Enciclopedia de la Literatura en México

Quieto fulgor de la hojarasca

La poesía –como la calma– nace tras el eclipse. Siembra en lo tangible con fuerza de tejido y espíritu de cadencia. Aarón Rueda acude a su naciente cuando el reloj cambia su lenguaje para mancillar un pequeño vendaval. Es su comprensión sobre la señal de los días. Es la sed que persigue una correspondencia: monseñor Romero con la sangre florecida en su pecho; Eunice Odio, quien esculpe un rostro en la máquina de escribir; Rigoberto Paredes y el ensayo de su muerte bajo los cielos grises en Quebec. Por momentos, sentimos que estamos ante un poema de amor que finge cordura, pero es el poeta que ha encontrado el resplandor para dirigirse a su madre y a la mujer que recorre este libro con la libélula del tiempo. Ella ilumina su ciudad en un estruendo impostergable, y él insiste porque los sueños revolotean / donde crecen palabras. Solo es el aullido de los perros: un espejo que sirve para mirarse por última vez. Solo es la plenitud en el idioma que hablan las puertas: razón para buscar en la hojarasca una ventana que conduce a noviembre. La poesía –como la calma– germina después del relámpago; y el poeta, en lugar de escribir, talla un monumento al camino. 

Dennis Ávila Vargas

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2020. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.