Enciclopedia de la Literatura en México

Topada

mostrar Caracterización

“Topada” se le llama al “Golpe que dan con la cabeza los animales cornudos” (RAE). Viene de “Topar”: “1. tr. Dicho de una cosa: Chocar con otra. 2. tr. Dicho de un animal cornudo: topetar. 3. tr. Hallar algo o a alguien casualmente. 4. tr. Encontrar lo que se andaba buscando. 5. tr. Tropezar o embarazarse en algo por algún obstáculo, dificultad o falta que se advierte. 6. tr. querer (aceptar el envite en el juego). 8. tr. Ant., Arg., Bol., Ec., Méx., Nic., Perú y Ven. Echar a pelear los gallos por vía de ensayo”. De alguna manera, todas las acepciones anteriores se relacionan con la connotación de la palabra que nombra el género que aquí se define.

En la tradición de la Sierra Gorda es el enfrentamiento entre dos decimeros y sus respectivos grupos de músicos, en un encuentro poético con reglas bien establecidas, incluye una parte de versos improvisados y otros memorizados. La forma poética predominate es la cuarteta glosada en décimas espinelas. La fiesta de la topada puede llegar a durar entre ocho y doce horas, dependiendo del ambiente y del ánimo del público. La topada se acuerda con anticipación. El organizador invita a los dos trovadores para celebrar fiestas cívicas (aniversarios de la Independencia o ejidales, por ejemplo), fiestas particulares (bodas, cumpleaños), así como fiestas religiosas, patronales o más pequeñas (a vírgenes o santos particulares). Durante la topada se alternan dos trovadores con sus respectivos grupos, cada uno tiene su turno para cantar unas partes y recitar otras, según el estricto protocolo que rige el encuentro. Los asistentes escuchan a cada trovador y en las pausas musicales aprovechan para zapatear al ritmo de la música (musicalmente es son arribeño o valona, y son huasteco). En las topadas con motivos religiosos no hay baile, los asistentes sólo escuchan en silencio. La instrumentación es la siguiente: el trovador, con guitarra huapanguera; primero y segundo violín, y un vihuelero. No son grupos establecidos profesionalmente y con dedicación exclusiva a la música, salvo algunas excepciones. Por lo común los músicos son campesinos o tienen otro oficio rural, pero sí son grupos estables en el sentido de que tocan juntos siempre que hay un compromiso. La importancia y prestigio de los grupos es variable y puede constituir un atractivo adicional en una topada. Por ejemplo, entre los primeros violines puede haber un duelo musical, el que lleva la mano establece musicalmente cómo debe seguirlo el otro; lo que redunda en un mayor disfrute de la música por parte del público. Prueba de su importancia es que, igual que en otras tradiciones, en la región existen leyendas sobre violinistas que han hecho pacto con el diablo, no sólo para tocar magistralmente, también para atender dos fiestas al mismo tiempo y poder cobrar en los dos lugares su participación.

La topada también se conoce como huapango huasteco, se ejecuta en la región de la Sierra Gorda, abarca los estados de San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro, aunque, por los movimientos migratorios, se realiza también en donde hay presencia de migrantes de la región: en el norte de la zona metropolitana de la Ciudad de México, o en Estados Unidos, por citar los ejemplos más comunes. En esos casos, algunos trovadores son parte de los mismos migrantes, aunque por la complejidad de la fiesta y el grado de dificultad de la “versada”, como se le conoce al oficio de trovar, lo más frecuente es que los trovadores viajen desde sus lugares de origen para cumplir con su “compromiso”. En el momento en el que un trovador, también conocido como “versador”, se prepara para la topada, escoge de su repertorio --que puede estar escrito en un cuaderno o solamente en la memoria-- las “poesías” más adecuadas para la ocasión; debe tomar en cuenta el motivo de la fiesta, el trovador con el que se va a enfrentar y otros aspectos, como el lugar en el que va a cantar. También puede escribir una “poesía” especialmente para dicha ocasión, pero esto es previo a la performance y, de cualquier manera, debe memorizarla. Algunos trovadores viejos, ya fallecidos, eran analfabetas, por lo que no podían recurrir a la escritura de sus textos; dependían totalmente de su memoria.

