Propone don Alfonso Reyes dividir a nuestro siglo XVIII, para su estudio, en dos etapas, una de sesenta y otra de cuarenta años, más o menos. Obviamente, la separación estaría marcada por la expulsión de los jesuitas, consumada el 25 de junio de 1767, que dejó "a la sociedad americana sin tutores espirituales" según frase del P. Decorme que recoge el propio maestro Reyes. Pero este acontecimiento, de tan graves y grandes consecuencias, se da en un contexto diferente si se compara con el de la centuria anterior. "El siglo XVIII", agrega don Alfonso, "es época de intensa transformación. A partir del advenimiento de los Borbones, se perciben cambios profundos. Se liquida una jornada. La era de creación artística entrega sus saldos a la clasificación, la crítica y la historia... La Nueva España ha alcanzado la mayoridad. Si en el siglo XVII dominaron los intereses poéticos de la cultura, en el XVIII domina el interés social. Los trabajadores del espíritu, varones de laboriosidad increíble, asumen un aire de escritores profesionales y se consagran, por una parte, a poner en orden la tradición; por otra, a edificar una nueva conciencia pública, recogiendo las novedades del pensamiento europeo y dando expresión, a la vez, al sentimiento de un pueblo que se sabe ya distinto de la antigua metrópoli.