacia 1930 conoció a Diego Rivera y a Jean Charlot quienes le pidieron posara para ellos. Participó como auxiliar en cursos de náhuatl en la Escuela Nacional de Antropología y colaboró varios años, hasta poco antes de su muerte acaecida en 1965, con el etnólogo Fernando Horcasitas. A éste se debió la publicación de dos libros con relatos de doña Luz Jiménez.

De Porfirio Díaz a Zapata. Memoria náhuatl de Milpa Alta es el primero, editado por la Universidad Nacional Autónoma de México (1968) con introducción de Fernando Horcasitas y presentación de Miguel León-Portilla. Obra extraordinaria se compone de dos partes. La primera describe la vida en Milpa Alta antes de la revolución. La segunda tiene como asunto los recuerdos de doña Luz en los años de los violentos enfrentamientos entre "los hombres del sur y los del norte". Narrativa plena de vida y sinceridad, alcanza momentos de singular dramatismo. Algunos de los sucesos que recrea tienen tal fuerza de expresión que no desmerecen comparados con textos en náhuatl de la tradición clásica.

El otro libro, también póstumo, se intitula Los cuentos en náhuatl de doña Luz Jiménez, con introducción de Fernando Horcasitas y Sara O. de Ford (México, 1979). En él se incluyen 44 "cuentos", ordenados por Horcasitas de acuerdo con los géneros descritos por él en su ya citado estudio sobre la narrativa en náhuatl. También en estas composiciones dictadas por doña Luz campea su gran facilidad de expresión, que la hizo capaz de recrear tanto aconteceres de la vida real como antiguas tradiciones en las que lo sobrenatural se vuelve presente. Aportación, que bien puede tenerse como clásica de la literatura náhuatl contemporánea, es la de doña Luz Jiménez. 

Otras muestras de la narrativa contemporánea en náhuatl debidas a autores de nombre conocido, se han incluido en los mencionados periódicos en dicha lengua y también en revistas especializadas como Tlalocan y Estudios de Cultura Náhuatl, ambas publicadas por la Universidad Nacional. Limitación de espacio impide describir y valorar tales producciones. Es este otro campo que permanece abierto a la investigación.

mostrar El florecer actual

Contra lo que algunos escépticos llegaron a pensar, la creatividad literaria de los nahuas contemporáneos, lejos de desaparecer, ha alcanzado un cierto renacimiento. Es verdad que esta nueva literatura se expresa en variantes locales del náhuatl, pero importa subrayar que, más allá de diferencias fonéticas y léxicas, existe en general una mutua comprensibilidad entre casi todos los hablantes de esta lengua. El hecho de que en ella renazca ahora la palabra portadora de símbolos indica que en el millón y medio de personas que mantienen vivo este idioma hay grupos decididos a reafirmar su identidad. Por encima de un sinnúmero de adversidades, los nahuas han encontrado en la preservación de sus tradiciones y en la expresión de sus anhelos la posibilidad de mantener vivas las raíces de su propio ser.

Comenzaremos haciendo referencia a aquellos que son oriundos de la región que se conoce como Huaxteca Veracruzana. Mérito de varios de ellos ha sido preparar nuevas gramáticas nahuas para uso de quienes, poseyendo esta lengua, quieren estudiarla para hablarla mejor y escribirla. Cuatro pequeños volúmenes han sacado a luz los maestros nahuas Alonso López Mar, Hermenegildo Martínez y Delfino Hernández. El titulo de dichas gramáticas es Nahuatlahtolmelahualiztli ("La forma correcta de la lengua náhuatl" (1983). Esta edición de la Secretaria de Educación Pública, en un tiraje de más de veinticinco mil ejemplares, constituye un paso sin precedente para el cultivo de esta lengua.

Uno de los autores de dichos volúmenes, Delfino Hernández, se ha distinguido además como poeta y autor de relatos, entre ellos el que intituló Xochitlahtoleh ("El de la palabra florida"). Con esa composición obtuvo en 1983 el primer premio en el Concurso de Cuento Náhuatl, convocado por el Ayuntamiento de Hueyapan, Puebla, y por otras instituciones del mismo estado. De su obra poética, Cihuapiltzin Calyolotzin ("Mujercita, corazón de la casa"), es buena muestra:

Cantaré a la pequeña tortolita, 

cantaré a la mujercita, tierna palomita,

porque apenas nace empieza a alegrar nuestro corazón. 

Cantaré a la pequeña ajorca 

porque en las manos del tiempo 

se convertirá en mujer, feminidad en el rostro. 

