Dark Matter es un conjunto notable de textos por varias razones. La imaginería desplegada a partir del vocabulario matemático, en específico, y científico en general, lo sitúa en una zona por completo fuera de los lirismos manidos y al uso. Voces que se interfieren unas a otras, como si no se terminara nunca de sintonizar una estación de radio o, mejor, como si se tratara del radio del automóvil que oía Orfeo en la película de Jean Cocteau, se yuxtaponen para formar no un coro sino una especie de perforación en capas geológicas.
La aparente opacidad resultante de la proliferación de referencias explícitas pero que evaden con gracia convertirse en asideros de sentido único, esa “oscuridad” de la materia, es para quien lea Dark matter una eficaz puesta en escena de la radical desconfianza, a la vez que necesaria ingenuidad, que debemos tener frente al lenguaje. Lúdico, extraño, siniestramente familiar, el lenguaje de Dark matter lo vuelve un libro, a mi juicio, cuya publicación y difusión se vuelven necesarias, imperativas.
