Son diez plumas doloridas que congregan sus palabras para hacer el orfeón de un alarido, diez aullidos de jaurías tras de ti. Mosaico de diez azules que cubren una obra negra. Diez piezas juntas por la misma sangrienta sed. Diez piedras rodantes que cayeron en una fosa del Distrito Federal: La Asociación Cultural "Felipe Ángeles", desde donde saltan como espasmo , como arcada.
No hay censor. Hay resistencia. Incomformidad por quedarse en los gusanos. No hay un tema rector; si acaso el de Babel.
No hay temor al escupitajo, sí a fólder, a cajón, al ataúd... Y los diez encuerados, azulejos de frío, salen a la calle tapándose las vísceras colgantes con hojas de cuentos y poemas. La letra sube, se incorpora y anda, cual en la Marcha de las vocales de Cri-Cri. No hay censor, sino la misma urgencia (emergencia) de la Kahlo cuando se quitó el corsé y, levantándose, gritaba vacilante: "¡Nunca más, pase lo que pase! ¡Nunca más!". Así, disimiles y en libertad Daniela Gregorio, Arturo Palacios, Eva Salazar, Claudia Fuentes, Javier Seghura, Juan Martínez (quien además de escribir ilustró portada e interiores), Homero Martínez Salazar, Jorge Vera, José Luis de Gante y León Gonzalez Ruiz se arrojan, desde sus sábados de cofradía en la "Felipe Ángeles", al escenario de la palabra cuesta arriba.
