Enciclopedia de la Literatura en México

La literatura del lugar: asesoramientos administrativos en el siglo XVIII

mostrar Introducción

Desde el momento de su supuesto descubrimiento los europeos se esforzaron por distinguir a las Indias como espacio de las Indias como lugar.[1] El espacio puede definirse como una expansión tridimensional no limitada (en la cual existe materia), que sólo puede determinarse por medio de la localización en un sistema de medición que proporcione posición y dirección relativa, como las gratículas de latitud y longitud en un mapa. El lugar, por otro lado, es un espacio inserto en la experiencia de redes de relaciones sociales e historias que producen significado colectivo. Un lugar puede ubicarse en un mapa, pero su significado no.[2]

mostrar La literatura del lugar: asesoramientos administrativos

Una conciencia en desarrollo de tales redes interrelacionadas permea la producción de la cultura criolla y sus literaturas en el siglo xviii. A lo largo de todo el siglo los criollos se debatieron por socavar y sobreescribir la abstracción española llamada Nueva España por medio de un discurso emergente sobre el lugar que configuraba una Nueva España criolla. Aunque no en forma explícita, esta literatura cuestionaba el constructo de una Nueva España como una “nueva” España. Disputaba el espacio metafórico fabricado proponiendo una visualización más interconectada y vivida de la Nueva España como lugar. De esta forma, la identidad novohispana se visualiza a través del ver de la interrelación de ambientes, habitantes y recursos. Este ensayo analiza la producción de la Nueva España como lugar, sobre la base de diversas literaturas del siglo xviii que se originaron en Nueva España en forma de textos escritos e imágenes visuales. Estos textos se esforzaban por distinguir a la Nueva España como lugar de la Nueva España como espacio.[3]

En tanto espacio físico, el reciente descubrimiento de las Indias tenía que localizarse en el contexto del mundo conocido: definir sus fronteras y fijarlas dentro de líneas de la brújula en las cartas portuláneas, un mapa de navegación y la gratícula de las líneas de latitud y longitud en mapas y globos terráqueos. La Casa de Contratación de Sevilla, encargada de la producción de cartas marítimas, recogía información de los viajes a las Indias con la esperanza de refinar la precisión de esas cartas.[4] La Casa de Contratación era responsable, asimismo, de mantener el padrón general, un mapa maestro del mundo conocido. La cartografía hispana del mundo llegaría a su pináculo en el siglo xvi, durante el reinado de Felipe ii, que emprendió extensos proyectos cartográficos tanto de la península ibérica como de las Indias. Este rey reconoció la “importancia de los mapas como instrumentos y símbolos de poder”.[5] Un territorio que podía “verse” en un mapa podía ubicarse también dentro del orden estructurado de un imperio. En el siglo xviii los reyes borbónicos habrían de ampliar y extender los esfuerzos cartográficos con la esperanza de obtener una valoración más precisa de la ubicación y los límites de sus reinos americanos.

Aunque compleja, la descripción cartográfica de la masa continental de la Nueva España fue uno de los retos más sencillos que plantearon las Indias. Comprender y precisar el contenido de ese espacio resultaría labor más difícil, porque los datos geográficos, demográficos, etnográficos, etc., cambiaban constantemente, y resultaba imposible conciliar la información y las descripciones en conflicto. Esto dio por resultado una producción constante y continuada de reportes sobre los contenidos de las Indias.

Con ese fin los reyes españoles, a lo largo de todo el periodo virreinal –y antes de la Ilustración– auspiciaban prácticas de reunir información en busca de datos empíricos sobre los recursos naturales, la flora, la fauna, la geografía y el clima de los territorios americanos, con el propósito de financiar la expansión comercial.[6] Estos esfuerzos adoptaron la forma de reales cédulas periódicas que ordenaban a las autoridades de los virreinatos que observasen y reuniesen información a fin de dar respuesta a conjuntos de cuestionarios especificados de antemano. Entre 1530 y 1812 se expidieron de España a las Indias unos treinta de esos cuestionarios, formulados en una literatura administrativa, como las relaciones geográficas y las historias naturales.[7]

Las preguntas específicas cambiaban con el tiempo; las más antiguas solicitaban información bastante general sobre esta nueva tierra. Por ejemplo, una real cédula de 1569, que comprendía 31 preguntas, requería:

[número de pregunta]
9. Item, demás de la dicha relación, enviará por escrito y testimonio auténtico la erección de su iglesia y fundación de ella.
13. Item, lista y descripción de todos los pueblos de indios y número de los caciques y señores y principales que hay en la dicha diócesis, y de los pueblos que cada uno tiene debajo de su gobernación, y las personas que hay en cada pueblo, y los que han admitido la doctrina cristiana, y los que no, y los que están doctrinados o por doctrinar.[8]

Este interés, a finales del siglo xvi, por los habitantes de la Nueva España, indica un interés por reunir datos básicos acerca del establecimiento de instituciones religiosas, número de pueblos indígenas, su sistema de gobierno y el proceso de cristianización.