Cantaré a mi pequeño collar de piedras preciosas 

porque mañana o pasado será la anciana,

corazón de la casa, luz, espejo y ejemplo.[91]

La inspiración prehispánica de este poema es visible. En él la antigua raíz da vida a nuevo florecer.

Poeta de altos vuelos es José Antonio Xokoyotzi, seudónimo de Natalio Hernández, también de la Huaxteca Veracruzana. Maestro normalista, ha sido presidente de la Organización de Profesionistas Indígenas Nahuas A. C. Además de haber difundido su palabra en varias revistas, entre ellas Estudios de Cultura Náhuatl y un libro de poesía intitulado Xochicozcatl ("Collar de flores").[92] En dicha obra reúne amplia producción poética bajo el rubro de Cempoaxóchitl ("Veinte flores"), donde, a modo de un icnocuícatl, "canto triste" de la época prehispánica, evoca los sufrimientos del hombre indígena. En tres partes continuas, Yancuic cuícatl ("Canto nuevo"), Yoloxóchitl ("Flor del corazón") y Yancuic tonatiuh, yancuic tlanextli ("Nuevo sol, nuevo amanecer"), como en una sinfonía, da entrada a temas que son ya principio y afirmación de esperanza. El libro concluye así:

Con flores y cantos 

doy vida al nuevo Sol. 

Con flores y cantos 

recibo el nuevo amanecer.[93]

Oriundo de Xalitla, Guerrero, es Alfredo Ramírez, que ha cursado etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Autor de no pocas composiciones literarias, se distingue por la profundidad de sentimientos en su expresión. Para mostrar cómo de una región, tan distante de la Huaxteca, proceden también las bellas flores y los bellos cantos, transcribimos un poema intitulado Zan Ce Ohtli ("Un solo camino"):

Amigo, 

¿qué nos sucede? 

no me voy, aquí estoy 

y no quiero irme. 

Pero algún día 

quizás me iré yendo. 

¿Cuándo? 

No lo sé. 

Ahora, 

voy, camino y camino, 

sobre un camino largo y ancho 

y, si algún día me pierdo como tú, 

sobre ese camino largo y ancho, 

y si tú algún día me recuerdas, 

búscame, ahí estaré. 

Ahí te estaré esperando, 

no me iré, ahí andaré. 

Cuando tú llegues por donde yo vaya, 

ahí bien platicaremos, 

donde yo estaré desgranándome el corazón.[94]

En otro ámbito, muy cercano a la ciudad de México, la región de Milpa Alta, de la que fue nativa la ya mencionada doña Luz Jiménez, ha seguido cultivándose hasta el presente la expresión literaria en náhuatl. De modo especial se han distinguido allí tres maestros de la palabra, Fidencio Villanueva, Carlos López Ávila y Librado Silva Galeana.

Al primero se debe un libro de poemas intitulado Aztecacuicameh (1949). Dado que continúa escribiendo otras composiciones en náhuatl y dirigiendo a la vez en Milpa Alta un taller de literatura en dicha lengua, se incluye aquí al profesor Fidencio Villanueva entre quienes participan en este florecer contemporáneo. De sus más recientes producciones puede citarse ésta:

Una, dos, tres veces, 

muchas te he dicho, 

no te deslumbren 

de la vida los placeres; 

la muerte nos acecha, 

es nuestra sombra, 

nuestra amiga.[95]

Poesía sencilla, como concebida para niños, es la de Villanueva, hombre que ha dedicado su vida a la enseñanza y defensa del náhuatl.

Carlos Lopez Ávila, oriundo de Santa Ana Tlacotenco, en Milpa Alta, D. F., ocupa un lugar de distinción entre quienes han contribuido a la difusión contemporánea de esta literatura. A diferencia de Fidencio Villanueva y de otros, él es un autodidacta. Al modo de los tlaquetzaqueh y cuicanih, narradores "que hacen erguirse a las cosas" y de los cantores de la antigüedad o si se quiere como un rapsoda o un bardo Carlos López Ávila recrea en sus composiciones las antiguas leyendas de su patria chica. En su pueblo es bien conocido por su obras y las enseñanzas que voluntariamente imparte a los niños valiéndose del canto y la danza. Ha sido auxiliar, entre otros, de Michel Launey, el autor de la obra Introduction à la langue latine et à la litterature aztèque (2 vols., 1980), así como de Joaquín Galarza, estudioso de la escritura glífica de tradición indígena. López Ávila ha publicado un método para aprender el náhuatl valiéndose de dibujos, intitulado Hablemos náhuatl y español (2 vols., 1981), Tlacotenco Tonantzin Santa Ana (1982) y Tlacotenco, Tlahmachzaniltin ihuan tecuicame ("Cuentos y canciones de mi pueblo"), este último con traducción francesa de Michel Launey y aparecido en el volumen 5 (1984) de la revista de etnolingüística Amerindia, editada en París. En sus trabajos por encima de todo destaca su afán de recopilar las tradiciones expresadas en leyendas y cantos populares.

