Con un lenguaje de una riqueza y de un rigor, una densidad y una trasparencia extremos, en el que el espacio del mundo y el espacio de la conciencia encarnan y se despliegan para el lector como la materia misma del arte narrativo, El libro es una novela que nos cuenta, en su plano más inmediato, una historia de amor. En ella todo nace de la literatura y al mismo tiempo la literatura, como verdad en la que se manifiesta el espíritu, encuentra a través de los personajes y la acción su realidad y lo real.
Imaginado quizá sólo por ellos mismos, de la misma manera que quizá ellos sólo son imaginados por la literatura, el amor de los protagonistas alcanza su centro en el mundo para el libro y en el libro para el mundo. Así, toda la novela logra mostrar la realidad del arte como una vía de acceso a la realidad. Su ambigüedad es una claridad en la que todo vive por el propio poder de convicción de la obra. En ella no se experimenta desde afuera con la forma para que muestre su gratuita dificultad de una manera naturalista convirtiéndose en su propio objeto, sino que se obliga a la forma a encontrar y evocar el objeto que quiere aprehender. Tal vez si el amor es verdadero los amantes no lo son, o al contrario; pero el despliegue de las posibilidades que crean, en un plano metafísico, irreductible a la mera psicología, aunque ésta sea necesaria a la verosimilitud del espacio y del tiempo sensibles en que aquel plano se manifiesta en la novela, ilumina una totalidad más alta. Expresar esas situaciones límites es el mérito excepcional del estilo de Juan García Ponce, del que esta novela es un alto ejemplo.