Las relaciones geográficas más antiguas incluían asimismo mapas elaborados por artistas indígenas. Por ejemplo, en la figura 1, la Relación geográfica mapa de Amoltepec, el artista indio usa elementos visuales indígenas para mostrar el pueblo. La representación de una iglesia se ubica junto al palacio del gobernante. Las estructuras, ubicadas cerca de un río señalado con el signo indígena del agua, están rodeadas por un semicírculo de topónimos escritos con glifos identificadores de los poblados que forman parte del territorio de Amoltepec.[9] Sin embargo esas representaciones frustraban por entonces a las autoridades hispanas, ya que no era posible integrarlas en un mapa global de la Nueva España debido a que la descripción indígena del espacio no utilizaba las coordenadas matemáticas para describir la ubicación en el espacio. Antes bien, mapas como el Mapa de Amoltepec en la Relación geográfica representaban el lugar, es decir la red comunitaria de relaciones históricas y religiosas con la tierra.

En el siglo xvii las averiguaciones reales se volvieron más detalladas. Por ejemplo, un cuestionario de 1604 incluía 355 preguntas que requerían hechos detallados y catalogados acerca de pueblos y poblados, sus recursos y gente dentro de un territorio.

Figura 1. Mapa de Amoltepec en la Relación geográfica (1580), Nettie Lee Benson Latin American Collection, University of Texas Libraires, Austin, University of Texas.

[Número de pregunta]
1. Si es ciudad, villa o aldea de españoles, o pueblo de indios.
10. Qué escudo de armas tiene, y con qué privilegio y merced.
35. Qué leguas hay de este pueblo a donde reside el virrey, audiencia, gobernador, o corregidor, a quien esté sujeto.
53. Cuántos indios tributarios hay en cada parcialidad.
55. Cuántos casados, cuántos solteros, cuántos viejos reservados, cuántos menores que no tributan.

Este cuestionario solicitaba asimismo información etnográfica.

75. Cuál es la comida y bebida más ordinaria de los indios de este pueblo.
76. Qué oficios, inteligencias, y granjerías tienen.
77. Qué ropa se labra en este pueblo y qué ganados se crían.

Posteriores preguntas requerían información más detallada sobre los habitantes.

102. Cuántos son españoles; de los españoles, cuántos hombres, cuántas mujeres, con la distinción de las edades y de los estados y cuántos son criollos, y cuántos nacidos en España, y de qué provincias de España...
106. Cuántos son mulatos y zambaygos, declarando el número de los hombres y el número de las mujeres, con la distinción de las edades y de los estados; y de estos mulatos, cuántos son libres y cuántos esclavos.
107. Cuántos son negros, declarando el número de los hombres y el número de las mujeres, con la distinción de las edades y de los estados; y de estos negros, cuántos libres y cuántos esclavos.
108. Qué hacienda tiene cada persona de las que viven en este pueblo, así en la calidad como en la cantidad.
109. Qué ocupación tiene, si sirve, si es oficial, es ministro, si es mercader.[10]

Esta última serie de preguntas reconocía que, aproximadamente tres o cuatro generaciones después del contacto con los españoles, estaban apareciendo en la población nuevos tipos de personas que no eran ni españoles europeos ni indios. Incluía a los criollos, españoles nacidos ya en América, y a las castas, personas de sangre mezclada. Mediante estos cuestionarios del siglo xvi y principios del xvii las autoridades españolas procuraban fijar las fronteras y enumerar los contenidos del espacio de la Nueva España.

Si bien la demanda de información a través de las relaciones geográficas disminuyó a partir de mediados del siglo xvii, las prácticas de recopilación de información y bases de apoyo institucional, como la Academia Real de Farmacia y Matemáticas, estaban ya bien establecidas como para que el gobierno borbónico del siglo xviii pudiese reanudar y ampliar sus investigaciones.[11] En 1741 Felipe v lamentó que el Real Consejo de Indias careciese de información esencial acerca de los virreinatos, y ordenó que los virreyes produjesen “noticias más individuales, y distintas del verdadero estado de aquellas provincias”.[12] Se esperaba que tales “noticias” fuesen informes detallados que pudiesen usarse para explotar más eficazmente los recursos económicos y humanos de la Nueva España, así como para identificar aquellos que otorgasen una ventaja militar en caso de una posible agresión por parte de otras potencias. Al mismo tiempo, la información solicitada sobre el estado de la conversión religiosa puede reflejar los esfuerzos de catequesis para complacer a Roma.[13] Los intereses de la Ilustración en materia de historia natural y clasificación científica, aunque no eran un ímpetu originador, se reflejan asimismo en estas demandas de averiguación. En conjunto, los temas de estas preguntas sugieren múltiples y probablemente traslapadas inquietudes e imperativos del gobierno borbónico del siglo xviii por redireccionar al gobierno de la autoridad gobernante directa del virrey del reinado de los Habsburgo hacia una filosofía pragmática de la gobernancia basada en el manejo y la administración de la gente y de los gobiernos comerciales bajo el dominio del rey. Los reyes borbónicos habrían de ser tan poderosos en la práctica como lo eran en teoría, y estarían presentes en todos los aspectos de la vida de la Nueva España.[14]

