Como ya ocurriera con su anterior novela, La niña de oro puro (Sexto Piso, 2015), la alargada sombra de la muerte y la vejez se proyecta, si cabe con mayor insistencia, en Llega la negra crecida.
«La vejez sí es un tema para el heroísmo. Requiere mucho valor», dice Francesca Stubbs, la protagonista de la novela. Fran pasa de los setenta, pero aún goza de salud, y aunque hacetiempo que debería estar jubilada, trabaja gustosa para una institución benéfica que ofrece asistencia a ancianos que se enfrentan a penurias de todo tipo. Las personas que la rodean -su amiga Josephine, su exmarido Claude...- también se ven abocadas a luchar por salvaguardar la dignidad en el último tramo de su existencia, una existencia que más que disfrutarse, se sobrelleva en un carrusel de achaques y limitaciones. Así las cosas, Fran será una suerte de Virgilio que guiará al lector por los infiernos, a menudo convertidos en tabú, de la vejez.
Llega la negra crecida es un libro profundo, con ecos de Simone de Beauvoir y Samuel Beckett, y que presenta una emotiva e innolvidable galería de personajes acosados por la muerte o el desastre que intentan vivir la vida lo mejor que pueden y con la misma urgencia que los demás. Y por eso la obra de Drabble es tan valiente, tan hermosa: porque lleva a cabo la revolucionaria idea de tratar a los ancianos como personas, porque habla desde la comprensión y el amor. Una novela que plantea qué es una buena vida y, por lo tanto, qué es una buena muerte.