En los casos en los que el trovador escoge “poesías” de su repertorio, tiene que hacer también modificaciones para que el texto se adapte perfectamente a las circunstancias; por ejemplo, si es una boda, tendrá que mencionar el nombre de los novios, o de los invitados más notorios, en algún momento. El ejercicio de memorización es muy importante; un olvido provocaría que se pierda la rima, el metro o que se cambien los nombres de los asistentes. Si esto llega a ocurrir, el trovador depende de su habilidad para improvisar y restaurar la décima.

Es importante destacar que el hecho de que una parte de la topada sea compuesta previamente, y algunas veces escrita, no le quita tradicionalidad. Cuando el poeta está componiendo el texto que cantará más tarde, recurre a un acervo de recursos tradicionales: tópicos, imágenes, versos recurrentes o fórmulas y temas; además de que compone pensando en la transmisión oral de su texto, no en su lectura. Por lo tanto, para la topada, el trovador debe ejercitar varias habilidades: componer las décimas previas a su compromiso, adaptar y memorizar las poesías propias o de otros autores que va a cantar y, durante la topada, improvisar los decimales que constituyen y dan cuenta del debate contra el trovador de enfrente.

Todos los elementos en la topada están organizados en función de la improvisación de los cantadores. Las partes memorizadas, las improvisadas y los descansos están pensados para favorecer el acto improvisatorio, en cuanto al decimero, y para favorecer la recepción en el público, para que éste pueda apreciar mejor el desempeño de cada trovador.

Tanto el público como los ejecutantes conocen sus reglas y saben que faltar a ellas es una infracción que se sanciona socialmente; el trovador que lo hiciera se expone a la desaprobación general. La topada es un acontecimiento social, no sólo en el sentido en que es una fiesta colectiva, sino que además los trovadores llegaron a ser el equivalente de líderes de opinión. El público esperaba los enfrentamientos por el duelo de ingenios que implicaba y, en algunos casos, por escuchar sus opiniones. Se consideraba que tenían una opinión informada sobre los temas de interés en el momento. Conscientes de este papel, los trovadores se preparaban, no sólo con la composición de sus textos, sino además, según los testimonios que se conocen, informándose sobre diversos temas: científicos, de política nacional e internacional, y temas en general de interés común. Uno de los objetivos de la topada es acorralar al contrincante con preguntas sobre diferentes asuntos, y se consideraría una derrota que alguno de ellos no supiera responder sobre lo que se le reta a tratar.

mostrar Estructura de la topada

La topada tiene una estructura perfectamente establecida. Un decimista llega a cantar alrededor de dos mil versos en una topada promedio de diez horas. Aproximadamente, la mitad de los versos que se cantan son improvisados y la otra mitad memorizados. Ahí están incluidos la poesía, el decimal, los sones y jarabes. Este es un número considerable, si recordamos, por ejemplo, que el Poema del mío Cid consta de 3730 versos. Los dos trovadores que se enfrentan tienen una estructura fija para cada intervención. La característica principal de este ritual que favorece el trabajo de improvisación de los poetas es la alternancia de los elementos que la constituyen, en distintos niveles.

Comienzan aproximadamente a las 8 de la noche y terminan a las 6 o 7 de la mañana siguiente. Pero si el ambiente es propicio, pueden extenderse hasta las 12 horas de duración. De manera muy general se puede decir que la topada está dividida en tres grandes momentos.

Primero comienza con los saludos al público, a los organizadores y a los músicos de enfrente. Todo en un ambiente de respeto y cordialidad. Se incluye aquí la presentación del trovador, habla de su lugar de origen, de su trayectoria personal y musical.