En 1743 don Pedro de Cebrián Agustín, conde de Fuenclara, virrey de la Nueva España, respondió al mandato real de Felipe v designando a Juan Francisco Sahagún de Arévalo Ladrón de Guevara y a José Antonio de Villaseñor y Sánchez para que preparasen una descripción comprensiva de las regiones, recursos y pueblos de la Nueva España. Sahagún de Arévalo Ladrón de Guevara, presbítero, era cronista de la Nueva España y editor de la Gazeta de México.[15] José Antonio de Villaseñor y Sánchez, contador general de los Reales Azogues, quien habría de completar la compilación, nació en la ciudad de México entre 1700 y 1705. Fue educado por los jesuitas en el Colegio de San Ildefonso. Se casó con “la mestiza doña María Simona de los Dolores Cornejo, y que tenía numerosa prole”.[16] Es probable que ingresase a la administración virreinal alrededor de 1725. Se considera que perteneció a la “generación 1730, que va a dotar a México de un profundo sentido de identidad nacional, quizás no en la esfera política pero sí... en el plano cultural”.[17] Villaseñor y Sánchez falleció en 1759.

En algo claramente similar a las preguntas de las relaciones geográficas, aquí dos habitantes de la Nueva España desarrollaron ocho preguntas para la indagación ordenada.

Lo primero, expressando la distancia de la Cabezera de esta Jurisdiccion à esta Capital, y á què rumbo està situado, y assimismo las de todos los Pueblos, Villas, y Lugares sujetos à dicha Cabezera, y à todas las demàs de su Jurisdiccion, con sus temperamentos, leguas, y rumbos?

Què Familias se hallan en el Vecindario de cada Pueblo, por pequeño que sea, assi de Españoles como de Indios, y demàs Naciones, que lo compongan?

Cuales son los frutos, que en cada parte sirven de comercio à aquellas Republicas; si han tenido alguna decadencia de los tiempos passados à este, y en què ha consistido, y què remedios son los más proporcionados para sus mayores augmentos?

Què Minerales contiene dentro de su districto, y de què especies de metales, y la naturaleza de cada recincto [sic]?

Porquè Sugetos, y Doctrineros estàn administrados en lo espiritual? Si ay falta de ellos? Las Imagenes milagrosas, y su origen?

Què Mission, ô Missiones se hallan en la propagacion de nuestra Santa Fè Catholica, las que son ya establecidas, y las que son nuevas reducciones?

Qué Missioneros assisten en ellas á la dilatacion del Santo Evangelio, sus Idiomas, y Estatuto?

Y por último, la distancia que tiene cada Partido de la Jurisdiccion de la Alcaldia mayor, ô Corregimiento, que es à cargo de Vm. y si ay necessidad por la incomodidad de grandes distancias de algunas Poblaciones nuevas;[18]

Las preguntas de Sahagún y Villaseñor versaban sobre información solicitada por el rey y, al mismo tiempo, pedían información adicional sobre recursos comerciales y las “imágenes religiosas”.[19] Una vez que se lo puso en circulación, el cuestionario recabó datos significativos acerca de la Nueva España de mediados de ese siglo. Ejemplos de las respuestas a aquéllas se encuentran en las Relaciones geográficas del arzobispado de México 1743.[20] Los interrogados proporcionaban respuestas narrativas a cada una de las ocho preguntas, variando en lo tocante al detalle específico desde lo muy a fondo hasta lo bastante general. Proporcionaban información sobre geografía y demografía, sobre condiciones eclesiásticas, incluyendo la labor misionera, y acerca de recursos agrícolas, comercio, minería. Con frecuencia incluían mapas que mostraban la relación del pueblo con la topografía circundante y con otros pueblos. Al menos uno de los interrogados señaló que el mapa había costado seis mil pesos.[21]

Las respuestas podían ser relativamente cortas, como en el caso del documento que describe una cabecera, Huexutla, fechado el 1 de junio de 1743, del capitán don Antonio García, alcalde mayor, que certifica que desde Huexutla hasta el norte hay setenta leguas. Enumera cuatro pueblos que rodean la cabecera: Ixtcatlán, un poblado indio, Macustépetl, San Pedro y Sahuatlán. Describe el clima de todos como húmedo y caluroso, en algunos casos extremadamente caliente. García registra los nombres de las personas que viven en la jurisdicción de Huexutla y señala sumariamente que había 54 familias de españoles, 60 que se describen como de mulatos, negros, chinos o lobos y 60 familias de indios, lo que arrojaba un total de 852 personas. Informa también acerca del interés comercial de la jurisdicción y apunta que no hay recursos minerales, ya que la tierra es estéril, con insectos molestos y serpientes peligrosas. Se incluye un pequeño mapa de Huexutla y las rancherías circundantes.[22]

La respuesta de Ixmiquilpan es un ejemplo de una descripción mucho más extensa y detallada de la jurisdicción. Tres personas, Salvador González (mestizo), Lorenzo de Montúfar (español) y Lorenzo Rangel (castizo), siguiendo muy de cerca las preguntas, certifican información acerca de Ixmiquilpan y los poblados circunvecinos.[23] El 29 de abril de 1743 Salvador González escribe:

1. A la primera pregunta dijo que por haber caminado de este pueblo a la ciudad de México sabe de público y corriente que dista de la ciudad de México (la cual cae al sur) veinticuatro leguas, quedando este pueblo a la parte del norte. Cuyo temperamento es caliente y seco, sin embargo, de ser de contrarios extremos y escaso de aguas porque en tiempo de calores son excesivas y en tiempos de inviernos son los fríos avanzados.[24]

