En el monótono alineamiento de la decadente sociedad colonial mexicana del siglo xviii aparece la Güera Rodríguez, que con su belleza y forma de ser señala una nueva forma de sentir la vida. Es la consagración del presente de su época, que lleva en sí mismo el germen de la revolucionaria negación de la historia anterior arrancándole la máscara a la hipocresía social, una sociedad marcada por la usura del tiempo y las heridas del pasado. La Güera Rodríguez denuncia un mundo caduco y rechaza, con esa delicada intuición femenina, las comodidades de lo fácil por la lucha hacia la felicidad. Por eso no es extraño encontrarla en brazos del amor, y de un amor tras otro, como vorágine que desea ser tomada en aras de la vida, ofreciendo y ofreciéndose a la vez, en ese hacer y deshacer arrebatado y feliz.