Después de La más faulera, Mónica Lavín regresa con otra historia juvenil, ubicada en 1968, año de las olimpiadas y la represión de Tlatelolco: una novela de viaje donde sus personajes se enfrentan con lo desconocido, motivados por la ansiedad de vivir situaciones nuevas y ejercer su libertad intensamente hasta el último segundo. Por medio de las cartas que envía a una revista, Ana, joven que vive en la ciudad de México, logra hacer amigas y conocer gente. Una de ellas, Kim, la invita de vacaciones a Estados Unidos, donde vive con su familia. Después de pensarlo mucho—pues no quería separase de su novio, aunque fuera por unos meses, ni perderse los juegos olímpicos—Ana decide hacer el viaje. El pueblo era muy pequeño y tranquilo, así que pasan el tiempo con los caballos de la familia de Kim. En esos días de plenitud y vida familar, Ana conoce a un joven. de quien más tarde tendrá que despedirse. La línea de la carretera es una invitación al viaje hacia afuera y hacia dentro de nosotros mismos. Y se condensa en la mirada triste y melancólica de Ana, protagonista y testigo de la época. En esta obra, la carretera es un trazo, una línea que apunta hacia el futuro, como la juventud.
El origen: la Ciudad de México. El destino: un pueblito en Estados Unidos. Poca distancia, pero dos mundos: el de la vida citadina y acomodada, del lado de acá, y el campirano en una lengua distinta, del lado de allá. Todo comenzó con una carta y siguió con un viaje, una escuela nueva, una amistad cómplice y dos amores (del lado de allá y del lado de acá). Esta es la historia de Ana y los turbulentos meses que vivió lejos de casa, los mismos turbulentos meses que vivió el país en aquel año