Lorenzo de Montúfar, quien escribe el 2 de mayo de 1743, observa que, sobre “la segunda pregunta: Esta jurisdicción se halla muy avecindada de españoles, indios y otras calidades de gentes pero no puede decir las familias que tiene.”[25]

En contraste con estos dos informes sobre Ixmiquilpan, Lorenzo Rangel, quien escribe el 7 de mayo de 1743, proporcionó información mucho más detallada. Calculó un total de 12 258 habitantes y dio detalles acerca de quién vivía en la población así como en sus pueblos y haciendas. Señala, por ejemplo: “Casa de don Benito González, español, de 60 años, casado con doña Gertrudis Moreno, española, de 40 años. Juana, doncella, de 15 años; Ana, doncella, de 13 años, María, de 1 años, sus hijas. Doña Juana Moreno, doncella de 50 años.”[26] Por lo que se refiere a los recursos, señala:

Sus frutas son: plomos, matanzas, jarcias, tejidos y algunos salitres para solubrar. Y aunque es constante fue panino de muchos trigos, hoy no se logran ningún, los maíces por carecerse de riegos mediante haberse perdido con el tiempo los conductos.[27]

Figura 2. Frontispicio del Theatro Americano (1746-1748), de José Antonio Villaseñor y Sánchez, Geography and Map Reading Room, Library of Congress.

En conjunto, los documentos de las Relaciones geográficas del arzobispado de México 1743 demuestran el tipo de información enviada en respuesta al cuestionario de Sahagún y Villaseñor, así como la cantidad y calidad variables de los datos acerca de la geografía y la demografía locales.

Sería labor de Villaseñor compilar datos como los que se encuentran en las Relaciones geográficas del arzobispado de México en su compendio en dos volúmenes, cuyo título completo era Theatro Americano, descripcion general de los reynos y provincias de la Nueva España y sus juridicciones. Dedícala al Rey nuestro señor El Señor D. Phelipe Quinto monarcha de las Españas. Su Author Joseph Antonio Villaseñor y Sánchez, Contador General de la Real Contaduria de Azoguez y Cosmógrapho de este Reyno quien la escribió de orden del escelentissimo Señor Conde de Fuen-Clara, Virrey Gobernador y Capitan General de esta Nueva España y Presidente de su Real Audiencia, &c. El primer volumen se publicó en 1746, seguido por el segundo en 1748. Al seleccionar el término “theatro” para el título Villaseñor indica su conocimiento de las prácticas cartográficas halladas en los theatrum europeos de los siglos xvii y xviii, formas tempranas de atlas.[28]

En un documento a manera de prefacio que abre el libro, el marqués de Altamira, oidor de la Audiencia Real y Cancillería de México y consultor del Santo Oficio, explica el formato de theatrum, mencionando la obra del geógrafo Abraham Ortelius y refiriéndose al Theatrum orbis terrum, el primer atlas verdadero, que se publicó en 1570. Para este oidor, en el Teatro Americano “se nos dan, y prometen dar á la vista (que esso significa Theatro) Reynos, Provincias y Ciudades y toda esta Nueva España”.[29]

Además Villaseñor, dirigiéndose en su introducción al rey, afirma que su intención es “como Theatro en que vivamente se represente á los ojos de V. M. toda la consisté[n]cia de un nuevo Mundo”.[30]

También se introduce al lector a los contenidos del Theatro a través de un frontispicio. En el grabado vemos a Felipe v, elegantemente vestido y portando un bastón, parado en la cúspide de la tierra, representada como globo (figura 2). Como el globo está inclinado sobre su eje con el eje norte/sur en posición casi horizontal, el rey está ubicado sobre Europa occidental, más que en el polo norte. Al otro lado del océano se delinea y sombrea la masa continental de la Nueva España, con una X que señala la ubicación de la ciudad de México. Debajo de la imagen de la tierra rematada por el rey dos figuras se arrodillan junto a un precipicio que da al océano. A la derecha, una figura masculina, probablemente Joseph Antonio de Villaseñor y Sánchez, levanta la mirada al soberano de pie y le ofrece un libro: su Theatro Americano. Detrás de esta figura un océano se extiende hasta el horizonte. Frente a Villaseñor una mujer con ropajes occidentales y que usa una corona, con un abanico de plumas, señala elementos de referencia indígenas. Apunta a un cofre desbordante de collares (¿de perlas?). Detrás de ella hay un paisaje que incluye una palmera, cactus y una montaña de trazo vago. Encima del rey se leen las palabras latinas Digna Orbis, seguidas por Imperio Virtus. Al pie de esta escena aparece el título del libro, Theatro Americano.

