El 28 de diciembre de 1790, terminados los festejos que durante tres días realizó la ciudad de México, la Real y Pontificia Universidad de México convocó a un concurso con motivo de la exaltación al trono de España del rey Carlos iv: “¡Oh nobles y sublimes ingenios! ¡Oradores y poetas, que sois honor del suelo americano! La Real y Pontificia Universidad os convoca a dar un público y solemne testimonio de vuestro singular regocijo…”.
El certamen se publicó con el título: Obras de elocuencia y poesía premiadas por la Real Universidad de México (México, Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1791). Según Josefina Muriel, “el regalismo había llegado en esta época a tan grades extremos, que siendo Carlos iv uno de los más mediocres reyes, se le rindieron grandes homenajes […] los textos que se publicaron con motivo de este concurso son elocuentes”. En realidad, ¿cómo podrían haber previsto los organizadores del certamen que Carlos iv no sería un gran rey? Simplemente celebran, como solía hacerse (fiestas, misas, justas literarias), su subida al trono. Lo que sí resulta elocuente es el cambio de tono de la justa: nada de títulos estrafalarios; en la convocatoria y prólogo (o prólogos) desaparece el alarde erudito. Las composiciones participantes son más sobrias: el gusto se había ido modificando poco a poco, y en fechas tan tardías como finales del siglo xviii, es ya notorio el predominio del clasicismo, frío y cursi, pero es evidente que los ingenios mexicanos habían dejado a un lado el barroquismo que por casi dos siglos caracterizó la poesía de Nueva España.
1 Obras de elocuencia…, ed. cit., preliminares.
2 Josefina Muriel. Cultura femenina novohispana, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1982, p. 290.