Después viene la “bravata”, o “aporreón”, que es el enfrentamiento propiamente dicho de los trovadores. El que lleva la mano propone un tema y el que le sigue debe contestar. Hay una delgada línea en este enfrentamiento, pues deber ser fuerte, en cierto sentido, ya que cada trovador se burla de su contrario, lo critica, le señala errores, pero no debe ser excesivo ni salir de lo aceptado socialmente. Un versador que sobrepase los límites de lo esperado por su público, con todo lo relativo que puede ser esto, será sancionado socialmente. Sobre el desempeño de ambos trovadores, los asistentes a la fiesta comentarán y aplaudirán para mostrar al triunfador. Hay que aclarar que en el caso de las “velaciones”, que son de tema sacro –en la región le llaman “canto de adivino”, por oposición entre cantar a lo humano y a lo divino--, en las fiestas religiosas organizadas para tal propósito se puede invitar a uno o dos trovadores. Dado que estas celebraciones se realizan por lo general en templos o capillas, y por el carácter que tienen, no existe un enfrentamiento entre los poetas. Tampoco hay baile, sólo se escucha respetuosamente la música. La estructura es prácticamente la de una topada, con cada intervención de los trovadores, pero no es una contienda explícita ni se alude al enfrentamiento de los poetas. Sin embargo, hay trovadores y espectadores quienes creen que, en el fondo, sí hay una competencia velada entre los poetas, pues tratan de exponer no sólo lo mejor de su repertorio, todo relacionado con la imagen que se celebra, santos o vírgenes, sino además lo bien documentados que están sobre el tema. Su desempeño se considerará para volverlos a invitar en futuros años.

Después de la bravata, el tercer momento es la despedida. Ambos trovadores se despiden del público, de los músicos de enfrente y de los organizadores. Se retoma el tono amable y cordial con el que se saludaron, para mostrar que el enfrentamiento ha terminado y que quedan ambos en buenos términos y con un mutuo respeto como versadores.

mostrar La participación alternada

La participación de cada trovador se alterna con la del contrincante, lo que, en una controversia como lo es la topada, regula la intervención de cada participante y obliga a escuchar y ser escuchado. Cada intervención, a su vez, está organizada en un esquema fijo. Esto implica que cada trovador tendrá el mismo espacio para argumentar, replicar o contestar lo dicho por su oponente. De tal forma que el debate es equitativo y ninguno de los dos podrá monopolizar el uso de la palabra, que, junto con la música, son las únicas armas en este enfrentamiento. Estas dos primeras reglas, la alternancia de los trovadores y el esquema de cada participación, favorecen un intercambio claro y coherente en el encuentro de los poetas. Tienen una doble función, por un lado permiten la exposición de los argumentos de cada uno y, por otro lado, permiten escuchar los argumentos del contrario y estructurar las ideas para la improvisación que se tendrá que hacer en la siguiente intervención. Cada intervención dura aproximadamente quince minutos; durante ese tiempo, un trovador está cantando, y el otro lo está escuchando y, posiblemente, componiendo la parte improvisada de su siguiente participación. El trovador que inicia la topada es el que, se dice, “lleva la mano”. Esto quiere decir que él propone el tema, hace las preguntas que el contendiente debe contestar y, además, impone el metro, tipo de rima (esdrújula, por ejemplo) y alguna otra característica formal. El trovador de enfrente deberá contestar en los mismos términos.

mostrar La unidad de participación

Los segmentos en los que se divide cada participación son:

a)La “poesía”. Se comienza con una cuarteta que funciona como planta y cuatro o cinco décimas espinelas que glosan el primer verso de la planta. No hay un número fijo de décimas, así que el trovador puede cantar más estrofas, si así lo desea. La cuarteta puede ser de la autoría del poeta, o puede ser una copla tradicional de la región; a menudo se encuentran estrofas propias del son huasteco, por ejemplo. El mínimo de versos cantados, por lo tanto, son cuarenta y cuatro pero pueden ser más, dependiendo del número de décimas que el trovador agregue. La cuarteta se canta y las décimas que la glosan se salmodian. Al terminar la recitación de cada décima, el último verso de la décima, primero de la cuarteta glosada, se canta junto con toda la cuarteta y después viene el espacio musical para bailar. Esta parte se compone antes del encuentro y se memoriza.