Juan Francisco López, calificador del Santo Oficio, al comentar el frontispicio en su prefacio, señala:

A la Dedicatoria ha añadido una pulida Lamina en que á mi juicio compendiza el designio todo de la Obra, y el intento de Soberano, que la mandó executar; porque sobre un Globo, que representa este Nuevo Mundo, mandó gravar la imagen de nuestro Monarca Catholico, como una desvelado superior inteligencia motriz, que assiste al Gobierno, y direccion de tan dilatado Imperio.[31]

El grabado retrata de tres maneras la visión que España tenía de la Nueva España. Primero, con España como norte funcional del mundo y Nueva España en una masa de tierra que acepta de buen grado la estructura orientadora de España. Segundo, la Nueva España se visualiza metafóricamente como una mujer elegantemente vestida, sinónimo de riqueza y de ambientes naturales curiosos. Y, tercero, la Nueva España se sintetiza en un texto administrativo, el Theatro Americano. En este grabado la Nueva España se convierte en un espacio geográfico sustentador del mundo, Digna orbis, localizable en relación con España, Imperio virtus. Nueva España es un espacio que puede reducirse a un texto, leíble y, por ende, cognoscible. El rey supervisa el espacio de la Nueva España gracias a las abstracciones de la cartografía, la metáfora y el texto.

Un mapa que Villaseñor hizo trazar para el Theatro, que sintetiza aquellos mapas y descripciones proporcionados por los individuos que respondieron el cuestionario, verifica adicionalmente este sentido de abstracción y supervisión. El marqués de Altamira cita ese mapa, afirmando: “en la sola oja de su Mapa, donde se vee reducida sin necessidad de perigrinarla”.[32]

El texto del compendio consiste en dos libros, con capítulos como subdivisiones de cada uno de ellos. El capítulo iii del libro i, “Del Reyno en comun, sus distancias y Clima”, inicia la descripción geográfica de la Nueva España comenzando con su clima y su ubicación. Villaseñor da inicio a la sección afirmando:

Assi como para conocer las partes de un cuerpo, es necessario aver discurrido primero, en el todo anathomico para distinguir sus miembros, es tambien necessario para tratar las partes de un Reyno hacerse primero cargo de la figura, y distancias del todo, y tomando su contenido, para discernir sus lugares, y para que el entendimiento se satisfaga.[33]

Aquí indica su comprensión del proyecto presentando inicialmente a la Nueva España como un todo, no como datos segmentados.

Los capítulos subsecuentes sintetizan material de las jurisdicciones que proporcionaron quienes respondieron el cuestionario, siguiendo muy de cerca el orden de las preguntas originales relativas a la distancia de la ciudad de México, el clima, etc. Cada una de las descripciones de Villaseñor condensa la información detallada brindada por los redactores primigenios. Por ejemplo, en el libro i, capítulo xxxii, “De la jurisdicción de Ixmiquilpan”, Villaseñor toma la información provista por los individuos mencionados más arriba y escribe:

El pueblo de Ixmilquilpan está al Norte de la Ciudad de Mexico, de donde dista veinte, y quatro leguas, su temperamento es caliente, y seco, sin embargo de experimentarse en él el extremo de que en el Estio son excessivos los calores, y en el Inbierno intolerables los frios.[34]

Excluyendo la información detallada, Villaseñor resume la localización y las poblaciones de Ixmiquilpan y sus pueblos circunvecinos, señalando el número de familias de españoles, indios, mulatos, etc., que reportó Rangel.

El texto del Theatro Americano presenta la geografía social, física y económica de México a mediados del siglo xviii. Como lo señala en su introducción, Villaseñor podía contribuir a visualizar la Nueva España para la corona borbónica al relatar la distribución espacial de los datos sociales y económicos.[35] Su Theatro Americano es, sin ninguna duda, un ejemplo significativo de la literatura administrativa hispanoamericana del siglo xviii. Considerado documento confidencial, en la ciudad de México se imprimieron sólo treinta ejemplares, que se distribuyeron juiciosamente. En 1750 se prohibió su reproducción porque se consideraba que contenía información estratégica sobre un territorio español.[36] La obra de Villaseñor fue bien recibida por las autoridades españolas, y el gobierno borbónico habría de emplearla para contribuir a la consolidación administrativa de la Nueva España. Incluso 48 años después de haber quedado concluida, en 1791, el virrey Juan Vicente de Güemes Pacheco y Padillo, conde de Revillagigedo, citaría el mapa de la Nueva España de Villaseñor como el mejor que podía conseguirse.[37]

Tal como lo señala Antonio Barrera, ”Los españoles no llegaron al Nuevo Mundo con herramientas para comprender ese mundo: las fueron construyendo a medida que creaban su imperio en el Nuevo Mundo.” En cierto momento la corona vinculó las prácticas de obtención de información con el buen gobierno de los reinos americanos: “el conocimiento se convirtió en una mercancía y una herramienta para controlar la naturaleza”.[38] Las preguntas que se utilizaron y los informes sintetizados presentados en el Theatro, así como el trato secreto que se le dio a la obra terminada, reflejan esta conciencia de que los datos empíricos representaban una mercancía y una herramienta de valor. Las referencias y alusiones de Villaseñor en las secciones no geográficas del Theatro, sin embargo, apuntan a una contracorriente dentro del texto que conecta los datos con redes sociales e históricas: específicamente, una visión de la Nueva España como lugar. Esta visión se ejemplifica en los capítulos i y ii del libro i del Theatro Americano, que han recibido poca atención de los especialistas.

