En Sonetos terminales hay destellos del pasado en que figuran manos persuasivas, ojos radiantes, piernas firmes —un cuerpo vigoroso— y que hoy tan sólo vuelven a la memoria como recuerdos marchitos de la juventud. La autora mira pasar el tiempo en un vaivén de imágenes diversas: ruda adolescencia, juventud vehemente y la vejez que ha llegado como último tránsito para desprenderse de la existencia: "Entré en la ancianidad, la malvenida, / el punzón que se clava, la advertencia, / la edad en que se instala la dolencia. / Única conclusión: se va la vida".
La autora viaja en cada verso, advierte sonidos de la lejanía y se encuentra otra vez a sí misma con evidencias de flores nuevas. "Griselda Álvarez semeja un Rembrandt anciano —apunta Jaime Labastida— que se mira al espejo y se retrata sin concesión a la vanidad, pues ve el paulatino avance de la edad en su rostro. Sin embargo, la actitud de esta mujer ante su vejez es jovial y risueña."
De Griselda Álvarez (Guadalajara, 1918), el Fondo de Cultura Económica ha publicado Anatomía superficial (1967) y Cuesta arriba. Memorias de una gobernadora (1992).