Algunas poesías pueden ser cantadas más de una vez, en diferentes fiestas. Cuando un trovador hace eso, el contrincante, si lo conoce, puede imaginar el repertorio con el que lo enfrentarán y prepararse con las respuestas. Debe haber por lo tanto un equilibrio entre repetir una poesía que ha sido exitosa y bien acogida por la audiencia, y el riesgo de que el oponente ya tenga la respuesta lista para vencer en el duelo poético. También puede ser el caso que algunos trovadores, aunque se cuidan de decirlo públicamente, hereden cuadernos de trovadores más viejos en los que están escritas sus poesías. En esos casos lo que hacen es ajustar y adaptar los versos al contexto de la fiesta a la que han sido invitados y cantarlas como propias. Se sabe que ésta es una práctica relativamente común; no abundan los cuadernos de decimeros viejos, pero se valoran mucho sus textos por la calidad que alcanzan.

La “poesía” forma parte del repertorio del trovador, ha sido memorizada y adaptada previamente, antes del inicio de la fiesta, y alude a un tema específico. Ya que el trovador que comienza “lleva la mano”, el segundo trovador tratará de buscar en su repertorio las poesías que contesten o respondan mejor a las de su contrincante, por lo que implica un esfuerzo adicional el tener que elegir en función de lo que está proponiendo el primer trovador. Lo que se busca siempre es la unidad de la topada, para que se convierta en un verdadero diálogo y no solamente en la participación alternada e independiente de dos cantantes distintos.

Lo común es que en la poesía los temas sean la presentación del poeta, el planteamiento del motivo de la fiesta o un saludo a la audiencia, aunque de una forma relativamente general, pues son tópicos. Los temas no son excluyentes, por lo que esta primera parte puede incluirlos a todos durante las distintas participaciones de los trovadores. La libertad de cada trovador para extenderse en el uso de la palabra está sólo en la poesía, la parte memorizada, y dependerá, entonces, de lo que se haya compuesto previamente.

b)El “decimal”. Se compone de una cuarteta que sirve de planta y cuatro décimas que glosan cada uno de los versos. Es la parte que se improvisa forzosamente durante el encuentro y no puede exceder de cuarenta y cuatro versos. Esta parte es improvisada y, temáticamente, se refiere de forma íntegra a las circunstancias concretas de la topada, incluido el reto o pregunta del versador que “lleva la mano”. Éste mismo es quien impone la métrica (desde cinco o seis sílabas, hasta dieciséis) y rima (aguda, grave o esdrújula) con la que le deben contestar.

La segunda parte, el decimal, es el texto que el poeta debe improvisar; en el que se encuentran las alusiones directas al contexto de la fiesta: se hacen los saludos, se comentan hechos específicos inmediatos, y es donde el enfrentamiento se da de manera más clara y directa. El decimal, al glosar cada verso de la cuarteta, sí tiene un número fijo de estrofas que no se puede exceder. De esta forma, existe un mayor control, que favorece un enfrentamiento más equitativo. Veremos, sin embargo, que sí hay una forma de rebasar estos límites, dentro de las reglas del ritual.

c)Un jarabe o un son. Si es un son, las coplas pertenecen a la tradición del son huasteco; si es un jarabe, las coplas son improvisadas por el trovador. Las coplas predominantemente son cuartetas o sextetas y, al no haber un número fijo de coplas, puede variar el número de versos, pueden tener desde dos coplas hasta las que quieran cantar el trovador o alguno de sus músicos. Es durante el son el único momento donde alguno de los músicos puede tomar la palabra. El mínimo sería ocho versos (dos cuartetas). El son o jarabe se prolongarán en función de lo animado que esté el baile entre el público.

La última parte de la unidad es un son o un jarabe. Cuando es un son, los textos son coplas tradicionales, que puede cantar el trovador o uno de sus músicos (generalmente, el vihuelero). En el caso del jarabe, las coplas son improvisadas y aluden también a las circunstancias de la topada, cantadas sólo por el trovador. En ocasiones se puede agregar al final de un son alguna copla improvisada, que responda a las necesidades del momento.