El libro i, capítulo i, se titula: “De la primera Poblacion de la America, y destruccion de las gentes Giganteas, que avia en estas Tierras, como se fueron succediendo las Naciones hasta la Mexicana; casos que sucedieron en prevencion de la Conquista, y refleccion sobre que la Mano de Dios quiso destinar estos Dominios para los Catholicos Reyes de España.”[39] El capítulo compila una historia de la Nueva España desde los tiempos prehistóricos hasta la conquista del siglo xviVillaseñor da principio a este texto en el tiempo posdiluviano del Antiguo Testamento, y afirma que la tierra estaba ocupada por gigantes, que los pueblos indígenas, los toltecas, se encontraron a su llegada. A continuación explica que, de acuerdo con sus “Mapas, y pinturas con que escribian sus Historias y nos enseñan las de los Escriptores tenian en todo su punto los caractéres historiales, los politicos, el gobierno de sus armas, los ritos de sus mentidos Dioses; los Astronomicos Computos que formaban sus Kalendarios.”[40] Reflexiona después que el contenido bárbaro e idolátrico de esta cultura requería ser remplazado por el cristianismo y, con ello, plantea la necesidad de la conquista española.

El capítulo ii se titula “Como se fue assentando el Imperio Catholico, venida de las Audiencias, Nombramiento del primer Virrey, Apparicion de Nuestra Señora de Guadalupe, y Real Cedula en que Su Majestad manda formar esta Obra.”[41] Villaseñor delinea el establecimiento del reinado español en la Nueva España, enumerando a los diversos virreyes, la creación de las audiencias y citando la real cédula de 1741. Sin embargo Villaseñor da principio al capítulo relatando la historia de la Virgen de Guadalupe, que se le apareció a Juan Diego en 1531, subrayando que “mas qué mucho, que hiciesse tal fineza, no vista de otra Nacion alguna”.[42] Aquí cita la frase “non fecit taliter omni nationi”, “a ningún otro pueblo trató así”, tomado del salmo 147, que aparecía en las reproducciones de la imagen de la Guadalupana desde el último cuarto del siglo xvii.[43]

A lo largo de esos capítulos iniciales Villaseñor introduce su síntesis geográfica dentro de una crónica histórica que contextualiza el Theatro Americano. El hecho de que remontase una historia del Nuevo Mundo hasta los tiempos bíblicos apunta a un movimiento crítico para ubicar los orígenes de la Nueva España, no en la historia española, sino en un registro autóctono. Su referencia a la aparición de la Virgen de Guadalupe alude a la creencia criolla de que la misma signó a la Nueva España como lugar único entre las naciones. De esta manera, el Theatro Americano de Villaseñor intenta producir un catálogo o enumeración de hechos geográficos para definir los límites del espacio de la Nueva España tal como se los formulara en las previas relaciones geográficas. Al mismo tiempo, por medio de lo que inicialmente parecen ser las secciones introductorias marginales del Theatro, comienza a explicar la interrelación del todo con sus partes, contextualizando la geografía en las redes de la historia. Vale decir que Villaseñor expresa un discurso emergente del lugar. Mientras que su Theatro Americano satisfizo el requerimiento real de datos amplios sobre la Nueva España, el compendio visualizó asimismo a la Nueva España como lugar, es decir como un espacio inserto en redes de relaciones sociales e históricas.

Villaseñor, consciente de las limitaciones de su descripción, elaboró una adenda a su tomo original, titulada Suplemento al Theatro Americano (1754/1755), que revelaba aún más su visión de la Nueva España como lugar.[44] En la introducción escribió:

Así yo, después de haber delineado en dos tomos del Theatro Americano todo el plan de esta América Septentrional dividido en seis obispados contenidos en el virreinato en otros tantos libros que contiene la obra, y en cada uno las jurisdicciones de que se componen con sus pueblos y vecindarios, hallo que, habiendo acelerado el curso a la pluma por obedecer el mandato, pasé en silencio lo más notable de cada partido, dando sólo noticia de su situación y vecindario; mas ahora... será preciso que, vistas y revistas las mutaciones de este Theatro, las vaya iluminando para dar a entender lo que encierra este vasto dominio de nuestro soberano leal, rico, fértil, abundante.[45]

A este pasaje añadió la anotación marginal que se eliminaría en la versión final:

(y desgraciado en no poder lograr la vista de su rey).[46]

Este lamento marginal, sin embargo, es el primer paso para que el criollo Villaseñor modifique extraoficialmente su Theatro. Al condolerse del hecho de que el rey no pudiese ver personalmente la Nueva España, Villaseñor hace hincapié en que la visión personal, que es una experiencia directa de complejas interrelaciones sociales y geográficas, es la que proporciona la información más correcta acerca de la Nueva España.

Esta conciencia en desarrollo de las redes interrelacionadas, es decir, del lugar, es la que permea asimismo la producción de la cultura criolla y sus literaturas en el siglo xviii. Esta literatura cuestionaba la abstracción europea de la Nueva España como espacio cartográfico, metafórico y textual, y suponía límites sociales y políticos establecidos al catalogar y proponer una visualización de la Nueva España más interconectada y vivida en tanto lugar. De esta manera, más que como conjuntos de datos, la identidad de la Nueva España se visualiza al ver la interrelación de los ambientes, los habitantes y los abundantes recursos. Esta producción de la Nueva España como lugar se encuentra en diversas literaturas del siglo xviii. Quiero pasar revista a dos ejemplos.

