Las posibilidades para meditar sobre la realidad de un país son tan variadas como azarosas, Guillermo Fajardo se sirve de un modelo distópico – el más indicado cuando miras alrededor y contemplas sólo ruinas- para edificar un observatorio en el cual sostenerse después del espectáculo de una clase política que lucha contra la pulcritud y los derechos adquiridos por el mero paso del tiempo. Una geografía nombrada “Derúm” es la elegida por el autor para poner en marcha esta cartografía de la miseria humana, en la cual resultan encomiables el pillaje y la estafa, la traición a mano limpia y un catálogo de la negrura que ha logrado imponerse como la norma.
Los discursos presidenciales abre sus páginas a manera de una colección de obscenidades para subrayar por qué las revoluciones, de pronto, son la única vía posible para lograr el desabasto de politicos sin vocación de servicio. La realidad mexicana destella de manera velada por la historia, así que permanece a libre elección de los lectores colegir lo evidente o dejar en el olvido la posible correlación de estas secuencias de barbaridades y atribuirlas en exclusivas a la imaginación del autor.
Luis Bugarini
