Con En los ojos del mar también una lágrima (XXVII Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2017), Fernando Trejo nos sitúa frente a un panorama arrancado del sueño; un territorio siniestramente inundado, donde los ahogados mismos, henchidos de tristeza e irrealidad, parecieran querer desentrañar el misterio mismo de estar muertos, encapsuados en una muerte blanca e infinita, propia de las dimensiones inconmensurables del mar.
La figura de Dios, a la manera del dios semítico que se paseaba en la negrura de lo innominado, recorre las aguas. Mas no es la deidad todopoderosa de las Escrituras, sino más bien una especie de demiurgo que habita en los recodos, en los recovecos, escondido tras el lenguaje de la hojarasca muerta. Con risa quebrada, apta para el lamento más que para la creación, la voz de Dios se anega, pues, de sal: de la sal de ese mar que es él mismo, mirándose mirar las formas en las que el poeta y el lector habrán de hallarlo.
Luis Paniagua