Librado Silva Galeana, nacido también en Santa Ana Tlacotenco, pertenece y representa a una generación más joven de maestros formados en la Escuela Normal. En su empeño por mantener viva la lengua náhuatl ha organizado grupos de trabajo y, al lado de compañeros suyos como Francisco Morales y Paciano Blancas, ha propiciado la publicación de un pequeño periódico, Nezcaliliztlahtoani ("El que anuncia el resurgimiento"). Es autor de Estudios gramaticales de la lengua náhuatl (1982). Dedicado de lleno a tareas de recopilación y traducción de textos, se distingue por las composiciones de su propia inventiva. En ellas recrea con fina sensibilidad tradiciones y aconteceres de su pueblo. Buen ejemplo de su narrativa lo constituye In oc imoztlayoc in Miccailhuitl ("La víspera del día de muertos"), aparecido en náhuatl y castellano en el volumen 18 de Estudios de Cultura Náhuatl (1986).[96] Atributo de su prosa es su gran frescura y viveza de expresión que, a la vez, hace recordar los antiguos textos del náhuatl clásico. Miembro del Seminario de Cultura Náhuatl de la Universidad Nacional, cultiva la lengua clásica y enriquece, a partir de esa fuente, sus propias producciones, joyas en el contexto de la literatura náhuatl contemporánea.

mostrar Conclusión

Como puede verse, el náhuatl en su forma clásica y en sus distintas variantes de tiempos posteriores, ha sido, a través de muchos siglos, medio de expresión literaria. Una serie muy amplia de composiciones se han expresado y continúan expresándose en esta lengua. Del gran caudal de esta literatura se han publicado no pocas producciones, en muchos casos con traducción al castellano o a otras lenguas europeas. Sin embargo, queda aún mucho por estudiarse y darse a conocer, incluyendo no pocos testimonios que dan amplia muestra de la supervivencia contemporánea del náhuatl. Como hemos visto, a pesar de circunstancias adversas –marginación de las comunidades nativas y desprecio respecto de sus tradiciones y lengua–, el hombre náhuatl reafirma su identidad cultural a través de su yancuic tlahtolli, "nueva palabra".

De todas las lenguas y expresiones literarias del México indígena, ninguna ha influido más que el náhuatl y su literatura en las creaciones que en castellano se han producido y producen en México. Pero, sobre todo, por sí misma, como una importante rama de la literatura mexicana en su sentido más amplio y verdadero, el caudal de la palabra náhuatl, la antigua y la nueva, es acreedor de la atención que se le concede, cada día más grande, dentro y fuera de México.

mostrar Bibliografía

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Literatura itech wehkaw nawatahtolmeh wan okseki ta:taman nawatahtolmeh ten mosentoka motahtowah
Lectura a cargo de: Mardonio Carballo
Estudio de grabación: Universum. Museo de las Ciencias
Dirección: Mardonio Carballo
Música: Banda elástica y Muna zul
Operación y postproducción: Esteban Estrada / Cristina Martínez / Sonia Ramírez
Año de grabación: 2009
Género: Poesía en náhuatl traducida al español
Temas: Mardonio Carballo (DF, 1974) actor, periodista y escritor, actividades que realiza tanto en náhuatl como en español. Ha sido premiado en dos ocasiones por el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, por ser precursor de las lenguas originarias de México en los medios de comunicación. Es autor de los libros Viejos poemas y ¿Qué es / Qué ves? Sus poemas han sido publicados en Gran Bretaña por el Pen Club Internacional. Actualmente es coordinador de la serie bilingüe «Lenguas de México» de este sitio electrónico, además de desempeñarse como columnista en el semanario Emeequis y ser titular de los programas: Ombligo de tierra, ¿y dónde está enterrada tu Raíz? en Código DF y …de Raíz Luna de Canal 22. Los textos que a continuación reproducimos constituyen una serie de poemas inéditos de Mardonio Carballo, tanto en español como en náhuatl, lengua viva que en la actualidad posee dos millones de hablantes en la República Mexicana. Agradecemos las colaboraciones musicales de Banda elástica y Muna zul. D.R. © UNAM 2010