En este barrio la identidad, como la salud, se ha vuelto crónica. Y precisamente por eso, por esa saludable forma crónica de ser, algo se ha propuesto demolerla como lo ha hecho con toda cosa y casa pública, desde la plaza hasta el espíritu.
Por eso, con intenciones claras ha intentado asfixiar, reprimir, infiltrar, dividir y fragmentar a ésta universidad de la vida como a todas las demás universidades públicas.
Por eso decretan su muerte, por eso la satanizan, porque es la máxima casa de estudios, un barrio interminable enclavado entre la UNAM, el IPN y los Ceferesos, el alma mater que mantiene vivita y coleando la región metafísica del México Bronco, el lugar común donde quien no cae resbala y donde todos, a querer o no, la van pasando y no egresan si no es con un tatuaje, a veces ostentoso, a veces invisible, pero siempre intransferible, que viene a ser, como quien dice, la identidad del territorio.