Los dos esquemas posibles, entonces, para la intervención de cada poeta son: poesía, decimal y son. En este caso se alternan: texto memorizado, texto improvisado, texto memorizado. La segunda opción es: poesía, decimal y jarabe; que corresponden a un texto memorizado y dos textos improvisados. La primera opción (memoria, improvisación, memoria) representa un momento más relajado para el poeta ante lo que constituye el esfuerzo de la improvisación, de ahí que sea el esquema predominante en la topada. La segunda opción, con un texto memorizado y dos improvisados, aunque constituye un esquema muy útil en el debate poético, representa también un mayor esfuerzo para el trovador, por lo que se utiliza en menor número y sólo en determinados momentos, cuando hace falta extender la improvisación. Sumando lo anterior, el número mínimo que canta un trovador en cada intervención es de noventa y seis versos, pero no es difícil que esta cifra aumente por una copla o una décima que se agregue en las partes de la intervención que lo permiten.

Así entonces, termina esta breve introducción al mundo de la topada con un ejemplo de poesía “encadenada” (las últimas palabras de un verso se repiten al inicio del siguiente). Aquí se reta al trovador contrario para que conteste lo que se le pregunta, con la misma estructura de verso y tema:

En busca de algún versero,
Versero que se moleste,
Que se moleste y conteste,
Contésteme lo que quiero

[...]

Me han dicho que Salomón,
Salomón puso el ejemplo,
Ejemplo formando un templo,
Un templo para oración.
Oración y religión,
Religión es lo primero,
Primero busqué el sendero,
Sendero de contestar;
Me vine a designorar

En busca de algún versero,
          Versero que se moleste,
          Que se moleste y conteste,
          Contésteme lo que quiero.

[...]

En fin, serán enlazadas,
Enlazadas mis preguntas,
Preguntas que todas juntas,
Juntas serán contestadas.
Contestadas, arregladas,
Arregladas por entero,
Por entero las espero,
Espero contestación;
He venido en la ocasión
En busca de algún versero,
          Versero que se moleste,
          Que se moleste y conteste,
          Contésteme lo que quiero.

Antonio Escalante
Corcovada, S.L.P
Ca . 1977 (Perea, núm. 132).

mostrar Fuentes de consulta

Molina, Marco Antonio, 2010. “La improvisación en el huapango arribeño: temas y estructura de la topada”, Revista de Literaturas Populares, año x, núm. 1 y 2 (enero-diciembre), pp. 183-210.

Jiménez de Báez, Yvette, 2002. “Oralidad y escritura: de los cuadernos de trovadores a la controversia, en la Sierra Gorda”, en Lenguajes de la tradición popular. Fiesta, canto, música y representación, ed. Yvette Jiménez de Báez, México: colmex, pp. 395-414.

Avilés Hernández, Claudia, 2002. “Ritual y discurso en una topada ejidal de Cárdenas, San Luis Potosí”, en Lenguajes de la tradición popular. Fiesta, canto, música y representación, ed.  de Yvette Jiménez de Báez, México: colmex, pp. 473-482.

Nava L. E. Fernando, 2002. “Música y literaturas  tradicionales”. En Lenguajes de la tradición popular. Fiesta, canto, música y representación, ed. de Yvette Jiménez de Báez, México: colmex, pp. 39-54.

Velasco Villavicencio, Rafael, 2002. “La música y las coplas líricas en una fiesta de topada ejidal en Cárdenas, San Luis Potosí”. En Lenguajes de la tradición popular. Fiesta, canto, música y representación, ed. Yvette Jiménez de Báez, México: colmex,pp. 317-324.

Perea, Socorro (Comp.), 2005. Glosas en décimas de San Luis Potosí: De Armadillo de los Infante a la Sierra Gorda, ed. Yvette Jiménez de Báez, México: colmex-uslp.