Canto IV
Han llegado las lluvias al balcón
y no hay nada qué hacer sino empaparse.
El colibrí se refugia bajo el techo de madera
y las altas plantas se balancean al viento.
Son las lluvias que anuncian el otoño
gotas en el cristal, hileras en descenso.
No tengo gran cosa qué hacer
aún no ha terminado tu pereginaje
y yo espero como quienes siempre esperan.
Quienes siempre esperan empequeñecen
tras de una puerta que no se abre
una cerradura inútil y un candado oxidado.
He pasado la mitad de la vida imaginando
tus pasos y desviviendo en tu ausencia.
En eso me parezco a la mujer del marinero
sin cortinas en la casa que me impidan
ver el horizonte colmado a tu llegada.