Tenemos que empezar con que estas obras no deberías de existir, es decir, en el sentido estricto de la humanidad nadie tendría que desaparecer. La historia de la humanidad guarda rutas de vergüenza y fosas que con el tiempo hemos llamado hallazgos, vestigios, solo para resumir que la violencia ha caminado por el mundo desde que el hombre es hombre. Estas obras no deberían de existir, pero en una fractura, en una falla del sistema, desaparecer es el tercer estado de la vida. Se vive, se muere o se está desaparecido. Desaparecer es un estado constante, tanto que es correcto afirmar que desaparecido es un lugar.
Cuando alguien desaparece el resto desaparece también. Ellas, casi siempre ellas: mamás, tías, hermanas, hijas, aprenden de lagística y de derecho, dejan todo. Ellas son el centro y fondo de estas obras.
La realidad la dictan ellos, es por eso que estas historias, unidas por la desaparición forzada son realmente historias sobre los límites de la maternidad, sobre lo que significa ser madre y mujer en un estado que baila al ritmo de la tambora, pero también en un sistema corrompido por la delincuencia.