Aquella noche mientras Anita contemplaba el cielo estrellado, apareció el vendedor de palabras. Sigiloso y sin hablar, se acercó a la niña y le ofreció una pequeña caja de madera. Anita no supo cómo interpretar aquel gesto y se limitó a esconder sus manitas detrás de su vestido: un huipil blanco que su abuela había confeccionado especialmente para ella. 
El misterioso joven le sonrió amablemente y sacudió la cara haciendo un gesto probatorio, indicando a la pequeña que tomara la caja sin miedo...
                                
                            
                                                    
                    El misterioso joven le sonrió amablemente y sacudió la cara haciendo un gesto probatorio, indicando a la pequeña que tomara la caja sin miedo...
                                    
                                    * Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.