Enciclopedia de la Literatura en México

Doce historias de amor y otra estafa

Confieso que este libro de relatos de Cuauhtémoc Peña lo leí y luego lo releí por el puro placer de repasar su prosa. Confieso además que ha tenido que ser una relectura pausada. [...] En realidad tuve que releer a Cuauhtémoc por la vigorosa presencia del escritor cuya voz me trae de pronto restos salobres de otras melancolías hechas tinta. Ya hice alusión a Juan Rulfo pero ahora muevo el dedo en la llaga: como las criaturas de Rulfo en Comala, los personajes de Peña parecen surgidos durante noches convulsas de tempestades no siempre atmosféricas. Son personajes que de pronto se antojan templos en ruinas. Pero no como vestigio arqueológico y en ello casi turístico, sino templos como los que hay en nuestras calles, sólo que abandonados; cada personaje se antoja un vasto recinto en el que todavía flota una atmósfera anterior, una saudade con dejo de resignación (y cualquiera sabe que no hay mayor resignado que un muerto). [...] Desfilan aquí la amada (trágica, irremediablemente atada a un destino de soledad, como la de Nervo) que llega al hoy desde un ayer antiguo, y el amante conspicuo y su propio amor indómito, insumiso, que lo obliga a seguir queriendo sin saber a quién, anhelando el abrazo y el estertor fantásticos, irreales en el tráfago de un mundo donde el amor a veces parece estorbar. Allí el discípulo desprendido y generoso que hace gala de un cariño socrático por su maestro pero sin ocultar su propia, egoísta agenda hasta que la vida se vuelve a burlar de él convirtiéndolo ya ni siquiera en cordero sacrificial, sino en mero proveedor de partes de recambio. Tuve que repasarlos hasta convencerme de que efectivamente los personajes esconden algo. Llevan una daga o un frasco de veneno ocultos entre dobleces. Tienen un pasado llenecito de rincones oscuros.
Me gustan los libros que me dejan con más preguntas que respuestas, y estás Doce historias de amor y otra estafa de pronto me han obligado a cerrar el libro y mirar la nada un rato, tratando de desentrañar el misterio profundo que va del amor al olvido irremediable, del cariño al incordio o peor, a la flagrante indiferencia del mundo que nos ve nacer y morir como si fuéramos solamente parte del decorado y no los arrogantes, insignificantes instrumentos de la más alambicada de las locuras. La del narrador. Gracias, Cuauhtémoc.

Jorge Moch

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2016. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.