Como está bien documentado, la negativa española a permitir que los españoles americanos detentasen altos cargos civiles o eclesiásticos en la Nueva España propició el resentimiento de los criollos. La “Representacion que hizo la ciudad de México al rey Don Cárlos iii en 1771 sobre que los criollos deben ser preferidos á los europeos en la distribucion de empleos y beneficios de estos reinos”,[47] escrita a nombre del Cabildo de la ciudad de México por Antonio Joaquín de Rivadeneira y Barrientos, reacciona ante estos intentos por aumentar el control administrativo sobre la Nueva España.[48] En oposición al punto de vista español en el sentido de que los españoles europeos no eran extranjeros en la Nueva España, la “Representación” sostenía que debía vérselos como extranjeros porque:

Entre los efectos naturales se cuenta con mucha razon el amor, que tienen los hombres a aquel suelo, en que nacieron; y el desafecto a todo otro; siendo estos dos motivos los mas solidos principios, que persuaden la colocacion de el natural, y resisten la de el estraño.[49]

Y luego observa:

Mas y mayor ha de servir al Publico de una Ciudad, de un Obispado, de una Provincia, o Reyno, el que por haber nacido en el, naturalmente mas le ama, que el que teniendo su Patria a dos mil leguas de distancia, contemplandose desterrado en el mismo empleo, que sirve ha de concebir desafecto.[50]

Se aprecia aquí la relación afectiva constituida por el lugar que distingue a un nativo de un habitante. El documento sigue explicando que los españoles americanos tienen sus propios principios culturales, “que necesita un estudio de por vida, y no lo ha tenido el Europeo; porque en su Patria le seria del todo infructuoso este trabajo”.[51] Se queja: “Sin embargo el recien venido trata de plantear sus ideas, de establecer sus maximas, y mientras que en ello pierde miserablemente el tiempo, hasta que le hasen abrir los ojos los desengaños”;[52] y le aconseja al rey que designe administradores con orígenes y experiencia en la Nueva España, ya que su conocimiento del lugar da por resultado el gobierno más efectivo y productivo.

Otro ejemplo de este discurso del siglo xviii sobre el lugar es un arte secular conocido como pinturas de castas. Este género pictórico, que apareció a comienzos del siglo xviii, revela una taxonomía especulativa basada en el linaje de los tipos de personas que habitaban en la Nueva España. Por lo general se representa en un formato de 16 a 22 paneles separados, y cada serie de castas comienza ilustrando que un español y una india producen un mestizo y después va mostrando la progenie que resulta de mezclas ulteriores. Las pinturas de castas han ido recibiendo una creciente atención por parte de los especialistas en el curso de los últimos tres lustros, lo que ha dado por resultado excelentes investigaciones y ha permitido difundir conclusiones provisionales acerca de su origen, producción y significado.

Las pinturas comenzaron a aparecer a principios del siglo xviii, proliferaron a partir de mediados del mismo y dejaron de producirse en la primera década del siglo xix. Ilona Katzew ha sugerido que la fuente de los cuadros de castas fueron grabados del norte de Europa que mostraban a las clases bajas.[53] A mediados del siglo la producción de pinturas de castas aumenta y, cosa importante, cambian de formato, para reubicar a los grupos de castas de los trasfondos imprecisos de la primera parte de la centuria a entornos domésticos, urbanos o paisajísticos más específicos. El aumento de la información asociada con las representaciones de castas puede verse como algo concomitante con la creciente recopilación de información por parte de los españoles, así como de su codificación de la taxonomía botánica.[54] Además, mientras que las pinturas de castas suelen identificarse como representaciones raciales, hay cierto descuido en este uso del término “raza”. Muchas veces la noción actual de la raza, que se originó en el siglo xix y que se asocia con un banco de genes endógamo, se confunde con las nociones de linaje/genealogía que prevalecían en el siglo xviii.[55]

Existe una documentación limitada que demuestra que el virrey Fernando de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares (1711-1716) le había obsequiado al rey de España una serie de cuadros que mostraban las mezclas de la gente de la Nueva España en la primera parte del siglo xviii. Además, hay documentación en el sentido de que se sabe de por lo menos otros cuatro conjuntos de pinturas que se llevaron o enviaron a España. Uno de ellos fue encargado por el arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana y Butrón para llevárselo a su regreso a Toledo.[56]

Evidentemente los peninsulares sentían interés por la producción de pinturas de castas. Los criollos, por otro lado, pueden haber experimentado sentimientos muy diferentes acerca de las imágenes. En 1746 Andrés de Arce y Miranda, un intelectual criollo, escribió que las mismas mostraban una visión de “Mentes útiles mas no nobles, que nos daña, no nos beneficia, que nos deshonra, no que nos ennoblece.”[57] Parecería que, por lo menos en un caso, un criollo desdeñaba abiertamente las pinturas.

