Abro una y otra vez este libro luminoso, que centellea en la doble noche de la muerte, y me mantiene atado a su estallido lento y sutil. No puedo despegarme de él porque sus fantasmas han pasado de sus páginas a mi cuerpo. Su exploración de la presencia de la abuela ausente se vuelve canto agudo de una vida más allá de la vida. Ahí donde lo que se oye no se mira. Los animales, los niños, los enterradores, las casas y los poetas, tienen sin saberlo, la llave de la entrada hacia ese otro lado oscuro del espejo. Fernando Trejo escribe en cada sección de este libro al ritmo de los giros sorpresivos de esa cerradura abriéndose una y otra vez. Nos confirma en esta forma única, la verdad conocida peros siempre sorprendente: si un poder tiene la poesía es el de penetrar e iluminar dimensiones humanas que nada más ella puede tocar.
Alberto Ruy Sánchez
























