Al sur del valle de Cuautla, bajo la mirada de la Virgen de Guadalupe y de San Miguel Arcángel, sus patronos celestiales, se levantaba un pueblo campesino que luchaba duramente para conservar la tierra y el agua, herencia de sus antepasados. Y alrededor del agua y de la tierra giraban los afanes diarios de la comunidad; de los hombres y de las mujeres que cultivaban el maíz y el frijol y criaban el ganado; de los ancianos, guardianes de la memoria del pueblo, de los niños, dueños del campo y los arroyos. Los niños y las niñas, sin darse cuenta, se alimentaban de la historia y las costumbres de la comunidad; y también mantenían los ojos abiertos ante el despojo creciente de las haciendas vecinas y el sufrimiento de sus padres. Pero así como los niños reciben la historia, también la cambian; como pasó con Miliano, hijo de don Gabriel y doña Cleofas, vecinos de Anenecuilco.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1993. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.
