Enciclopedia de la Literatura en México

Sexo en las cárceles de la Ciudad de México

Las experiencias cotidianas que nos hacen madurar: los éxitos, los fracasos, las alegrías, los sinsabores, el amor, en la cárcel amainan hasta casi desaparecer. Los reclusos, sobre todo aquellos que llevan años encerrados, viven en un tiempo suspendido, sin posibilidad de desarrollarse, atrapados en la monotonía de días idénticos, en la maldición de la rutina. Gabriela Gutiérrez M. llega a esta conclusión después de repetidas visitas a los centros penitenciarios de la ciudad de México. En cada visita la aguardaba una sorpresa, un descubrimiento, una clave para entender la vida en la cárcel, donde todo tiene un precio y la esperanza se extingue con las semanas y los meses, que se vuelven eternos. No son pocos sus hallazgos en el universo carcelario, donde impera la ley del más fuerte y los derechos humanos no son sino una entelequia, una frase sin sentido, en un ambiente podrido por el abuso y la corrupción en el que, entre otros, prospera sin cesar el gran negocio del sexo. La reportera, con un lenguaje sobrio, directo, cuenta cómo se desarrolla esta industria tras las rejas, donde lo mismo es posible conseguir prostitutas de lujo por catálogo que desahogarse en una relación de cinco o diez minutos en los puntos ciegos de los túneles que conducen a los juzgados. La diferencia, como todo, está en el costo. En los miles de pesos que pueden erogar los reos con mayores recursos económicos y los cincuenta o cien que gastan otros para embragarse en los cuerpos de mujeres que son llevadas de las cárceles femeniles de Santa Martha Acatitla o Tepepan para revisar sus procedimientos, y que en ocasiones son obligadas por los mismos custodios a prostituirse. Lo mismo ocurre con los homosexuales; parejas que se conocen a través de cartas; mujeres espectaculares a las que nadie se atreve a mirar porque son esposas o amantes de poderosos padrinos; fiestas de toda la noche con prostitutas, drogas, alcohol y música a todo volumen; hombres que pagan con sus parejas o hermanas las deudas contraídas con narcotraficantes; el culto a la Santa Muerte y a San Judas Tadeo; el paisaje sin retoques de un mundo hostil y delirante, es lo que ofrecen las cárceles del DF. Este es un libro vertiginoso, escrito con rigor, sin hipérboles, que estremece a los lectores. Algo más nos ofrece la autora: un viaje por el infierno de la soledad y una mirada no exenta de comprensión, de humanidad.

* Esta contraportada corresponde a la edición de 2016. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.