Enciclopedia de la Literatura en México

Epílogo

Se trata de contar historias, de tejerlas, de construir palimpsestos para entrenar el ojo. La abuela, el fogón y los vecinos, la ruta de las ratas, otra vez la abuela. Así se fabrica una trama, una red, un rizoma. Toda comunidad: la casa, la calle, la manzana, la colonia, la ciudad, es el bastidor para cruzar los hilos. Así, Esteban Ascencio se convierte en un narrador que yuxtapone sombras para mostrarnos un mapa que cambia y se modela en el interior de un observador preciso. La historia se produce al desenvolver palabras que nos cuentan el dolor, el hastío, la soledad y el amor y para ello Esteban Ascencio recurre a las frases sencillas del lenguaje cotidiano, excepto cuando cita, como en el caso de trémula o de tuero, para avivar la llama del recuerdo que la abuela guarda en su cajón de libros. Por los hechos como la difícil relación con la madre, el abandono paterno, la pobreza, los amigos y sobre todo el primer amor, ese que nos deja marcados para siempre, como el carimbo a fuego sobre la piel del esclavo. Cada cosa es un elemento para develar una realidad oculta: la puerta, el espejo, los ojos, los perros callejeros, la tortura de un sarampión y sus febriles temblores, pero sobre todo el descubri-miento del amor en los pies desnudos de una niña con un extraño nombre. En fin, no deseo recontar la historia que Esteban Ascen-cio pone ante nuestros ojos, esto debe ser una especie de prólogo y no un spoiler. Esteban es un narrador eficaz que nos conduce, casi de la mano, por un mundo de claroscuros, por un mundo de sombras que perfora la luz repentina de un descubrimiento o del sabio consejo de la abuela.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2022. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.