La nostalgia es el epicentro de nuestros sueños, deseos y recuerdos. En La tumba del andrógino no es la excepción. La vida cotidiana por delante enfrenta al protagonista y el amor. Un cine, como en los viejos tiempos, los buenos, de esos que convocan a pensar en todo lo pasado fue mejor; es la llama que prende la historia. Y qué son los recuerdos si no esa llamara encendida por la nostalgia, impregnada por lo que pudo ser, el domingo que en su lentidud graba en sus horas las costumbres y la rutina, como en cualquier pueblo tranquilo y romántico de un México añorado y querido. Si el cigarro es la lumbre del amor, el cine es el escenario del enamoramiento. Así lo plasma Vicente en su novela. Novela de hechos simples, como el mismo autor apunta.
Roger Metri