Las inscripciones de las imágenes indican que los individuos letrados, y por lo tanto de la élite, eran los destinatarios de las mismas. En contraste con el observador español, la percepción o lectura de las imágenes hubiese sido muy diferente para el criollo. El observador de España podría haberlas visto como evidencia de pueblos exóticos, flora y fauna de la Nueva España. Mientras que el novohispano puede haber tenido un sentimiento de familiaridad con los contenidos de esas pinturas, la presentación puede no haberse considerada un retrato apropiado, como queda en evidencia en las palabras de Arce y Miranda. No obstante, es difícil precisar quiénes eran exactamente los observadores a los que se dirigían estas imágenes.[58] 

Figura 3. Pintura de castas, de Luis de Mena (ca. 1750), óleo sobre tela, 120 x 104 cm, Museo de América, Madrid.

La pintura de castas de mediados del siglo firmada por Luis de Mena apareció más o menos al mismo tiempo que el Theatro Americano.[59] En lugar de emplear paneles separados, Mena utilizó un formato de un panel único (figura 3). En su cuadro ocho viñetas, en el centro de un único panel, retrataban las mezclas de individuos que incluyen, de izquierda a derecha:

Primera hilera 
“De Española y Yndio, nase Mestiso”
“De Española y Mestiso, nase Castisa"
“De Castisa y Español, nase Española”
“De Negra y Español, nase Mulato”
Segunda hilera
“De Española y Mulato, nase Morisca”
“De Morisca y Español, nase Albino tornatras”
“De Mestisa y Yndio, nase Lobo”
“De Yndio y Lobo, nase Yndio”

Debajo de estos grupos se representa una bandeja con frutas, que están numeradas e identificadas en la leyenda que aparece al pie. Este panel ilustra paisajes específicos. Arriba y a la izquierda de las viñetas hay una escena que se identifica como “Dansa de Matachines que asen a N. Sra. de Guadalupe”, en la que se representa una danza tradicional con máscaras. A la derecha, un paisaje titulado “Paseo Jamayca” ilustra una escena recreativa de parejas que caminan y canoas que se deslizan sobre un lago. Por último, entre las dos escenas de paisajes flota una imagen de la Virgen de Guadalupe. Este panel ilustra la representación de paisajes específicos, tipos particulares de personas y productos vegetales detallados.

La presencia pictórica de la virgen de Guadalupe destaca la experiencia de la Nueva España como lugar. A lo largo de los siglos previos las fuentes escritas vinculaban la religión y el patriotismo asociados con el crecimiento de un sentir criollo de que la patria era la Nueva España, más que España misma. Los autores del siglo xvii subrayan que “María y la patria mexicana se unieron en el perdurable milagro de la imagen de Guadalupe”.[60] La representación de la Virgen de Guadalupe en este panel de castas hace hincapié en el carácter distintivo del lugar criollo. De esta manera, en un nivel es posible ver que las pinturas de castas se relacionan con la información demográfica y de historia natural de las relaciones geográficas. Sin embargo su estructura visual convierte también el espacio novohispano en el lugar novohispano.

mostrar Conclusión

Hasta comienzos del siglo xix los administradores reformistas de los Borbones habrían de seguir solicitando datos por medio de amplios cuestionarios como el que elaboró en 1777 Antonio de Ulloa, que procuraba reunir un conocimiento “completo” del reino de la Nueva España, y el de 1791 que desarrolló Alejandro Malaspina para su expedición científica.[61] Este esfuerzo de catalogación continuó en otros formatos que enumeraban aspectos específicos de la Nueva España. Esto resulta evidente en trabajos como el de Lorenzo Hervás y Panduro, Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas, y numeración, división y clase de éstas según la diversidad de sus idiomas y dialectos. Hervás y Panduro, un jesuita español que escribía desde un punto de vista europeo, estudió los lenguajes del mundo porque sabía que eran una manera de comprender el origen y las relaciones etnológicas de diferentes naciones.

La bibliografía especializada que analiza las reformas borbónicas es extensa, y hay un acuerdo bastante generalizado de que representaban esfuerzos por establecer una mayor centralización administrativa como parte del intento de obtener más recursos. Los procesos y resultados de esta centralización siguen discutiéndose. Lo que queda claro es que las reformas borbónicas estuvieron signadas por una necesidad creciente de enumerar, condensar y encapsular el contenido social, político y económico de la Nueva España. Para los administradores españoles era ésta un espacio que resultaba posible precisar a través de su localización en sistemas de medición demográfica, cartográfica y económica.

Para sus habitantes, en cambio, la Nueva España rebasaba esas síntesis segmentadas, como se hace evidente en el discurso sobre el lugar que subyace a muchas de las formas literarias de la Nueva España del siglo xviii. Recuérdese que, al iniciar su capítulo iii, Villaseñor explica: “Assi como para conocer las partes de un cuerpo, es necessario aver discurrido primero, en el todo anathomico para distinguir sus miembros.”[62] Aquí subraya la necesidad de conocer la anatomía interconectada del cuerpo de la Nueva España a fin de conocer sus partes. Este sentido de cuerpo integrado es muy distinto de definir a la Nueva España como un apéndice de España o como unidades segmentadas de población, territorio o comercio. Además, tal como lo señala Rivadeneira en su escrito, las autoridades hispanas no podían comprender la Nueva España porque no captaban sus complejos conjuntos de interconexiones sociales y políticas. Una palabra importante flota casi inadvertida por las páginas de su texto: americanos. Al usarla, afirma la relación de un pueblo con un lugar que, de hecho, no es en absoluto una “nueva” España.

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